Capítulo 3

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Siento un quejido de dolor y veo como se levanta lentamente con una de sus manos tocando su ojo. Él me mira incrédulo desde los pies de la cama y solo tomo mi camiseta que se encuentra a un lado mío, poniéndomela por encima de la cabeza.

Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, lo tomo por el pecho y lo empujo fuera de la habitación junto a su ropa. Me siento realmente avergonzada en este momento.

—Creo que deberías irte —murmuro, y él solo se queja nuevamente sobando su ojo suavemente y toma la ropa que le he aventado.

Él sale del departamento sin decir absolutamente nada, agradezco inmensamente que eso haya pasado. Pero aún así, las lágrimas caen de mis ojos sin parar. Estoy tan avergonzada y triste por la situación que estoy pasando. Me siento en el suelo luego de deslizarme por la puerta y envuelvo mis piernas mientras entierro mi cabeza entre ellas y sollozo fuertemente.

Soy un verdadero desastre, era la quinta vez que arruinaba los planes de perder la virginidad, a esté paso, moriré siendo virgen y tendría que dedicarme quizá a entrar a karate o alguna cosa parecida.

Secó mis mejillas y me levantó caminando hacia la cama para enterrarme en ella ¿Cómo se supone que le diría al Doctor Bieber que nuevamente casi había noqueado a mi amante? Tal vez le diría que me arrepenti a último momento o solamente me había quedado dormida y Sara no me había llamado. Necesitaba una excusa rápido, no me arriesgaría a quedar como una inútil ante él otra vez.


Sara había llegado a primera hora al día siguiente, usaba unos lentes negros tapando las ojeras que había provocado desvelarse hasta tarde. Yo también las tenía, pero no por haberme dormido tarde, si no por haber llorado tanto sin razón alguna. El silencio incómodo que había en el auto era estresante, pero no tenía ninguna intención de hablar si no era con el Doctor Bieber y al parecer ella tampoco tenía intención de hacerlo conmigo.

—Pueden demorar todo lo que quieran, me gustaría tomar un siesta —murmura desabrochando el cinturon de seguridad y deslizándose fuera del auto. Solo rió mientras tomo mi chaqueta.

La sala de espera esta ocupada por dos personas quienes leen distraídamente unas revistas del mostrador. Me siento a un lado de Sara quien se recuesta en el sillón pequeño para dos personas dando un sorbo a su café. Me encuentro aún más nerviosa que la primera vez que pise el consultorio del sexólogo. Tengo un presentimiento algo extraño, eso es lo que me hace tiritar. Además que nunca he sido buena para mentir, por lo que estuve todo lo que resto de la noche quedarme dormida encontrando alguna excusa convincente para el momento. Pero ninguna se oía realmente creíble y eso era un gran problema.

La secretaria dijo mi nombre luego de un rato, me levante nerviosa mirando a Sara quien practicamente roncaba. Solo negué con la cabeza mientras tomaba el pomo de la puerta entre mis manos y lo giraba lentamente.

—Buenos días, ______ —fue lo primero que escuche al poner un pie dentro de la "habitación". El doctor Bieber tenia una expresión divertida en su rostro y me di cuenta que lo sabía.
—Buenos días —murmuré sentándome donde él me indicaba. Solo me miraba fijamente mientras acariciaba con sus dedos su barbilla.
—¿Cómo te fue anoche? —preguntó.
—Pues bien, creo, ni siquiera salí de casa... —mentí jugando con mis manos, mi cabeza se mantenía agachas, no podía mentir no mirándolo, menos si lo miraba.
—Dime la verdad —pidió serio, trague duro obligándome a mirarlo.
—Esta bien, nuevamente lo golpee y cuando lo eche de casa, literalmente, aunque si sucedió... me puse a llorar como una magdalena ¿contento? —dije rápido aunque si entendible. Una sonrisa se curvo en su rostro y baje la mirada. Su mano toco la mía y me sobresalte por el acto.
—Tranquila —murmuro divertido—. No te haré nada. Aunque sabía que algo como eso había sucedido y no encuentro la razón para mentir.
—¿Cómo sabías tú que eso sucedió? —pregunté confundida. Una sonrisa sin mostras los dientes fue lo primero que vi en su rostro.

Se levanto, tomando su laptop y apretando un botón que hizo que un vídeo comenzara, la sangre de mi cuerpo se congeló y lo miré incrédula ¿Él se había atrevido a poner una cámara en el collar que me regaló?

Virgen a los 25Where stories live. Discover now