«Capítulo 12»

318 66 3
                                    


Aquel día llegó cansado de la universidad. Aunque salía tarde por su horario, el invierno colaboraba para que fuera de noche y el frío azotase con fuerza cuando entraba por la puerta de su casa. La inclemencia del tiempo, unido a los problemas con su pareja por el distanciamiento que estaban viviendo esos últimos días y un renacido Minho que se apostaba en su tejado todas las noches, hacían que su día acabase mal, o por lo menos con una sensación de incomodidad que no le dejaba dormir por la noche.

Agarró una mantita antes de echarse en el sofá a ver la televisión, con las luces apagadas. No prestaba atención a las imágenes que aparecían en la pantalla, simplemente dejaba la mirada perdida en ella, esperando a que el día terminase, pensando en lo que dentro de una semana tendría un final. Un final que escribiría él mismo.

Suspiró cuando la imagen de Minho volvió a ocupar su mente.

La primera vez que se encontraron, creía haberlo tenido todo claro. La situación era tan rara que había decidido elegir el camino fácil, el camino de la ignorancia, dejar atrás a alguien querido. Y se había arrepentido de ello desde el mismo momento que Minho se marchó volando y se adentró en la noche con unas alas blancas que nunca había visto a un ser humano normal. Sin embargo, tras el ultimátum que le había impuesto el mayor, volvió a revivir la vez que lo había dado por muerto y la pena que había sentido.

Aún recordaba el día en que le dieron la noticia. Los dolores de estómago y de cabeza que había sufrido... y que ahora reaparecían, como si volviera a ocurrir lo mismo. Si esas tres semanas pasaban sin que él saliera a la terraza, volvería a esa situación de nuevo... y ya nunca podría desear que Minho llamase a su puerta de nuevo.

Algo en el exterior distrajo a Jisung de sus pensamientos. Le había parecido escuchar ruido, aunque había sido muy débil, apenas audible. Miró por la cortina. Cuando divisó la figura de un hombre grande, se asustó y cogió lo primero que encontró de encima de la mesa para defenderse si era necesario.

Mientras se acercaba a la puerta, su sombra se volvió más pequeña y menos atemorizante. Tocó a la puerta un par de veces, bajando seguidamente los brazos y esperando educadamente.

Jisung vio un movimiento en la espalda de la figura y sonrió, alegrándose de que por fin diera el paso. Se acercó y corrió la cortina al tiempo que abría la puerta. Una especie de alegría había nacido en su interior... aunque esta alegría se convirtio en sorpresa cuando cruzó la mirada con aquel chico.

—Te prometo que no me envió Minho —dijo con suavidad, como quien habla a un niño pequeño. Jisung calló unos segundos—. ¿Puedo pasar? No creo que sea buena idea que vean un ser alado en tu entrada.

Jisung afirmó con la cabeza, dejándole entrar, cerrando de nuevo la puerta y corriendo la cortina, ocultándoles de posibles miradas indiscretas. Después, se alejó de la ventana y observó al muchacho con los brazos cruzados. El joven se había quedado cerca de la puerta, esperando a que Jisung terminase de cerrar para hablar. Cogió aire y lo miró a los ojos. Su rostro, duro al principio, se suavizó en un gesto relajado y triste, casi mimetizándose con la oscuridad de la habitación.

Pese a que solo le había visto una vez, Jisung le había reconocido. Era el acompañante de Minho el día que se volvieron a encontrar en el tren.

—Mi nombre es Changbin —dijo sin moverse del sitio, clavando los ojos negros en Jisung—. Estoy aquí por Minho. No por su petición, como te he dicho antes... —colocó sus manos a la espalda y se movió unos metros, sin apartar la mirada del castaño—. Él no sabe que estoy aquí. Ni debería saberlo, a no ser que tu decisión sea volver a cruzarte con él.

El asunto era serio. Jisung se sentó, perdido en la mirada, y encendió la luz. Changbin también decidió tomar asiento, acercándose aún más a él. Parecía un tipo tímido, pero con iniciativa.

—Él, claro está, quiere volver a verte —entrecruzó sus dedos y apoyó los codos en las rodillas—. Yo no hago más que decirle que se olvide de su pasado. No lo hago por gusto, ni porque tenga algo en contra de ti —sonrió tristemente—. Pero él ya no es como antes, y por eso es difícil que tenga lo que tuvo antes.

Jisung le escuchaba sin decir nada, entendiendo lo que Changbin le estaba queriendo decir con todo aquello. El joven continuó hablando.

—A pesar de todos mis intentos, he sido incapaz de persuadirle. Han pasado dos semanas y nadie ha salido ahí fuera y... —lo miró de arriba abajo, como si lo estuviera examinando interiormente—. Y hoy tampoco tienes pinta de salir.

Jisung agachó la cabeza, avergonzado. Changbin tenía razón, pero eso no significaba que tuviera claro que no iba a salir ningún día. Aún faltaban seis noches, y lo sabía muy bien porque también estaba llevando la cuenta.

—Quiero que tú comprendas esta situación y hagas lo mejor para ambos. Desgraciadamente, es difícil vivir en este mundo teniendo semejantes cosas pegadas a tu espalda. Pero lo que es peor es que no nos queda otra opción, y él no se da cuenta de ello. Y si se da cuenta... no quiere admitirlo. Por eso he venido aquí, para asegurarme de que tú sí te des cuenta de que Minho ya no es el mismo. Además... —alargó la última sílaba de la palabra—, eres tú quien tomará la última decisión, y espero que emplees la razón que él ahora parece no tener.

Después de aquel largo discurso, Changbin calló por fin, pensativo. Había apoyado sus brazos en las piernas y había agachado la cabeza, dejando a Jisung observarle con detenimiento, descaradamente. Aún encontraba extrañas las alas.

—Reconozco que esa racionalidad sería propia de mi decisión, y yo soy... —Changbin sonrió levemente, de manera casi imperceptible—. diferente. Hoy hemos discutido. Yo le he vuelto a preguntar por qué desea tanto mantener vivo su pasado y, sus razones, aunque a mí no me convenzan... eran de peso. Además, nunca le había visto con ese temperamento.

Changbin se levantó, para sorpresa de Jisung, y hurgó en el bolsillo de su gabardina hasta que dio con lo que buscaba; sacó un papel, arrugado y pintado por una de sus caras. Lo miró un segundo, pensativo, agarrándolo por las dos esquinas, y acto seguido se lo tendió a Jisung, que lo cogió y lo leyó con detenimiento. Lo comprendió perfectamente. Sin decir nada, lo guardó en su bolsillo.

—Tal vez eso le haga bien a Minho... o tal vez me equivoque —mientras hablaba, no despegaba la mirada del bolsillo donde Jisung había guardado el papel—. Solo espero que en un futuro me lo agradezca... Pero ya sabes que la última decisión es tuya, y yo no quiero interferir más en esto.

Changbin no tenía más que decir. Con el papel en su bolsillo, Jisung le miró, sonriendo de verdad tras muchos días de pena.

—Gracias, Changbin —dijo al fin.

—Es la primera vez que escucho tu voz —comentó el veterano sonriendo, intentando dejar a un lado la conversación que habían tenido. Miró su reloj de muñeca y se alejó del sillón, colocándose la mochila en la espalda—. Son más de las doce —informó Changbin, mirando hacia la ventana—. Minho debe de estar ahí ya.

—Sí. Te acompaño hasta la puerta.

Jisung guió al pelinegro por la casa hasta la entrada principal.

—No sé si deseo volver a verte o no —murmuró Changbin—. En cualquier caso, en una semana lo sabré. Hasta entonces... tendré la duda.

—Sí...

—Adiós.

Changbin se alejó andando despacio por la acera, con las manos en los bolsillos. Jisung le observó durante algunos segundos y luego cerró la puerta, quedándose otra vez solo en la casa.

Subió hacia la terraza de nuevo con lentitud, pensativo. Se acercó a la ventana, pero no corrió la cortina. Se quedó con la mirada fija en ella. Sabía que Minho volvía a estar ahí fuera... y solo quedaba una semana.

¡Gracias por leer!

Wings Flap ➳ MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora