Capítulo 73 - Akane vol. III

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Tobirama Senju cruzó las puertas de Konoha con su habitual actitud taciturna. Siempre había sido un hombre serio y pausado, nunca le había gustado llamar la atención y algunas personas confundían su actitud con la de alguien poco sociable. El hermano menor del Hokage nunca se había considerado insociable ni hosco. Al menos no hasta 2 años atrás, cuando por honor tuvo que renunciar a la mujer que amaba. Después de perder a Akane, Tobirama se refugió en su silencio y quizás si se convirtió en alguien demasiado introvertido. Todo lo acontecido con Madara y Akane le había cambiado. Él había cambiado, pero no su amor por la joven de larga melena oscura y sonrisa de ensueño.

Suspiró con calma. A pesar de que seguía enamorado de Akane, tras dos años luchando en las fronteras, sabía que era momento de regresar a Konoha. Durante su autoimpuesto exilio había visto a su hermano incontables veces. Hashirama lo había visitado con bastante frecuencia y gracias a ello, Tobirama sabía que Akane era una mujer felizmente casada.

Resultaba contradictorio, como se sentía. Su corazón sangraba por haberla perdido, pero también se sentía satisfecho al saber qué ella era feliz. No quería que Akane fuera una de esas mujeres infelices en su matrimonio. Su hermano le había explicado que Madara en realidad sí amaba a Akane. Su decisión de desposarla nada tenía que ver con la venganza y ésa era la única parte positiva de toda esa historia.

Tobirama sabía que la había perdido, por culpa del honor, del destino o de quien sabe qué, y debía lidiar con ello. Era un hecho que si intentaba algo a su regreso, sus actos desencadenarían una guerra entre Clanes, la decepción de su hermano y la muerte de demasiada gente. El albino sabía que nada de eso le hubiera importado si estubiera en juego la felicidad de Akane, pero para bien o para mal, ella era feliz y el medio Hatake debía aceptarlo. Esta vez le había tocado a él perder, y había perdido con creces. Sabía que jamás podría olvidarla. Tobirama, a diferencia de Akane, aún tenía la marca del Clan en su cuello, señal inequívoca de que él aún amaba a la esposa de Madara Uchiha.

Recordó la noche en que notó un escozor en su marca y ésta cambió de color. Sabía lo que significaba: Akane se había entregado a otro, en cuerpo y alma. Esa noche se sintió morir. Acabó en un prostíbulo, borracho y enredado entre los cuerpos de cuatro mujeres desconocidas. Por suerte, a la mañana siguiente apareció su hermano, lo sacó a rastras del burdel y pasó más de quince días con él, recordándole cual era su deber como ninja de Konoha, los principios de su juramente y la obligación de cumplirlos.

Y allí estaba Tobirama, de vuelta en la Villa, después de dos años... Dos años en los que no había parado de luchar por Konoha y por el sueño de su hermano, dos años tras los cuales, a pesar de la perdida de Akane, había logrado llegar a ser un hombre más fuerte.

Física y psicológicamente, Tobirama Senju se había convertido en alguien muy poderoso, pero toda esa seguridad desapareció de golpe al oír una voz femenina llamándole:

—Tobirama...

Ese tono era inconfundible y él se volteó para observar a Akane, la joven estaba aún más hermosa de lo que recordaba y lo miraba con una mezcla de alegría y aprensión. El medio Hatake sabía que era el momento de demostrarse a sí mismo cuanta fortaleza había sido capaz de acumular. Ella era feliz con Madara, todos en la Villa hablaban del amor tan grande que el líder de los Uchiha le profesaba a su esposa. A Akane se la veía feliz y él supo que la joven se había acercado a él para disculparse y explicarle la situación. Sin duda Akane, seguía siendo una mujer muy valiente. Tobirama tragó duro y asintió avanzando hacia ella. Tocaba cumplir con su deber como ninja de Konoha, felicitarla por su matrimonio y desearle que fuera feliz. No eran deseos vanos, pero si dolorosos para el hombre que debía pronunciarlos.

***

Madara Uchiha entró por la puerta de su jardín con rapidez. Hacía más dos meses que no veía a Akane y se sentía como una bestia enjaulada... Mierda, estaba deseoso de estrecharla entre sus brazos y poseerla hasta perder el sentido. Desde que se casaron, había estado fuera en incontables misiones, pero siempre lograba escaparse un día o dos por semana para dormir y estar con Akane. No había nada que pudiera compararse a acostarse con ella, a sentir el calor de su intimidad envolviéndolo... Joder, Madara estaba realmente caliente.

Kakashi mi protectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora