XIII • UN RESENTIMIENTO

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La mañana siguiente como habíamos acordado Mónica vino por mí a la granja para ir al departamento de policía de Santo paraíso, mi madre insistió con acompañarnos y para darnos privacidad se fue en nuestro coche

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La mañana siguiente como habíamos acordado Mónica vino por mí a la granja para ir al departamento de policía de Santo paraíso, mi madre insistió con acompañarnos y para darnos privacidad se fue en nuestro coche. Me monté al auto de Mónica con un nudo en el estómago, era la primera vez que me agreden físicamente y debía poner una denuncia. La rubia me hablaba de la cafetería a donde iríamos luego de ir con la policía, yo la escuchaba, pero mi mente estaba en otro lado. Mónica paró el coche frente al departamento de policía del pueblo, frente al edificio viejo estaba una patrulla y sacando a una persona encapuchada estaba un oficial junto a su compañero.

—Ven Andrómeda entremos —insistió Mónica tomándome del brazo guiándome para que entrara al edificio, mi madre que había venido muy cerca de nosotras todo el camino bajo del coche y se acercó hasta donde estábamos para ingresar las tres.

Dentro del departamento se podían ver cuatro escritorios de estilo oficinista ocupados por papeles, más al fondo una oficina aparte donde en la puerta llevaba inscrito la palabra comisario. En dos de los escritorios se encontraban dos oficiales que estaban trabajando con la computadora, quise acercarme a uno de esos escritorios, pero Mónica tiro de mi brazo haciendo que no me moviera. La miré sin entender cuando ella me señaló con la cabeza que la siguiera, camino segura entre los escritorios hasta llegar al fondo del departamento abriendo la puerta de la oficina del comisario. Entró como si nada, con mi madre la seguimos y Mónica estaba saludando con un abrazo a un hombre alto que tendrá la edad de mi padre, con algunas canas en la cabeza y una barba prominente pero bien cuidada con alguna que otra cana también. Cuando se giró a vernos pude ver que tenía los ojos cafés, mentón partido, una cicatriz en su cuello que sobresalía por debajo de su camisa.

—Andrómeda, Naisha, él es mi padrino Gerónimo Ricci, padrino ellas son mi hermana y su mamá —haciendo las presentaciones Mónica nos estrechamos las manos de manera cordial, pero se detuvo especialmente con mi madre a la cual se la quedó mirando fijamente.

—Naisha lamento mucho lo de tus padres —comenta el hombre sentándose en su enorme silla de cuero, no apartaba la vista de mi madre que permanecía seria.

—Padrino lo que nos trae aquí es algo delicado —interrumpe el incómodo momento Mónica indicando que me siente en una de las sillas frente al escritorio del comisario. Aquella silla era incómoda además de ser demasiado dura para tener en una oficina para recibir a personas, es como si quisiera que todos los que ingresan a su oficina se fueran porque era un lugar hostil y poco acogedor.

—Anoche fui a la discoteca de Troya con unos amigos, estábamos bailando cuando de repente un hombre sale de la nada y me tira a los ojos un vaso con una mezcla de whisky y gasolina. Uno de mis acompañantes lo detuvo antes de que pueda tirarme un mechero con fuego, quisiera denunciar este acto de violencia yo no hice nada en contra de ese tipo, ni siquiera lo conozco—. Explicó al comandante que en una libreta fue anotando algunos puntos que desde mi punto de vista no llegue a identificar, dejando su bolígrafo a un lado de la libreta descolgó su teléfono y apretando un botón hablo.

PERVERSA CRIATURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora