XVII • LEYENDAS ANTIGUAS

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El auto de Amelie se estaciona frente a una pintoresca casa blanca, con grandes ventanales, un frente bien cuidado con plantas podadas dándoles formas redondas y un camino de piedra que te dirige a la entrada

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El auto de Amelie se estaciona frente a una pintoresca casa blanca, con grandes ventanales, un frente bien cuidado con plantas podadas dándoles formas redondas y un camino de piedra que te dirige a la entrada. Sentada en una mecedora en el porche de la vivienda se encontraba una mujer mayor leyendo un libro. Le había prometido a Jos que visitara a su abuela, ella quería hablar conmigo y me intrigaba demasiado saber que quería esa mujer conmigo, si no me conocía de nada.

En cuanto nos bajamos del auto la mujer levantó su mirada del libro, lo cerró de golpe a la par que una enorme sonrisa aparecía en su rostro. Levantándose de la mecedora camino unos pocos pasos hasta que su nieto fue corriendo a su encuentro, no pude evitar sonreír al ver ese afectuoso saludo y un dolor en el pecho me invadió. No veía mucho a mis abuelos, pero si que los amaba y cuando nos visitaban en Londes no podía dejar de abrazarlos. Admirando a Jos con su abuela me doy cuenta de cuánto los extraño, salir con Federico, el invernadero y todo lo que pasó después con ese tipo en la discoteca hizo que me olvidara por un momento de mi luto.

-Está bien si necesitas un momento, la abuela Juju lo entenderá -el abrazo sorpresivo de Amelie me trajo de nuevo a la tierra, mis ojos estaban llenos de lágrimas acumuladas y me estaba mordiendo el labio para no llorar. Aferre mis manos a sus brazos y cerré los ojos dejando que algunas lágrimas salieran, no esperaba seguir llorando a mis abuelos. A ellos no les gustaría contemplarme de esta manera. Siempre dijeron que estaban orgullosos de mi madre y de la preciosa nieta que tuvieron el privilegio de cuidar en sus primeros años de vida.

-Gracias Amelie, estaré bien. Solo necesitaba un momento -aclaró separándose de su abrazo, no quería llorar, suficientes lágrimas derrame en este lugar hostil. Tengo que pensar en mi madre. Seguir en Santo paraíso la está afectando, debemos regresar a nuestro hogar lo antes posible, la lejanía de este lugar le hará bien a su luto.

-Abuela ella es Andrómeda, vino a verte como te prometí que haría -declara Joshua acercando a su abuela hacia nosotras la mujer se quita las gafas viéndome con sus ojos arrugados, una sonrisa en su rostro me recuerda mucho a la de Jos y con sus cálidas manos toma las mías.

-Un gusto conocerte querida soy Julia, pero puedes llamarme abuela Juju. Es un placer al fin volver a ver a la nieta de los Lovelace, la última vez que te vi fue cuando tenías tres años y tu madre se fue del pueblo -declara la mujer en un tono alegre -Pero que modales los míos, vengan a dentro para charlar. Amy, que gusto verte de nuevo -contesta la anciana sin soltar mi mano caminando de nuevo hacia la casa, atravesando el umbral de la entrada nos recibió el inconfundible olor a canela y manzana. Ese aroma me trajo recuerdos de mi infancia, cuando mis abuelos nos visitaban recuerdo que siempre mi abuela preparaba su famosa tarta de manzanas que mi madre ama tanto.

»Perdón por no tener nada de beber listo para ofrecerles, Joshua no me avisó de su visita, pero díganme que les gustaría tomar. Tengo una tarta de manzana y canela ideal para merendar todos juntos niños, antes de hablar de nada deben comer que lucen como fantasmas de tan pálidos -la abuela de Jos nos dirige por la pequeña sala de estar hasta pasar a la cocina y nos deja sentados en una mesa del desayuno redonda grande. -Ninguno se mueva de aquí voy por la tarta, ¿prefieren jugo de frutas o té? -interroga la mujer caminando hacia la isla de la cocina donde levanta un soporte para pasteles con un capuchón de cristal transparente y lo trae a la mesa.

PERVERSA CRIATURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora