Capítulo 56

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- Papi- gritó la pequeña

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- Papi- gritó la pequeña.

Claudio se levantó de un salto de la cama y corrió hacia Gabriela quien sostenía algo en las manos- ¿qué pasó Gabriela?- preguntó asustado- ¿estás bien?- le tomó el rostro y empezó a revisar que estuviera bien.

- Sí papi, mira- levantó una concha- es linda.

Claudio suspiró y sonrió- sí, es muy linda pero no vuelvas a gritar de esa manera, me asustas- en ese instante Juan David salió de la cabaña llevando un maletincito- ¿qué lleva tu hermanito ahí?

Gabriela se encogió de hombros- películas.

- ¿Películas?- Gabriela asintió- ¿de qué?

- De nosotros, a mi mami le gusta filmar todo.

- Vaya- dijo curioso- ¿los han visto todos?

- Todavía no, pero Juan David los carga siempre- dijo la pequeña sonriente.

- Bueno, creo que ya era hora de que entremos a casa, se está haciendo tarde.

La niña asintió y tomó la mano que su papá le ofrecía.

Emilia miró las estrellas desde su balcón mientras sostenía el celular en sus manos, quería llamar pero no podía, se había dado cuenta que ese sentimiento suyo era envidia. Envidia y temor por si en algún momento Gabriela y Juan David prefirieron a Claudio que a ella, eso la aterraba, había perdido el amor de muchas personas como para perder también el de sus hijos.

Lunes

Emilia despertó con más dolor de cabeza del que tenía cuando se había acostado, marcó nuevamente el celular de Claudio y como había sucedido las últimas siete veces la mandó a Buzón de Voz, maldijo y se levantó de la cama a revisar las habitaciones de Juan David y Gabriela. Intactas.

Maldijo nuevamente y deseó tener a Claudio cerca para ahorcarlo, ni siquiera había llamado para avisar que no los llevaría a casa el domingo.

Alma y Martín observaban a Emilia caminando de un lado para otro mientras hacía llamadas a diestra y siniestra, Alma entendía su rabia pero también había que ser consciente que tal vez estaba exagerando un poco al reacción, tal vez Claudio les diera a los niños esa tarde.

Miércoles

¡Tenían que darle una dirección, o un lugar o un teléfono!

Ya era miércoles y ni Claudio ni sus hijos la habían llamado, había esperado y esperado y ya había sido suficiente, con valor que no sabía de dónde había sacado, ahora se encontraba de camino a la casa Meyer, ya que Julia le había dicho que Claudio no había vuelto, se había visto en la obligación de encontrarse de nuevo con Rosario.

A un lado el orgullo, necesitaba saber dónde estaban sus hijos y de paso exigirle a Claudio que los devolviera a casa.

La casa estaba como años atrás, incluso la dirección de los muebles no había cambiado, se sentía fuera de lugar como la primera vez.

No había cambiado nada, de repente Javier abrió el salón y ella sonrió mientras se acercaba- hola.

- Querida- la abrazó- qué bueno verte, vaya, estás preciosa.

Emilia se sintió halagada, no es que hubiera cambiado mucho pero la maternidad le trajo algunos cambios a su cuerpo y ya no era la misma flaca que había sido, su cuerpo había sufrido ligeros cambios y sus curvas ahora eran un poco más pronunciadas, aun así aceptaba aquel elogio, por otra parte su cabello estaba largo de nuevo pero ahora era castaño.

- Necesito saber dónde están mis hijos.

Javier frunció el ceño- ¿cómo así?

- Claudio fué a recogerlos el viernes y él siempre los lleva de nuevo a casa el domingo en la noche pero mira- su voz se quebró- ya es miércoles y no sé nada de mis bebés, absolutamente nada.

- ¿Ya lo llamaste a su teléfono?

Emilia asintió- una y otra vez, y no responde- suspiró- quiero a mis hijos de vuelta y los quiero ahora.

- Yo la verdad no sé en qué lugar está, pero Rosario tal vez lo sepa.

- Por supuesto que lo sé.

Emilia se giró y al furia creció en su cuerpo al ver a aquella mujer, como siempre se veían tan perfecta- dígame entonces.

- No entiendo por qué Claudio se toma el trabajo de llevarse a tus hijos, tal vez es lástima porque ninguno de los que podrían ser los verdaderos padres respondieron por ellos.

- No se atreva a decir semejante ridiculez.

Rosario se encogió de hombros- ¿porqué otra razón Claudio quería estar con tus hijos?

- Será porque dentro de él sabe muy bien que también son sus hijos- dijo Emilia con esperanzas.

- Mi hijo no es idiota Emilia y te voy dar la dirección de donde está- sacó un papel de una libreta y lo tiró al suelo- ahí están.

Javier cogió a su esposa por el brazo y la miró duramente- discúlpate.

- ¿Por qué?

- Porque la ofendiste, Rosario, no voy a permitir que le hagas eso a la madre de mis nietos- Rosario chilló iracunda y salió de su vista, Javier se inclinó y levantó el papel dándoselo a Emilia- espero algún día conocer a los retoñitos .

Emilia lo miró absorta mientras asimilaba las palabras- ¿Claudio nunca ha traído a los niños?

Javier negó- nunca.

- Entonces, ¿qué hace con ellos?- preguntó curiosa.

- Julia me contó que Claudio hace planes siempre diferentes- suspiró- ya sabes, los saca a pasear o a visitar lugares.

Emilia asintió mientras tomaba el papel y veía una dirección que estaría en las costas, sin decir más se despidió y partió rumbo a la finca de playa de Claudio.

Emilia no supo cuántos altos se había pasado ni tampoco si había una patrulla persiguiendola, lo único que tenía en mente eran sus hijos, necesitaba abrazarlos, sentirlos, besarlos.

Cuando por fin llegó a la finca todo su valor cayó en picada al suelo dejándola indefensa mientras apretaba el volante.

Una cosa era amenazar y otra muy distinta actuar y en este momento no sabría que sentiría al ver a Claudio nuevamente.

Justo en ese instante de indecisión escuchó varios gritos provenientes de la cabaña, sin pensarlo salió del auto y agradeció haberse puesto unos tenis que no le dificultaron correr, subió al porche y abrió la puerta, entró corriendo guiándose de donde provenían los gritos, atravesó un pasillo y abrió una enorme puerta.

Lo que vió la dejó paralizada, y no sólo a ella sino a las tres personas que habían allí, Gabriela y Juan David estaba encima de "Bob Esponja", un Bob Esponja que tenía unas fuertes piernas y unas enormes manos.

Gabriela pegó un grito ensordecedor y se pasó por encima de los sillones aterrizando sobre su mamá.

Emilia apenas alcanzó a cogerla en el aire cuando Juan David estaba agarrando las piernas- ay dios chiquitos, ¿cómo están?- los revisó por toda partes- ¿están bien, se sienten bien, les duele algo?

- Están completos, ¿no ves?

Emilia levantó el rostro para ver a Claudio de pie con su imponente altura frente a ella, mirándola duramente, llevaba la máscara de Bob esponja debajo del brazo.

¿Qué pasará cuando se vean? 😳

Como Yo Nadie Te Ha AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora