Reflexiona

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Sus lenguas se mezclaban con intensidad, los roces de sus curiosos cuerpos desatando sensaciones inexplicables, la puerta cerrada con llave sin intenciones de ser abierta aún, sus pulmones luchando por resistir y darle al par de chicas lo que ellas desean.

Sana tiene a la menor presionada contra la pared, tomando con fuerza su cintura y apretandola de vez en cuando, haciendo que la contraria soltara suspiros contra su boca. Hace un tiempo que lo tiene aceptado, le gustan las chicas y, para ser honestos, le va bastante bien con ellas. La chica que tiene entre sus brazos no ha sido la única, pero sí quizás la más duradera. Se soltaron por un momento pues el aire escaseaba.

-Wow... amo reforzar amistad

Sana conectó sus ojos con los de Mina, se veía tan sexy con su cabello negro cayendo por el lado derecho de su cara. Se sentían algo mal de que Momo ya no participara tanto de sus juntas de mejores amigas, su reciente noviazgo con un chico unos años mayor la tenía organizando el tiempo para repartirlo equitativamente.

Mina y ella saben perfectamente que no sienten nada la una por la otra, sólo sacian sus ganas, Sana aún está asustada de tener algo serio con cualquier chica como para siquiera plantearselo, por lo que desde la primera vez ambas dejaron claro que nada saldría de ahí.

O eso pensaba Sana, porque Mina guarda profundo en su pecho el amor que le tiene, uno que sabe nunca deberá dejar salir. Simplemente ocupa la regla de Sana, cuenta hasta diez y decide ocultar todo.

-Oh, llaman a mi teléfono- Sana vio el nombre de su madre- ¡Rayos! ¡Hoy debía ir con mi mamá!

-¿Qué? ¿Por qué?- Dijo sólo un poco decepcionada Mina.

-Nah, algo de ir a una iglesia, ya sabes como es últimamente

-Oh...- Mina se dejó caer en su cama- Bien, nos vemos

Sana tomó sus cosas y se despidió con la cabeza, caminó hacia la puerta velozmente y salió. Vio la hora y las dos llamadas perdidas de su madre, decidió no contestar pues no quería ser regañada, simplemente aceleró su paso.

Agradecía no vivir muy lejos de Mina, hubiera sido una gran desventaja de así serlo, así que caminando rápido estuvo en su hogar en diez minutos. El rostro de su madre en la entrada era de real enojo, se disculpó con una leve sonrisa avergonzada mirando al suelo, su madre giró los ojos y simplememte señaló el auto.

Los primeros minutos fueron de regaños que Sana acató, fue totalmente su error haber llegado tarde y prefería no dar excusas, con su mala suerte podría soltar algo relacionado con sus pasatiempos con Mina, lo cual no podía permitirse.

Frenaron en un semáforo en rojo y los peatones pasaron, pero esta vez no fueron personas cualquieras, una tierna pareja de chicas cruzaba tomadas de la mano y dandose besitos de vez en cuando. Sana se sentía algo incómoda de la nada, vio el rostro inexpresivo de su madre, nunca habían comentado nada acerca del tema durante los 17 años de vida de Sana, pero la chica pensaba que era momento de tomar valor y preguntar.

-Uh... ¿Qué opinas de eso?

-¿Qué opino de qué?

-Eso, lo de recién...- Intentó explicar con la cabeza agachada- Esas chicas

La mayor suspiró, aceleró cuando vio el semáforo en verde y comenzó a reflexionar qué decir, no podía llegar y soltar algo, son cosas importantes. Diez segundo trancurrieron mientras Sana no dejaba de ver a su madre, quien parecía tener un debate interno bastante grande.

-Nosotras... no somos quienes para juzgar- Comenzó- Por algo estamos comenzando a ir a la iglesia ¿No?- Sana miró al frente- No quiero saber que mi hija excluye o trata mal a otras personas por la razón que sea, no estamos llamadas a eso- Sana se sintió esperanzada por un momento- Pero tampoco a ser parte- La mayor suspiró- ¿Comprendes?

Sana asintió, ocultó las lágrimas que querían formarse en sus ojos, lo que dice su madre siempre es como una regla inquebrantable para ella, y a pesar de que se lo explicó de la manera más dulce que jamás ha escuchado, quema en su interior y el nudo en su garganta es grande.

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