CAPÍTULO 14.

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Y allí estaba ella, mirándolo con fascinación en sus ojos. Harry sonrió y le hizo un guiño a Hermione antes de levantar su mano para conducirla a un lugar menos concurrido. Era como un ritual para ellos, mirarse durante un largo tiempo sin pronunciar una sola palabra, hasta que eventualmente terminaban el momento con una risita nerviosa, pero no tensa. No tenía idea de por qué, pero ella siempre parecía hipnotizada por sus ojos verdes o quizá por la moltura de sus anteojos.

La primera vez que Harry miró a Hermione, tenía los antejos destrozados y ella muy amablemente los reparó y de paso le mostró un buen hechizo para que nunca volviera a tener el mismo problema. La pequeña Hermione de once años tomó su varita y la levantó cautelosamente hacia su cara, comenzó a lanzar el hechizo y los cristales recuperaron su forma original sin grietas. Mientras trabajaba, Harry comenzó a estudiar su rostro, había concentración total, ella lo miraba como si fuera un proyecto del que tenía que obtener los mejores puntos. Después de todo, Hermione siempre hizo lo mejor cuando tomaba un trabajo.

Aunque él sabía el hechizo, no quiso perder la oportunidad de tenerla cerca, cada vez que rompía sus anteojos, lo cual ocurría con demasiada frecuencia.

Harry la llevó lejos de la carpa, hizo un gesto con la cabeza para que Hermione se acercara más, porque con sus enormes tacones de aguja apenas podía caminar sobre el pasto.

— ¿A dónde vamos? —le preguntó Hermione a Harry.

—Necesitamos hablar en otra parte —respondió Harry, mientras encontraba un camino y quedaban fuera de la vista de los que estaba en la boda.

—Que bien —se alegró la castaña —porque necesitamos hablar en privado.

La forma en que lo dijo hizo que Harry se estremeciera, era algo grave quizás, pero no sabía si darle mucha importancia.

— ¿Por qué? ¿De qué tenemos que hablar? ¿De qué se trata?

Hermione lo observó detenidamente.

—Se trata de Dumbledore —respondió mirando alrededor para asegurarse que no la escucharan.

A Harry le dio un vuelco el corazón.

—Harry, él te encargo una misión y sabes que estoy aquí para ayudarte.

—Lo sé —dijo Harry apretando su mano derecha y bromeó. — ¿Cómo?

—No, lo sé —mintió un poco —Dumbledore solo me dijo que, si le sucedía algo, tenía que ayudarte con lo que necesitaras.

La castaña sacó un frasco pequeño lleno de un líquido extraño y se lo dio a Harry.

— ¿Qué es? —preguntó Harry examinando detenidamente el frasco.

—Es veneno de Basilisco —respondió Hermione mirando hacia todos lados. —Servirá para destruir los Horrocrux, lo conseguí en el mercado negro, por lo que te aconsejo que lo guardes bien, antes de que regresemos a la boda y que no le cuentes a nadie, ni siquiera a tus amigos.

Harry comprendió a que se refería Hermione, ella se estaba jugando el todo por el todo en afán de cumplir lo Dumbledore quería. De inmediato guardo el veneno en el bolsillo delantero de su saco.

Entonces decidieron regresar a la ceremonia. Hermione se acercó a él, mirándolo a los ojos con una pequeña sonrisa para tener de donde agarrarse y no tropezar.

— ¡Harry! No puedo hacer esto si sigues sonriendo así.

Harry se detuvo frente a ella y le besó el dorso de la mano.

—No puedo evitarlo, me encanta esa mirada en tu cara, me examinas como si fuera un libro o algo así.

Hermione rio, golpeando ligeramente su pecho. Harry siempre haciendo chistes como ese cuando estaban solos.

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