1 - El tipo estoico y molesto

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En Japón todo estaba tranquilo, al igual que en el mundo, o eso parecía. Al menos, Jotaro Kujo se encontraba calmado, sin zapatos, en la orilla de un mar, mientras fumaba un cigarrillo en total relajación; en una mano tenía un bloc de notas con una pluma, se podían ver algunos garabatos de peces, criaturas marinas y algunas notas de los mismos.

El ocaso estaba llegando, y se ocultaba tras el mar de manera asombrosa. Vaya, Jotaro no sabía que podía sentirse así de relajado; mucho menos después de lo que había pasado antes...

Ya había transcurrido un año desde que los crusaders enfrentaron a Dio, el cual cayó derrotado a manos de Jotaro y Star Platinum.

La realidad de todo este asunto (y claramente oculto por Jotaro) es que la situación entera lo deprimió bastante; el perder a tres buenos amigos lo marcaría por mucho más tiempo. Simplemente no podía superarlo por completo.

Ya casi no utilizaba a Star Platinum, y no tenía más interés en fortalecerse. Quizá esta cuestión explicara que no pudiera detener el tiempo más de lo que había logrado con Dio. ¿Quién sabe?

Su vida iba transcurriendo normalmente; eso sí, era un poco más maduro que antes, aunque... lo busca pleitos, lo grosero con las mujeres y lo serio aún no desaparecían del todo, sin mencionar el vicio del cigarrillo. Además, ya había alcanzado la mayoría de edad: tenía dieciocho años.

Gracias a su abuelo, Joseph, y la fundación Speedwagon, Jotaro encontró facilidades para visitar mares en Japón, comenzando su interés por toda la vida marina.

Jotaro tuvo un viaje al Mar de Ariake, donde estuvo una semana; pero era momento de regresar a casa, con su madre y abuelo, aunque no lo hiciera muy feliz la idea. Ya había conseguido varios bocetos y anotaciones sobre la especie marina que se encontraba en ese mar.

Otro motivo era la escuela, ¿qué esperaban? Perdió tanto tiempo en el viaje a Egipto que tuvo que volver a cursar el último grado. Era una completa molestia.

Regresó manejando su propio auto, regalo de cumpleaños de Joseph. «Eres un adulto legalmente, ¡qué mejor regalo que este!», le dijo su abuelo mientras señalaba el flamante automóvil rojo. Eso sí, debía sacar su licencia antes: ya se había arriesgado mucho en su viaje sin una. Era la única petición.

Los recorridos de regreso hasta el hogar Kujo eran largos, pero al menos, en su soledad, podía disfrutarlos, dejando que el viento le golpeara la cara cuando bajaba las ventanas de su lado, fumando cigarrillos y escuchando música. Le agradaba ese estilo de vida.

Jotaro dejó escapar una larga exhalación cuando vio a su madre esperándolo fuera de su casa, agitando su mano a modo de saludo y dando pequeños brinquitos.

Jotaro bajó lentamente de su auto, cerrando con un portazo, mientras esperaba que Holy corriera hasta él.

—¡Jotaro! ¡Bienvenido, querido hijo! —gritó Holy, abrazándolo por la cintura.

—Suéltame, molesta... —atajó Jotaro, haciéndola a un lado. A Holy no le importó.

—¡Preparé tu platillo favorito como bienvenida! —respondió ella, juntando las manos y entrando a casa tras de su hijo.

Jotaro no respondió. Solo caminó lentamente, con sus manos en los bolsillos.

—¡Jotaro! ¡Mi nieto regresó por fin!

El aludido levantó la vista: Joseph lo saludaba alegremente con una mano.

—Viejo... —susurró Jotaro, a modo de saludo.

—¿Fue gratificante tu viaje a Ariake? —preguntó Joseph mientras abría la puerta hacia el comedor, para darle paso a su nieto.

—Bastante.

Mi Mejor Recuerdo. Jotaro Kujo x LectoraWhere stories live. Discover now