3 - Los primeros días

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La escuela iba a comenzar, el día se había levantado y el ruido en la cocina lo había despertado. Seguramente Holy se estaba empeñando el doble para hacer un desayuno que impresionara a la molestia... visita, digo.

Jotaro se desperezó y se cambió con su gorra favorita y chaqueta, listo para salir.

Fue directo a la cocina, observando el banquete que había en la mesa: cereales, yogur, leche y panes al vapor, rellenos de cosas dulces. Tomó un pan y se lo metió a la boca, mientras se sentaba en la mesa.

—¡Buenos días, querido! —saludó Holy—. ¿Ves las cajas de ahí? Son los almuerzos para ambos. Por favor, se bueno y cuida a nuestra pequeña de camino a la escuela.

—Creo que puede cuidarse perfectamente sola...

—¡Claro que sí! Se ve que es una chica fuerte. Pero sé que eres todo un caballero, y así podrán recordar buenos tiempos en el camino. Sé bueno, queridito.

Jotaro gruñó, mientras la visita llegaba a la cocina, olfateando el lugar y saludando a Holy con un beso en la mejilla, para luego decir lo impresionada que estaba por el delicioso desayuno.

Al parecer sería un día muy largo...

Cuando terminaron de desayunar se levantaron de la mesa y se dirigieron a la puerta los tres: Jotaro con mala cara, Holy acomodándole el cabello a la chica, y esta última nerviosa por el primer día en su último grado escolar.

—Cuídense ambos. Nos vemos para el almuerzo —se despedía Holy agitando una mano desde el umbral de la puerta.

—¡Gracias, tía Holy! —contestó la chica, despidiéndose.

Avanzaron unos cuantos pasos, esperando que la puerta del hogar se cerrara al completo. Ambos soltaron un suspiro y se observaron, con mala mirada.

—¿No te despides nunca de tu propia madre? —Jotaro la ignoró y siguió caminando—. Ya veo, la ley del hielo. Supongo que es lo mejor. Entonces nos vemos después.

Dicho esto, aceleró el paso, dispuesta a alejarse del chico.

—¿Qué crees que haces? —preguntó Jotaro, cerrando los ojos.

—Es obvio lo que pasa aquí, así que no te molestaré más ni tú a mí, ¿hecho?

—Eres una molestia total...

—¿Ni siquiera me dirás por mi nombre o... como me solías decir? ¿Qué te ha pasado?

Jotaro se detuvo en seco, observándola de arriba a abajo. Era la primera vez que le ponía atención de verdad. Primero se fijó en su cabello y la manera que reflejaba los rayos del Sol, luego en el color de sus ojos, su cuerpo y las piernas, y se percató:

—¿Cómo dijiste que te llamabas? —preguntó, con honesta duda. Esto enfadó a la chica.

—¡No puedo creerlo! Estás jugando, ¿verdad?

Jotaro suspiró, retomando la caminata. No iba a discutir, no era su forma de ser:

—Olvídalo, si no quieres decirlo no me importa.

—¿En serio me olvidaste? —susurró ella, pero esta vez con un dejo de nostalgia en la voz, observando la espalda de Jotaro, que volvió a detenerse, para mirarla directo a los ojos.

Compartieron una mirada en silencio; por alguna razón, ella sintió una especie de vacío en su estómago, junto a un sentimiento de tristeza y dolor.

Fue la primera en romper el silencio:

—Me llamabas Jime, de cariño... un juego de palabras tonto que tú te inventaste...

Mi Mejor Recuerdo. Jotaro Kujo x LectoraWhere stories live. Discover now