Capítulo 32

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El camino de regreso a casa fue bastante divertido, no la pasamos cantando y contando chistes. Afortunadamente ya nos habían dejado en paz con lo que había pasado anoche. Ni siquiera podía imaginar la reacción de mis amigos ante esos sonidos.

Mientras sacaba mi teléfono, mi único pensamiento era saber cómo estaba Alex, le mandé un rápido mensaje y me respondió que ya había regresado a la universidad y que todo marchaba con normalidad. Lo cual me puso feliz.

Al siguiente día los exámenes nos tomaron desprevenidos, obviamente debimos haber estudiado, pero ninguno de nosotros pensó en hacerlo.

Evan se quedó conmigo después de clases ya que la pequeña Alice quería verme para que jugáramos con su pequeño conejo, el cual ahora estaba muy gordo de tantas zanahorias que le daba la pequeña. Al salir de la clase de arte Evan estaba recargado de un casillero con una sonrisa en su cara, tenía su pierna cruzada y una paleta estaba en su mano, me saludó con la mano para después acercarse y darme un beso en la frente.

—Vamos, alguien está impaciente de verte —tomó mi mano y caminamos hasta el estacionamiento. Su motocicleta estaba estacionada con dos cascos sujetados con una cadena. La motocicleta había sido un regalo de su mamá, ya que si le obsequiaba la motocicleta, Evan dejaría de ocupar el auto y así ella tendría con que transportarse. Obviamente la aceptó con gusto, pero aun así su mamá le dijo que podría ocupar el auto cuando quisiese. Me coloqué el casco y me subí a la moto para poder sujetarme de su cintura. Arrancó el motor y salimos de ahí para después de diez minutos aparcar en su casa.

Al entrar un ligero olor a galletas de chocolate inundó mi nariz, Jay estaba cocinando sus típicas galletas de chispas de chocolate con nuez. Las cuales me encantaban ya que eran muy esponjosas y suaves. Recuerdo que la primera vez que las hizo me comí toda una charola de lo ricas que estaban.

—¡Evie! —se escuchó correr a Alice bajando las escaleras rápidamente para colgarse de los brazos de Evan. —¿Sav, si es cierto que en el bosque habita un tal pie grande y que te arranca los ojos? — preguntó a pequeña con el ceño fruncido.

—No Alice —reí al ver lo que la pequeña había dicho, tenía mucha imaginación. —¿Quién te dijo eso?

—Meredith dice que... —habló ella inocente y yo la interrumpí.

—Espera, ¿quién? —Evan bajó a la pequeña y la sentó en el sillón para poder verla a los ojos.

—Meredith —nos dijo sonriente bajándose del sillón para correr a las escaleras. —Mami me dejó con ella mientras iba al súper, ¡Meredith! —llamó Alice.

Su figura apareció en las escaleras, su blusa negra con gran escote y sus piernas largas con una falda combinada con unas botas bajaron la escalera. Tenía una gran sonrisa en su cara que al momento de verme desapareció inmediatamente, me barrió con su mirada y corrió hasta Evan.

—¡Al fin llegas guapo! —lo abrazó haciéndome a un lado para que no le estorbara. —Te he estado esperando.

Sus manos se pasearon por sus rizos mientras los sujetaba, me miró de reojo y sus labios dejaron un beso en la mejilla de Evan. Que cínica.

—¿Para qué? —respondió él sin corresponderle el abrazo. Se separó de ella para ponerse a mi lado, al ver que él se negó a abrazarla su boca se convirtió en una línea recta y su ceño se frunció.

—Evie, solo quería pasar tiempo contigo como en los viejos tiempos, pero veo que alguien nos va a interrumpir —reprochó refiriéndose a mí, apreté mis dientes y mordí mi lengua para no soltar nada inapropiado. La pequeña Alice nos veía sin saber de qué hablábamos.

Perfecta Destrucción. ©Where stories live. Discover now