Semana 9. "El tigre del emperador".

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El emperador era un hombre viejo y serio.

Sereno. Severo. Y muy inteligente.

Aunque no lo suficiente.


Aquella mañana, el emperador de China había recibido una carta de amenaza. Alguien quería despojarlo de su título, dándole muerte pasadas tres noches.

El emperador ocultó la amenaza de todos sus cercanos, a excepción de Lian su criada, una de muchas.

Lian, además, aconsejaba a veces al emperador, pues él sabe que dos personas inteligentes piensan más que una persona inteligente. La concubina aconsejó al emperador mantener contentos a los nombres mas destacados de todos los territorios de China, pues los mas pobres jamás podrían alcanzar al emperador, y al hacer esto, aquel que lo halla amenazado se retractaría de su amenaza.

Y así fue como el emperador ordenó a todos los caballeros reunir las mayores reliquias de toda China en su palacio. Las cosas mas preciadas y legendarias: la corona de Sun Wukong, la perla del dragón de Kinabalu, el arpa de Boya...

El último de los soldados trajo consigo una jaula con un animal sagrado en ella: un tigre.

El tigre cojeaba de una de las patas delanteras, lo que escamó al emperador, pues él cojeaba debido a una lesión durante una guerra.

El emperador miró al tigre y al soldado. Esta no era una reliquia, pero hoy en día todos quieren animales exóticos, y el tigre era el único animal capaz de enfrentarse a un dragón.


Pidió a Lian que escribiese cartas a todos los nombres importantes de China, para reunirlos en palacio y otorgarles una reliquia a cada uno de ellos.

El emperador pasó toda la tarde contemplando al tigre, como aprovecharon su debilidad (la pata coja) para así capturarlo. Era un animal insólito, al mirarlo a los ojos podía ver algo.


Llegó la noche, y los invitados llegaron a palacio, y así el emperador inició su ritual.

Entregó el arpa de Boya al marqués; la perla al duque; la corona al conde...

Cuando llegó el turno del barón, el emperador se dio cuenta de que era hora de dar al tigre. Frente a esa idea, y aprovechando que nadie lo había visto, el emperador le dijo que le daría su regalo al día siguiente. El barón aceptó la idea y se marchó.

Al día siguiente volvió, buscando su regalo. El emperador le dijo que aun no estaba listo, y el barón, enfadado, llamó a sus soldados.

Él había amenazado al emperador con asesinarlo, y ahora su ejercito estaba fuera luchando.

El barón sacó su espada y apuntó al emperador, quien retrocedía lentamente. Entonces, el emperador le dijo que tenía su regalo tras unas cortinas, y fueron a buscarlo.

El emperador abrió el pestillo de la jaula y volvió a cerrar la cortina. Señaló que el regalo estaba justo ahí, y el barón le dijo que abriese la cortina. Este lo hizo, y el tigre saltó sobre el barón.

Lo mató.

Ahora se dirigió al emperador, lo miró, miró su pierna y se fue.



De esta historia pueden haber muchas lecciones, como que la guerra es solo un capricho, o que la debilidad que compartes con alguien puede ser tu mayor ventaja.

O puede no tener moraleja ser una historia de paso y sin huella.



FIN

(Mi) Reto 52 semanas de escritura 2020Where stories live. Discover now