Capitulo 12 «Firma»

329 45 2
                                    

Miró todas las vendas.

A lo lejos a su esposo.

Estaba desconcertado.

¿Por qué ahora lo miraba con el ceño fruncido?

Al otro lado del vidrio se vio a un doctor junto al del parche, ambos con sorpresa; de inmediato ingresaron al cuarto de blancas paredes.

Bolivia había despertado.

Se acercaron a su lado, el de bata blanca hablaba con emoción y esperanza en sus ojos.

Parece haberle preguntado algo, ¿pero qué?, no entendía, ni siquiera podía escucharlo.

Trató de hablar, tampoco funcionó.

Claro, antes del accidente.

Todo ese medicamento ingerido anteriormente debió quemar su garganta, tenía tubos saliendo de esta y máquinas a su alrededor para que sus pulmones sigan funcionando.

Seguía con vida.

No pudo suicidarse.

Comenzó a llorar al recordarlo.

La culpa volvía a él, esos recuerdos sólo fueron un sueño. El haberlo superado y seguir un camino que lo rompía, que se declaraba fuerte...

Que por fin había tenido la valentía de soltarlo, de olvidarlo.

De haberlo preocupado...

Acaso, el Chile arrepentido ¿Sólo fue una ilusión?

No quería estar así.

Salió de sus pensamientos cuando notó que lo observaban, una vez más el médico conversó con Chile, preocupado y molesto, no obstante, el otro country no parecía cambiar de opinión.

Hasta que finalmente el doctor sólo asintió, ahora se encontraba triste.

Sus rasgos eran andinos, era uno de su gente.

¿Acaso era tan insensible traerlo aquí para salvar su vida? ¿Para que hasta ellos vean lo que quedó de él?

Su esposo tomó una hoja, se la quitó al doctor mejor dicho.

Y se lo mostró, no podía leerlo, estaba borroso. Pero pudo entenderlo al leer sus labios, él se lo dijo moviendolos suavemente.

«Todo terminará si lo haces»

Necesitaba su firma. Podía todavía cumplir su deseo. Ya no daba para más, no podría alzar a su país.

¿Qué sería de ellos?
Se volvió muy egoísta, pero en ese estado sólo los perjudicaría.

Ya no servía para representar a su nación.

Ya no era nada.

Pusieron un bolígrafo en su mano, y sintió dolor por ser presionado para que su mano reaccione y pueda moverla, aunque sea un poco.

Firmó.

Él tenía una sonrisa, una gigante por fin dirigida a él, la primera sonrisa para él.

Podía atesorarla, pero ya no le importaba.

El doctor se acercó a su costado y con mucho pesar presionó algunos botones.

Dejaron de ayudar las máquinas a fluir aire a sus pulmones.

Si no fuese por el sedante le comenzó a afectar, cerró sus ojos antes que la falta de oxígeno se haga presente.

Un sonido seguido y agudo continuó.

Él estaba por fin feliz.

Lo había roto.

Lo logró.

Y con ese papel, podía conquistar al argentino.

LímitesDove le storie prendono vita. Scoprilo ora