IV

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Yugyeom no había accedido a esto.

Maquillarlo había sido un trabajo engorroso, de primeras, porque se resistía a ponerse cada una de las cosas que le nombraban: que no a la máscara, que no al delineado, que no al rubor... hasta que accedió a usar labial, pero con la condición de que él escogiera el color. Terminó eligiendo un rojo cereza, con el que quedó fascinado toda la noche.  Era la primera vez que se maquillaba —ni siquiera lo había hecho cuando era pequeño, en esos cumpleaños donde podías elegir un maquillaje estilo hombre araña o princesa de Disney—,  así que era divertido verlo sorprenderse por cómo un labial podía volver sus labios más atractivos y provocativos.

Todos habían quedado muy felices con el maquillaje, excepto Jinyoung, que apenas se dejó poner un delineado en los ojos. Desistió en la mitad del segundo, y tuvieron que obligarlo a quedarse quieto mientras Mark terminaba con su trabajo. 

No había sido el único maquillando. De camino a su departamento, había avisado que un amigo suyo estaría allí con ellos; según lo que había explicado, era un ex-estudiante de intercambio de Tailandia, que hacía poco se había mudado con unos familiares a Corea. Su nombre era Bambam. Resultó ser un chico muy divertido y juguetón, más sociable de lo que esperaba. Apenas dos minutos después de conocerlos, ya hacía bromas y juegos como si fueran amigos de toda la vida. 

Ahora, el pequeño grupo de cinco que se había formado iba de camino a la grandiosa fiesta de Jackson, a la que Yugyeom en ningún momento había accedido a ir. 

Habían entrado todos en la camioneta familiar de Bambam, que según él —porque no había dejado de repetirlo—, solo se la habían prestado por esa noche, y que «si algo llegaba a pasarle bajo su cargo lo colgarían del cuello y arrojarían su cadáver al océano». Jaebum manejaba, porque era el único que tenía licencia. Yugyeom no recordaba cuándo la había sacado.

Jinyoung y él iban en la parte de atrás, donde iría el equipaje, porque todos los asientos estaban ocupados. Durante todo el viaje hubo un silencio tenso entre los dos, que ninguno se atrevió a romper; Yugyeom sabía que le debía una disculpa, pero estaba demasiado avergonzado como para dársela. Tampoco había encontrado el momento adecuado para hacerlo. No le pareció que allí, en el baúl de la camioneta prestada de Bambam, mientras todos cantaban y reían con canciones de Hannah Montana, fuera la mejor oportunidad para disculparse. Podría hacerlo luego, cuando estuvieran en su casa...

Jaebum estacionó el vehículo a unas cuadras de donde era la fiesta. Había asistido tanta gente, que la fila de autos continuaba por varias calles más. 

Yugyeom tragó saliva. Quiso relamerse los labios, que los sentía secos y cortados por los nervios, pero no lo hizo, para no quitarse el labial. Por eso nunca usaba maquillaje.

—No puedo creer que estamos a punto de entrar a una fiesta de Jackson, ¡estoy tan emocionado! —habló Bambam, mientras se bajaba de la camioneta de un salto. Había que hacer un pequeño envión al descender, porque los asientos estaban demasiado altos—. Podré coquetear con los de último año, mis favoritos.

—¿De qué año eres, Bambam? —cuestionó Jinyoung, bajándose después de que Yugyeom lo hiciera.

—Cuarto.

Todos se voltearon a verlo con los ojos abiertos de par en par.

—¿¡Tienes quince años!? —gritaron, casi al unísono. Bambam soltó un bufido, cruzándose de brazos.

—Sí, ¿y qué? No soy el único pequeño aquí. Yugyeom tiene dieciséis. 

—Sí... pero... aún así, suena muy pequeño —balbuceó Mark. ¿Cómo es que había sido su amigo las últimas semanas y nunca se había enterado de eso?—. Pensé que eras mayor.

Heterocromía [Jingyeom]Where stories live. Discover now