Pars XVII

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Jungkook corrió debajo del manto oscuro y lleno de estrellas como si estuviera a punto de llegar a la luna con tan solo correr en línea recta.

Pero ese no era el caso.

Las suelas de sus borcegos se hundieron en el barro y el cuero negro de éstas se raspó por las ramas que habían tiradas en la tierra. ¿Cuánto faltaba para llegar? Jadeó con fuerza y siguió corriendo a través de los árboles del bosque y el sonido de los búhos asustados por el ruido que estaba haciendo al pasar. De todas maneras, los animales nocturnos no recordaban conocerlo o haberlo visto alguna vez en la vida. El argentum corrió y corrió sin parar; pronto llegaría y estaría a salvo de nuevo. Sabía que su manada estaría esperando por él. Había esperado tanto este momento y maldita sea que había sido demasiado paciente con ello. Pero correr se estaba haciendo una acción difícil de hacer a medida que pasaban los minutos. No recordaba haberse agotado tan rápido antes y muchos menos, sentirse como un debilucho.

Incluso no podía transformarse en un lobo porque lo había dejado encerrado por casi seis meses y el pulgoso no era capáz de reaccionar a su pedido. Costaría un tiempo recuperar su naturaleza habitual.

Se detuvo cuando llegó a la pradera y jadeando miró al cielo que comenzaba a aclararse debido al amanecer. Aturdido y con el corazón martillándole en el pecho, soltó una risa irónica y cayó de rodillas en el césped. El recuerdo de aquella mañana de primavera donde el aurum y él lo habían hecho entre los pastizales apareció en su memoria en un instante y lo ahogó de sobremanera. Soltó una carcajada como si fuera un maniático, después sollozó mirando las aves volando encima suyo y negó con la cabeza.

Jungkook era un idiota.

En sueños creyó que cuando se despertaría, amanecería rodeado de esos brazos que estuvieron protegiéndolo por meses y que escucharía el llanto de su cachorro por segunda vez, que se levantaría con una mano en su barriga que lo estuviera acariciando y pequeños besos sobre su mejilla. Pero nada de eso sucedió. En cuanto se encontró con la habitación vacía y con su cuerpo derramado en sangre sobre la cama, corrió al baño a ducharse y luego buscó por todos lados a Jimin, pero no lo encontró. El argentum entendió entonces que habían llevado al cachorro a la veterinaria de Taehyung para hacerle los controles y se sintió agradecido por ello, sin embargo, no evitó que su corazón doliera y que cayera en la cruda realidad de sopetón.

Porque siempre había sido así.

Por más que el dorado le había negado que no tenía que sentirse como una maldita incubadora, Jungkook se sentía así. Nunca le importó a Jimin, ni en lo más mínimo. Él aurum estuvo protegiéndolo y siendo amable con él porque estaba llevando a su hijo en el vientre, todas las mentiras que le dijo habían sido solo para calmarlo y así no herir al cachorro que crecía en su interior. Haberlo dejado votado en sangre sin siquiera haberlo cambiado o despertado para que lo hiciera, le dio a entender que Jimin jamás se había preocupado en lo más mínimo por él.

Lo supo a través del lazo que los unía y por el corazón latente no correspondido.

Porque el aurum no lo amaba, no lo quería y solo lo había visto como un concubino al cual tenía que tratar bien porque estaba llevando a su hijo. Nada más. Y una vez que el plateado dio a luz y el aurum cumplió con su objetivo, lo dejó como un trapo sucio y se fue sin siquiera avisarle. ¡¿Qué le costaba haberle dejado una miserable nota?! Jungkook lo habría entendido si hubiese sido así. ¿Pero a quién iba a engañarle?

Já.

Carcajeó de nuevo.

Demente.

Era claro y estaba escrito en frente de sus ojos que Jimin no esperaba nada más de él. Y nunca lo haría. Desde que Jungkook cedió parir al cachorro, le dejó en claro al otro que se iría, que recuperaría a su manada y que nunca más regresaría.

Aurum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora