CAPÍTULO 7

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Este capítulo está dedicado a Irene, porque además de ser una de mis mejores amigas es otra de las mentes pensantes de esta historia y sin ella no estaría publicando 'Fresigambas' a día de hoy. ¡Feliz cumpleaños!


—Puta resaca de los cojones

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—Puta resaca de los cojones... —gruñí mientras bajaba a la cocina.

Con cada escalón mi cabeza retumbaba y mis ganas de vomitar volvían a crecer. ¡Y ya había vomitado tres veces! Quién me mandaba a mí haberme bebido ese último chupito de absenta... o los tres cubatas anteriores.

En el salón Ida ocupaba un sofá, leyendo en el eBook, mientras Adri estaba tumbada en el otro, hecha una bolita y con su peluche encima de la cabeza. Otra de resaca. Después de nuestro incidente con el rubiales, respetamos que Ida quisiese irse a casa y cogimos un taxi hasta el ático. Entre unas cosas y otras no llegamos a casa hasta las dos y media de la mañana y, como buenas fiesteras, lo primero que hicimos fue asaltar la nevera. Leire se hizo un bocadillo de queso, Adri abrió una ensalada césar sin gluten, Ida prefirió un tazón de cereales y yo un Cola Cao calentito con galletas. Comimos en silencio, muertas de sueño, y cada una se fue a su cuarto poco después.

Y si no seguía tumbada en mi cómoda cama, disfrutando de los rayos de sol que entraban por la ventana, era porque necesitaba un ibuprofeno para el dolor de cabeza y mi estómago me había dado un ultimátum: o bajaba a por un té fresquito de la nevera o me iba a tener toda la tarde vomitando.

—Buenos días —murmuré.

Ida levantó la vista y me sonrió.

—¿Qué tal la resaca?

—¿Resaca? ¿Qué es eso? ¿Se come? —bufé, señalando a Adri después con la cabeza— ¿Está muerta?

—Probablemente.

—¡...os sigo escuchando! —murmuró sin sacar la cabeza de debajo del peluche. Pese a tener veintitrés años dormía todas las noches con él y cuando estaba deprimida lo llevaba a todas partes— Me quiero morir...

—¡Eso te pasa por beber! —gritó Leire desde la cocina.

—¡Ay! Pero no grites —contesté.

Me la encontré desayunando cereales de colores en la isla de la cocina.

—Buenos días, ¿qué tal durmió la princesa? —dijo con una sonrisa.

—No me toques el chichi, Leire, que es muy temprano —me acerqué a la nevera y saqué la botella de té.

—Pero si son las doce.

—Pues eso, temprano —cogí un vaso limpio, volví al salón y me senté junto a Ida.

Leire vino detrás de mí con el bol de los cereales y se sentó en un sillón.

—¿Qué? ¿Recuerdas toda la noche?

FRESIGAMBAS: Manhattan [TERMINADA]Where stories live. Discover now