CAPÍTULO 36

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—¿Dónde estás ahora, Ida? —preguntó Sadwell, obligándome a dejar de tocar

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—¿Dónde estás ahora, Ida? —preguntó Sadwell, obligándome a dejar de tocar. No comprendía su pregunta— Responde, ¿o es que eres estúpida? —negué con la cabeza y escondí mis manos bajo las mangas de mi jersey.

—No lo sé... Pensaba que aquí. En la pieza. Estoy haciendo lo que me ha pedido.

Sadwell negó con la cabeza. Se incorporó de su banqueta y se sentó en la silla que había junto a mí. Tal y como me había prometido el día anterior, estábamos trabajando en el Ravel.

—No lo estabas haciendo. Llevas diez minutos haciendo que tocas —miró la partitura y después su reloj. Su mirada color miel se detuvo en la mía y suspiró—. Quizá sea demasiado por hoy o puede que estés pensando en ese muchacho pelirrojo que parece tenerte absorta todo el tiempo —al ver cómo se refería a mi falsa relación con Paul me sonrojé. ¿Y si, aún siendo falsa, realmente me estaba robando tiempo de estudio el estar con él? —Tiene pinta de ser un as en la cama, pero no debe de hacer muy bien su trabajo últimamente... Estás demasiado tensa y te tiene con la mente en otro sitio —tras escuchar esas palabras, deseé poder desaparecer de allí—. En fin, no es asunto mío y tampoco soy quién para hablar de relaciones mientras se está estudiando, pero no seas estúpida. Debes elegir cuánto tiempo le destinas a la música y a ese chico. Debes dejar que la música te haga el amor más a menudo que él, te tiene que tocar, te tiene que complacer... ¡Tienes que sentirla dentro de ti! —cerró mi libro y me lo entregó— Por hoy está bien. Ha sido una buena clase de piano, aunque todo es muy mejorable.

Me dio permiso para incorporarme de la banqueta y cerré el piano. Después, guardé las partituras en mi mochila y observé a Sadwell a contraluz mientras ella cerraba el segundo piano.

—Siento haberle hecho perder el tiempo —me disculpé y caminé hasta la puerta. Justo cuando toqué el pomo, Sadwell habló.

—No hace falta que te disculpes. De hecho, mientras te escuchaba tocar he recordado mis años de estudiante —sonrió—. Ojalá no tuviéramos que machacaros con la técnica. ¿Para qué sirve eso si no tienes nada que contar y transmitir? Sí, te puedo decir que tus muñecas están más altas, que te agachas, que eres muy bruta tocando el pedal, pero... Lejos de todo eso, ¿para qué sirve? Técnicamente eres imperfecta, Ida. Eres un desastre, no lo voy a negar. Me duele decir esto, pero Howard tiene razón y eres la pianista con peor técnica que he visto en mi vida. Además, eres indisciplinada a la hora de digitalizar tus piezas e incluso diría que la mayoría del tiempo no estás aquí... Como ahora —sonrió—. Tienes demasiada vida interior, ¿me equivoco? —continué mirando mis desgastadas zapatillas, mientras acariciaba varios de los padrastros de mis uñas— Pero, esos jodidos peros, ese mundo interior hace que transmitas más que ningún otro. No eres mecánica y al no tener una técnica regular y dejarte llevar, tu pulso se desvirtúa, pero a la vez creas sonoridades mágicas. ¿Lo has notado en Liszt? ¡Ha sido precioso! Eso no nos sale a todos por mucha técnica de mierda que tengamos... Solo por esa magia, no creo que pierda el tiempo contigo. Nos vemos el jueves y estudia, ¿quieres? Pero tampoco descuides a ese chico. Os he visto un par de veces y te quiere —sonrió y me despidió con la mano.

FRESIGAMBAS: Manhattan [TERMINADA]Where stories live. Discover now