5. Caramelo

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Salió de la ducha, tratando de diferenciar si el beso fue auténtico o solo por la tensión de no perder su empleo. Seguía confundido.

21:30 hrs. Mensaje de Kim Seokjin:

"¿Estás ocupado?"

21:30 hrs.

"Estoy en casa. ¿Sucedió algo?"

21:31 hrs. Mensaje de Kim Seokjin:

"Quería hablarte sobre el proyecto con el Fashion Week. Hice varias cosas por mi cuenta, pero necesito de tu maravillosa agenda. Lamento haberlo mencionado tan tarde. Estuve ocupado todo el día."

"¿Hacemos una videollamada?"

21:22 hrs. Mensaje de Kim Seokjin:

"De hecho, esperaba que aceptaras una invitación a cenar, ¿Puedes?"

La toalla que le cubría la cintura cayó de golpe. Nam contempló la pantalla de su teléfono, sin saber qué contestar. Bueno, debía recordar que era una cena con objetivo laboral y ya; eso estaba escrito, sin ninguna insinuación o morbo. Y alto ahí, si se dejaba llevar por sus emociones, acabaría con otro strike en la lista negra de Jin. Si el rubio se sobrepasaba o algo, ya lo resolvería.

Texteó una sencilla afirmación y que le indicara qué restaurante y en cuanto tiempo. Se llevó una sorpresa sumamente inquietante cuando leyó otro mensaje de Jin:

21:25 hrs. Mensaje de Kim Seokjin:

"Sí puedes salir ahora, sería perfecto. Estoy estacionado fuera de tu casa."


—————

—¿Desean ordenar ahora, señor?— preguntó la mesera, que no pasaba de los dieciocho años. Para ser su primer trabajo, agradecía tener un par de clientes tan sensuales y extranjeros. Coreanos, lo había adivinado por sus acentos.

—No, preciosa, ¿Podrías volver en unos cinco minutos?— respondió Seokjin con naturalidad, guiñando un ojo.

La chica se retiró enseguida. Jin sonrió de lado, disfrutando el ambiente. El restaurante era un cinco estrellas, con un palco VIP con vista a toda la ciudad de New York, música en vivo, comida y bebidas de primera calidad, con trato preferencial por ser cliente regular y lo que más le encantaba: un menú exclusivo de cortes de res. Era fanático de la carne desde que tenía memoria. Que va, si los vegetales no existieran, él sería el hombre más agradecido.

Por su parte, Namjoon estaba hecho un manojo de nervios. Se encogía en su asiento, cubriendo su cara con la enorme cartilla color marrón. No se había atrevido a mirar a Jin desde que abrió la puerta de su casa y se subió al Mercedes descapotable de su jefe. Estaba más nervioso que un camarón a punto de ser freído en aceite y rellenado con sal. En primer lugar, no podía evitar pensar que Seokjin empezaría a acosarlo de un momento a otro y gracias a eso, no podía leer en santa paz.


—Ya decidí, ¿tú que tal, Nam?

—Ah... Sí, creo que ya sé q-que pedir —tartamudeó, sin bajar la cartilla.

—Oye, no muerdo —dijo el rubio, tirando del papel para que Nam lo dejara sobre la mesa y lo encarara. —¿Me crees muy morboso como para hacerte algo en público?

GOOD BOY, NAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora