𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝓸 5: castillo de pensamientos congelados

1K 111 25
                                    

Ábrelo, despacio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ábrelo, despacio

 Dime que ves, si hay algo 

Un manantial

 Breve y fugaz, entre las manos

El invierno comenzaba a sentarse en Avonlea; blancas capas escarchadas en las calles, fríos sentimientos congelados y un panorama azulado para cualquiera que tomara un poco de su tiempo para apreciar el día. No era solo el escenario del pueblo, sino que, dentro de cada una de estas personas, el invierno también hacía efecto, causando melancolía y tristeza.
Gilbert Blythe estaba acostumbrándose a compartir la casa con su hermano, Bash. No se trataba de que le fuera difícil lidiar con Sebastian y Mary, al contrario, esa casa era un hogar de nuevo, y era porque los tenía como familia; el problema era que un corazón roto no sana de la noche a la mañana, quedar huerfano no se olvida en algunos meses, la soledad es intolerable una vez que reside en lo más profundo de una persona. Tenía tantas razones para estar feliz: Bash, Mary, la pequeña Delphinie, su descubrimiento de qué le apasionaba; sería un doctor... entonces, ¿ por qué se sentía así de mal?

—¿No tienes hambre, Gil?—pregunta Mary observando su plato de comida, todavía lleno. El chico divagaba en pensamientos profundos, por lo que le fue difícil volver a la vida real. Para remediar la preocupación de la mujer, decide comer, incluso cuando no tiene ni un poco de hambre.

Trata de llevar la cuchara a su boca, sin embargo, un temblor lo impide; su muñeca no deja de moverse en contra de su voluntad. Gilbert se asusta, y al no ver otra opción, lo ignora. Al tener la comida en boca una tos seca y repentina se hacen presente, dándole la sensación de que se está ahogando. Mary y Bash observan la escena asustados.

—Hey, hey, Gil, respira—dice Sebastian dando palmadas en su espalda. Finalmente, Gilbert terminó escupiéndolo todo, en medio de lágrimas y gritos, deja la mesa con pasos frívolos y torpes. La pareja intercambia miradas en busca de una explicación.

—Iré a verlo, cuida a Delph— anuncia la mujer dejando el interior de la casa.

Afuera, en el porche, se encontraba un muchacho agobiado que apenas lograba mantener su respiración. Con la mirada perdida en un punto fijo en el suelo.

Mary se acerca lenta y cuidadosamente.—¿Estás bien?—

—No.. no lo sé...yo... no... puedo... hablar —responde con gran dificultad.

—Tranquilo, respira—comienza, posando sus palmas en la espalda del castaño, acariciándolo.—Dime qué te sucede.

—No quiero comer, lo siento Mary, pero solo iba a comer para que no te preocupes.—responde casi en un susurro, con las manos temblando.

—¿Todo esto porque no querías cenar...?—

—¡NO QUIERO COMER!—grita, sacándole un gran susto.—Lo lamento, yo... nunca quiero comer, pero lo hago porque te preocuparás sino, y harás preguntas que no quiero responder. Y esto, esto es demasiado, me obligué tanto a comer que mi cuerpo se estresa con solo pensarlo, tanto que tiemblo. No puedo seguir así, no puedo fingir más que quiero hacer cosas que me están desgarrando... yo nunca quiero comer, creo que no deseo volver a comer nunca.—

~Las Flores Del Invierno~  ShirbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora