Capítulo XVII: We found love

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Capítulo XVII

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Capítulo XVII

Nat se limpió el sudor de la frente con el antebrazo, manchándose el rostro con sangre sin darse cuenta. Cada día aumentaba el número de soldados heridos que llegaban a sus manos. Comprendió en ese momento la desesperación de Renée por conseguir más enfermeras, más ayuda. Habían comenzado a romper las sábanas en tiras para confeccionar vendas artesanales y había usado todas sus medias como torniquetes. La situación comenzaba a volverse desesperada. Los alemanes presionaban cada vez más, reforzados por las fuerzas de un grupo armado y brutal que se hacía llamar HYDRA. Las tropas americanas comenzaban a retroceder y habían evacuado a varias unidades. Los únicos que resistían estoicamente el frío, el hambre y la falta de municiones eran los hombres de la 506° Aerotransportada.

Cuando terminaron de remendar las heridas del hombre que yacía sobre el camastro, Natalia se quitó el pañuelo de la cabeza y salió al exterior en busca de aire fresco. El frío recrudecía con el paso de los días y, para ella, resultaba extrañamente vigorizante. Mientras que Grace se quejaba de las condiciones del clima, ella sentía por momentos encontrarse en su natal Rusia. Se dejó caer sobre un montón de escombros y escondió sus manos ajadas en los bolsillos de su abrigo. Llevaba días sin saber nada de Steve. Estaba tan cansada... inclinó la cabeza en una plegaria silenciosa. Rogó al cielo que él estuviera bien y que todo aquello valiera la pena.

Una mano sobre su hombro la sacó de su ensimismamiento. Alzó la mirada y se encontró con la sonrisa amable de Eugene Roe. El chico había perdido peso y sus pómulos destacaban más que la última vez que lo vio. Le devolvió el gesto y el médico tomó asiento junto a ella. Permanecieron en silencio unos momentos; pero, aquel no era un silencio incómodo. Se entendían: ambos estaban agotados, física y emocionalmente. La guerra parecía no tener fin, y el sufrimiento que provocaba comenzaba a resultarle insoportable. Nat notó un paquetito en su bolsillo y lo sacó, desenvolviéndolo con cuidado.

– ¿Chocolate? – ofreció y el hombre asintió con una pequeña sonrisa. Quebró la tableta en dos mitades y le extendió su trozo, comiendo el propio en silencio.

– Necesito hablar contigo, Nat– sin dejar de masticar, Natalia alzó sus ojos hacia él, dándole pie a que continuara– Supe que tu marido estuvo en Austria. Se rumora que salvó a toda la 107° él solo...

Nat lo miró sin dar crédito a lo que oía.

– ¿Steve? ¿Mi Steve? – Eugene asintió.

– Se llama Steven Rogers, ¿no? ¿Sabías que lo llaman el Capitán América? – Natalia negó con un gesto. Él jamás le había mencionado nada de eso.

Su Steve era un hombre sencillo; valiente, sí, pero no un súper héroe. De algún modo, eso la hizo sentir un abismo entre los dos. ¿Por qué no se lo había dicho? ¿Qué es lo que le habían hecho realmente en aquel proyecto en el que se vio envuelto? El cambio físico había sido más que evidente, pero, ¿qué más habían hecho con él? Por un momento, se sintió fatal. Sintió que no conocía a su propio esposo. Dejó escapar un suspiro, y de pronto, el hambre la abandonó. Dejó su chocolate a un lado y volvió a esconder sus manos en los bolsillos del abrigo.

"Siempre tuyo, Steve"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora