Capítulo XXVI: Sunk in the dark

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Capítulo XXVI

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Capítulo XXVI

Uno

Dos

Tres...

Natalia escuchaba el tic-tac del reloj sobre su cabeza y permanecía inmóvil, contando los segundos. Sesenta segundos hacen un minuto y sesenta minutos una hora. Ella llevaba cuatro horas, veintidós minutos y cinco segundos recostada en la cama, mirando al techo, sin ser capaz de nada más que respirar. La voz distorsionada de Steve se repetía en su cabeza una y otra vez. "Volveré" había dicho él el día que lo dejó en el andén antes de irse a entrenar. Y volvió. Volvió convertido en alguien más, pero volvió. "Volveré" prometió cuando se embarcó rumbo a la guerra, mirándola con aquellos ojos que le daban sentido a su vida.

Y ella le había creído. Tanto le había creído, que lo siguió para un día volver con él, segura de que regresarían juntos a casa. "Volveré" dijo ahora y esta vez, ella no lo creía. Howard Stark se había apersonado en la sala de comando y ella lo escuchó gritar cuando volvió en sí. El ingeniero estaba furioso. Furioso con los agentes, con los altos mandos, con todo mundo. Si sabían que la misión era tan peligrosa, ¿por qué no habían enviado unidades de respaldo? ¿por qué no le habían dado un transmisor? ¿por qué habían permitido que se perdiera el elemento más importante que poseía el Ejército norteamericano y un buen amigo suyo para más señas?

Natalia se había levantado, llena de una rabia desconocida y dolorosa. Se liberó del agarre gentil de Bucky y caminó a paso firme en dirección al coronel Phillips, el jefe directo de Steve. El hombre retrocedió un paso cuando vio el fuego en los ojos de la muchacha. Nat se plantó frente a él y posó un dedo sobre su pecho, delicadamente, pero con tal intención que, por primera vez en su vida, el hombre quedó sin palabras.

– Quiero a mi esposo de vuelta, coronel. Se lo entregué en una pieza, así lo quiero de regreso– exigió, con la voz temblorosa de rabia y tristeza. Un nuevo mareo la acometió y Bucky, siempre a su lado, se apresuró a sostenerla por un codo. Los ojos de él eran puro acero: fríos y afilados. No dijo nada, pero era clara su intención. Él quería lo mismo y no descansaría hasta conseguirlo. En ese momento, se le acercó Stark y tomó su mano delicadamente entre las suyas.

– Señora Rogers, le aseguro que haré todo lo que esté en mis manos para ubicar a Steve y traerlo de regreso. Tiene mi palabra de honor– ofreció con aquellos ojos castaños suyos llenos de empatía y decisión.

– Gracias...– murmuró Natalia y en ese momento, como llamada por los ángeles, Grace se materializó a su lado y, ayudada por el sargento, la ayudaron a regresar a su barraca para que descansara.

Y allí estaba. Esperando. Contando los segundos como si se trataran de ovejas para ayudarse a dormir. Pero, ella no quería dormir. No ahora, no sin Steve.

"Siempre tuyo, Steve"Where stories live. Discover now