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- Luzco bien, ¿cierto? - Samuel se miró a sí mismo en el espejo de cuerpo completo. - ¿Qué opinas, Kira? - la gata volvió a dar una vuelta sobre la cama, mordiendo un calcetín que su dueño había dejado. - Tienes razón, estos zapatos no van con esta campera.

Se desató los cordones, sentándose en la cama, y miró sus calcetines grises. Estaba nervioso, hacía bastante tiempo que no tenía una cita con alguien que en realidad le gustara.

Porque algo en el fondo de su estómago le decía que aquel chico le gustaba más de lo que debería, y no solo físicamente; no solo le gustaban sus hoyuelos y esas risas bobas, también le gustaba lo mucho que se preocupaba por ayudar a tantos animales y como era tan paciente cuando le escribía para hacerle preguntas ridículas sobre su mascota.

Samuel caminó hasta el armario y guardó los zapatos para sacar otro par, miró con orgullo toda su ropa pulcramente guardada, y se volvió a calzar los zapatos.

- Estos lucen mejor, ¿a qué sí? - la gata maulló, tratando de bajarse de la inmensa cama, el chico la sujetó con una mano y la ayudó hasta ponerla en el suelo. - Muy bien, creo que estoy listo.

Miró su teléfono, y escribió un corto mensaje, que borró y volvió a escribir, una y otra vez, sin estar seguro de que debía decir para no parecer muy tonto o muy formal.

"¿Quieres que pase por ti?" Terminó diciendo, con el corazón latiéndole a mil por hora, y una extraña sensación de ansiedad en el pecho, casi dolorosa.

Mientras esperaba la respuesta, caminó hasta el salón, tomando el ramo de flores que había comprado aquella tarde.

Vet // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora