Capítulo V. Quince millones por un botón

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Toledo. Un mes antes del atraco. Atenas

Acababa de salir de la habitación de Berlín. Era mediodía y el día era perfecto para salir a pasear. En soledad, sin que nada ni nadie me molestase. Mis intenciones se vieron truncadas en el momento en el que al salir al jardín, me encontré al Profesor sentado en uno de los bancos.

Empecé a caminar alrededor de la finca, entre los árboles, con su atenta mirada fija en mí, pero sin decirle nada.

Tampoco había nada que decir. Desde nuestro primer y último beso, el mismo día que llegué a la casa de Toledo, las palabras que habíamos intercambiado tenían que ver, nada más y nada menos, que con el atraco.

En un momento dado le di la espalda, y cuando volví a mirar al banco, él ya no estaba ahí. No le di mucha importancia y seguí caminando, hasta que sentí una presencia detrás de mi.

- ¿Me estaba evitando, señorita Atenas?

- Ni mucho menos, Profesor. Tan sólo sentía la necesidad de pasear en soledad.

- ¿Ya se ha cansado de la compañía de mi hermano?

- ¿Cómo? - no entendía nada de lo que me estaba diciendo.

- Oh, ¿no me ha oído con claridad? Se lo repetiré de nuevo: ¿ya se ha cansado de la compañía de mi hermano?

- Mi stai dicendo che Berlín è tuo fratello?

Se lo dije en italiano porque el idioma que me salía hablar con él, sobretodo cuando me sorprendía. Sabía que lo entendía, al fin y al cabo yo se lo había enseñado.

- En efecto, es mi hermano. Espero que disfrute de su compañía - murmuró con indiferencia, como si nada de aquello le importase -¡ Pero no olvide que, una vez empiece el atraco, las relaciones personales no deben influir.

- Non trattarmi di te, sai che lo odio - le dije, todavía en italiano, sin darme cuenta. Es que odiaba que me tratara de usted.

- No me hables en italiano, hace mucho que no tengo el honor de practicarlo. Ahora ese honor lo tiene otro.

Y dicho eso se alejó.

Si no lo conociera bien. Si no supiera que es calculador. Que no se deja influir por las emociones. Si no supiera todo lo que sé de él, diría que está celoso. Aunque claro, quién cojones me mandaría a mi acostarme con su hermano. Ahora entendía mejor algunas cosas que habían pasado esos meses que habíamos compartido. 

...

Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Actualidad. Atenas

Después de que los médicos recuperaran sus objetos personales, los acompañé a donde teníamos a Arturito, que nos miró con el miedo reflejado en sus ojos. 

Le di una pequeña palmada en el hombro por donde le había entrado la bala, y sonreí al ver su gesto de dolor.

- No tengas miedo por la operación, Arturito - le dije - Ten miedo por lo que te espera cuando salgas de ella. 

Me alejé para dejar espacio a los médicos, y pronto sentí la presencia de Berlín justo a mi lado. Sin disimulo alguno pasó la mano por detrás de mi cintura y me apretó levemente. Me giré para mirarlo, pero mantenía la vista fija en el frente. 

Arturo empezó a ser intervenido, y Denver se acercó aún más a nosotros, con las manos temblorosas y una pequeña gota de sudor cayendo por la parte visible de su rostro. Lo miré a través de la máscara con los ojos entrecerrados, tratando de averiguar qué estaba haciendo, pero no pude ver bien. 

El mayor robo de la historia  (LCDP: Berlín) [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora