Capítulo 50. El padrino. 🔴

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Tan pronto Berlín desapareció de nuestra vista, Nairobi volvió a mi lado. No necesité que dijera nada para saber que quería que le contara todo lo que había pasado estos meses. Katar ya se había calmado, por lo que la dejé de nuevo en el carro y miré a Estocolmo, que entendió perfectamente que era lo que le pedía. 

- Yo vigilaré que esté bien.-fue lo que dijo. 

Asentí y me levanté, llevándome a Naiorbi conmigo. 

Cogidas del brazo empezamos a caminar por el jardín que rodeaba la casa, hasta que nos paramos frente a una fuente. Así, caminando, fui consciente de lo mucho que la había echado de menos, y de lo mucho que la necesitaba. Durante todos estos meses no había tenido a nadie con quien desahogarme, al quien confesarle lo mal que lo había pasado con el tema de Berlín. 

- Casi se muere, ¿sabes?.-empecé a hablar, sin que me preguntara.- Creí que no podía hacer nada, que terminaría perdiendo a la persona que más me importa en el mundo. 

- ¿Y qué pasó?.-preguntó con cautela.- Cuéntamelo desde el principio. 

- Los primeros meses estuvimos bien. Nos enteramos de que íbamos a tener un hijo, y por unas semanas fuimos las personas más felices del mundo. Creeme, Nairobi, Berlín es una persona completamente diferente a como lo conociste.-suspiré.- La cuestión es que, con el paso del tiempo, sus temblores se hicieron incontrolables, y la enfermedad estaba a punto de consumirlo. Se rindió, ¿sabes?.-sentía ganas de llorar.- Dijo que no quería seguir luchando, que ya no aguantaba más. 

- ¿Berlín dijo eso?.-preguntó en un susurro. 

Asentí. 

- Pero yo no me iba a rendir, así que contraté a alguien que buscara al mejor médico del mundo.-respondí, viendo como me miraba un tanto desconcertada.- El dinero mueve el mundo, Nairobi. La cuestión es que apenas un mes antes de que naciera Katar, el médico llegó, y nos dio una esperanza. Pequeña, pero era una esperanza. Justo la que necesitábamos para que Berlín recuperara de nuevo las ganas de vivir. 

- ¿Pero es definitivo? 

Sonreí antes de mirarla. 

- Nada lo es. Pero prefiero no pensar en eso. Lo único que sé es que no le queda ni un año, ni dos, ni tres, si no más.-respondí.- Lo que sé es que verá crecer a Katar, y eso es lo único que me importa.-me quedé callada unos segundos.- Por eso quiero que vengáis conmigo. La vida es muy corta, Nairobi, y no quiero pasarla lejos de todos vosotros. Sé que es peligroso que estemos todos juntos pero...No hay isla más protegida que esa, creeme. No os lo pediría si supiera que eso pondría en peligro la vida de mi hija. 

Nairobi me agarró la mano mientras asentía. 

- Hablando de Katar...¿Como fue? 

- La peor experiencia de mi vida.-respondí entre risas, recordando lo mal que lo había pasado.- Creo que durante las horas que duró el parto, rompí con Berlín mínimo unas veinte veces. 

"Me desperté rota de dolor. Me incliné por el borde de la cama y vomité todo lo que tenía en el cuerpo. 

Berlín, que llevaba prácticamente todo el día durmiendo por culpa del tratamiento, despertó sobresaltado. 

- ¿Estás bien?.-preguntó, mientras se incorporaba para ponerse a mi lado. 

- Avisa al médico, Andrés.-le dije, antes de soltar un grito por el dolor.- Avísalo ya. 

No parecía muy convencido con el hecho de dejarme sola, pero cuando le volví a gritar, salió de allí, en busca de la médico que teníamos en la isla. 

El mayor robo de la historia  (LCDP: Berlín) [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora