Capítulo 24. Vuelve Palermo.

1.6K 121 3
                                    

Nos miramos entre nosotras antes de salir corriendo, seguidas por Bogotá y Helsinki. 

- ¡Nairobi!.-grité yo a través del walkie, sen recibir respuesta alguna.- Nairobi, joder. 

Cuando llegamos a la sala, Gandía no estaba, pero nos encontramos con una acelerada Nairobi a la que le era prácticamente imposible respirar. 

La agarré de las manos, tratando de tranquilizarla. 

- Tranquila, Nai, tranquila.-susurré, mientras apoyaba mi frente en la suya. Todo saldrá bien, ¿vale? Mataré a ese cabrón, te lo prometo.-me giré entonces para mirar a Bogotá.- Quédate con ella, por favor. Tokio, Helsinki, buscad a Gandía. Avisaré a Denver y a Estocolmo, y me reuniré con vosotros. 

Todos asintieron y en menos de cinco segundos ya estábamos todos fuera. 

Con el arma en el alto caminé hasta el hall, donde empecé a escuchar un eco que parecía decir "Resistencia, resistencia, resistencia". 

El panorama que me encontré al llegar a las escaleras era indescriptible. Los rehenes y Palemo gritando "Resistencia". 

Alcé la pistola, y disparé tres veces, provocando que todo quedara en un silencio absoluto. 

- Resistencia, los cojones que no tengo.-dije, mientras bajaba las escaleras de una en una, con calama.-Arturito.-lo llamé.-Arturito de mi vida.-cuando estuve frente a él, lo agarré del pelo y tiré de él hasta que se arrodilló.- Te juro por mi vida, que como vuelva a oir una sola palabra salir de tu boca, te vuelo las pelotas, ¿de acuerdo? 

- S-si.-dijo, asustado. 

Me agaché levemente antes de golpear entre sus piernas con todas mis fuerzas, provocando que soltara un grito de dolor. 

- ¿Qué hemos dicho de hablar? 

Lo solté y lo empujé contras los demás rehenes. 

- Os diría que os mantuvierais calladitos porque así estáis más guapos, pero os mentiría. Así que, estad callados si queréis manteneros con vida, porque si no, os juro que no tengo ningún problema en mataros uno a uno, ¿de acuerdo? 

Denver y Estocolmo me miraban sin decir nada. Sabía que nunca me habían visto tan enfadada, pero es que la situación me superaba completamente. 

Les avisé de que Tokio, Helsinki y yo buscaríamos a Gandía, y les pedí que se mantuvieran atentos. Era alguien peligroso que no dudaría en matarnos uno a uno, así que, si lo veían, debían disparar. Eran órdenes mías y no del Profesor, pero esperaba que, aún así, las cumpliesen. 

Subí de nuevo las escaleras con el arma en alto, y empecé a revisar todas y cada una de las habitaciones. Todo parecía en calma. En excesiva calma, diría yo. No me podía creer como se había torcido las cosas, y todo por culpa del imbécil de Palermo. Estaba segura de que había sido él quien ayudara a Gandía. Suspiré. 

Iba a entrar en uno de los despachos, cuando un grito rompió el silencio. Era Tokio. 

Corrí en dirección a la biblioteca, de donde provenía la voz. Justo cuando estaba llegando, lo hizo también Bogotá. Nos encontramos a Helsinki colgando, medio ahorcado, con una cuerda alrededor del cuello. Con ayuda de Bogotá lo mantuve en alto mientras Tokio cortaba la cuerda. 

- ¿Helsi?.-susurré.- Helsi, ¿estás bien? 

El grandullón asintió antes de levantarse con cierta dificultad. Ese tal Gandía estaba verdaderamente empeñado en acabar con nosotros. Y me temía que si el Profesor no hacía nada, terminaría consiguiéndolo. 

El mayor robo de la historia  (LCDP: Berlín) [EDITANDO] Where stories live. Discover now