Prólogo

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California. Una de las muchas tradiciones de los Collin.

Beck y yo llevamos siendo amigas desde que éramos pequeñas, siempre lo hemos hecho todo juntas, y supongo que esa es la principal razón por la que estoy tan unida a su familia. Sarah y Richard siempre han sido muy hospitalarios conmigo. Todos los sábados por la noche ceno con ellos, otra de sus infinitas tradiciones, y después Ryder, el hermano mayor de Beck, me acompaña a casa. Aunque, sólo vivo a unas calles de distancia, a los Collin nunca les ha gustado que andemos solas de noche. Además, desde que Ry se sacó el carné de conducir hace unos meses, aprovecha cualquier, y repito: cualquier ocasión para coger su coche nuevo. O al menos así era al principio, hasta que Beck y yo descubrimos lo cómodo y divertido que es tener chófer privado. Creo que asimiló que no tenía una, sino dos hermanas alrededor de sexto de primaria, y lleva siendo así desde entonces. Lo quiero muchísimo, como "hermano mayor en funciones" claro, así es como se autodenominó diciendo que cumplirá ese papel dado que soy hija única, y que "necesito a alguien que me vigile", porque según él, soy un peligro. La cual es una afirmación que no pienso discutir. A veces puedo ser de esas personas que se tiran del precipicio sin ni siquiera haberme asegurado de que había agua debajo antes de saltar. Para algunos, es un defecto. Pero para mí, a pesar de ser un arma de doble filo bien puntiagudo, es una virtud. O al menos ese es el pensamiento que a menudo decido usar como escudo ante las opiniones de los demás. Porque a veces, todos necesitamos esas razones para excusar comportamientos y decisiones que ni nosotros mismo entendemos.

Todo esto de los viajes de verano de los Collin es algo que Beck y Ryder llevan haciendo desde muy pequeños, y a decir verdad, dada la meticulosidad de Sarah, a veces estoy segura de que llevan planeados desde que nació Ry hace 18 años. Llevan toda su vida viajando por el mundo, pasando unas semanas de su verano en infinidad de lugares; Inglaterra cuando cumplieron los 10, Florida a los 12, Irlanda con 14,... es un plan que trazaron sus padres cuando eran niños, y pusieron gran esfuerzo en que no coincidieran en los viajes, supongo que por eso los organizaron por edad, porque según Richard, querían que aprendieran a desenvolverse en lugares desconocidos sin aferrarse el uno al otro impidiéndolos avanzar, concer gente nueva, hacer amigos, perderse y encontrarse una y mil veces... Puede que por eso Beck no sea una gran fan de sus viajes de verano, aunque también puede que sea porque el encanto de pasar dos semanas en Inglaterra en pleno julio, cuando vives en Washington, es bastante cuestionable.

Pero este año es diferente, porque tenemos dieciséis, porque eso es sinónimo de California. Un campus cerca de la playa, en Long Beach, para ser exactos. Y porque no sé como narices he acabado metida en este lío, con un billete a Los Ángeles, una maleta a medio hacer, y un verano prometedor lleno de expectativas, probablemente inalcanzables, que cumplir junto a la tarada que tengo por mejor amiga. Y porque aunque esta sea nuestra primera vez allí, será el tercer verano que Ryder pase en California, y si es la mitad de maravilloso y caótico del lo que él nos ha contado, va a ser una auténtica locura. Este año, California nos espera a las dos.

Dispuesta a sentirWhere stories live. Discover now