Historias cortas.
Esos amores que florecen de manera espontanea tras una mirada, una sonrisa, un gesto de cortesía o incluso tras un accidente. Aquellos que encuentras en el bus o en el vagón del tren, mientras caminas a tu trabajo o simplemente re...
Te conocí en verano bajo el calor del sol, sobre la arena mojada y entre el agua salada.
-Disculpa, ¿Dónde puedo tomar el bus de regreso al pueblo?- preguntaste esa tarde.
Yo me enamore perdido, cuando escuche tu voz por primera vez.
-Voy al pueblo, puedo llevarte- Respondí con prisa, no te iba dejar ir.
Accediste sin esfuerzo.
Estábamos en mi auto. Los vidrios abajo invitaban a la brisa a acariciaba tu rostro, tu dulce rostro. Tú subiste el volumen de la radio, te gustaba mucho esa canción y comenzaste a cantar. Me encontraste mirándote y sonreíste un poco sonrojada.
-¿Qué necesitas hacer en el pueblo?- Pregunte.
-Encontrarme con mis amigas. Hoy regresamos a casa, han sido unas buenas vacaciones.
-¿Cómo es que no te conocí antes?- Tu reíste, y escuchar tu risa me flecho al instante -¿sabes que yo podría raptarte ahora mismo?- dije estacionando el auto a un lado de la carretera desde donde podía verse el mar.
-Estoy segura de que no me harías daño- Dijiste abandonando el auto.
Yo te observé desde mi asiento. Estabas de pie con tus ojos cerrados, tu cabello al viento y el aura de paz, que rodeaba todo tu ser, dejaba en evidencia lo mucho que extrañarías las olas del mar.
Te sorprendí por la espalda, tomando tu cintura.
Y entonces escuche tu risa una vez más.
Por unos instantes dudé si preguntarte... pero quizás era muy pronto para hacer aquella pregunta.
Subimos de nuevo al auto. El camino al pueblo se me hizo muy rápido. Tú reíste y cantaste durante el corto trayecto. Te despediste con una sutil sonrisa, cuando me detuve en el terminal de autobús.
La nostalgia me invadió mientras te vi alejarte, ¿y si eras tú ese amor del que tanto hablan? No podía permitirme perderte. Baje del auto deprisa y corrí hasta lograr alcanzarte.
En ese momento lo juro... quería preguntarte pero me perdí en tus ojos y antes de poder hacerlo tú hablaste.
-Ya debo irme- un dulce beso en mi mejilla fue lo último que me regalaste, luego, te perdiste entre la multitud.
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