El amor que sanó mis heridas

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En algún lugar del mar me encontraba yo perdido.

Tan perdido se encontraba mi cuerpo como mis deseos de continuar.

Alguna de esas desafortunadas circunstancias que nos va regalando la vida, se había robado todos mis deseos y puso en su lugar las ganas de desaparecer. Tome un bote con motor que conseguí a la orilla de la playa, con esfuerzo logré encenderlo pero al cabo de un par de horas la gasolina se había consumido por completo.

Me encontraba bajo el sol, sin agua ni comida. El sol fue a descansar y la luna me arropo mientras dormía. Al día siguiente, cuando el sol salió a saludar, me di cuenta que ese deseo mío de dejarlo todo y desaparecer, estaba a punto de hacerse realidad. Y yo estaba bien con eso, la idea de no tener que regresar a casa, de no enfrentarme al pasado ni sobrellevar el presente que conducía a un futuro sin ella, de alguna manera, me hacía sentir aliviado, lo admito me gustaba.

Pasaron quizás poco más de ocho horas y ya sentía mi cuerpo deshidratado, mi piel estaba quemada, sudaba y sentía como mi cuerpo se cocinaba cual carne asada. Mi estomago ya avisaba que tenía hambre, me sentía cansado, débil y mi mente comenzó a jugar en mi contra.

El miedo apareció de pronto.

¿Qué hay después de la muerte? Me pregunté con los ojos cerrados y mi cuerpo tumbado en el piso.

La verdad es que puede haber cualquier cosa pero el abrazo de mi familia sí que no estará ahí, el olor de mi comida favorita, el ritmo de la música que me gusta escuchar, sentir satisfacción tras alcanzar un logro o esa sanción después de descubrir algo nuevo. Sí, me comenzó a dar miedo la idea de perderme tantas cosas y también, imaginar el momento definitivo que pondría fin a vida.

-No sabrás lo que es estar enamorado- una voz femenina comenzó a hablarme –despertar viendo su sonrisa o que te tome de la mano para caminar- una voz dulce y suave –el sentirte amado, tanto como amas tu.

No era capaz de responder, mi cuerpo no tenía la fuerza para hacerlo.

Me esforcé en abrir mis ojos curiosos, me encontré con un rostro extraño posado sobre el borde del bote. Era distinta a cualquiera que hubiese visto antes y aunque me encontraba casi inconsciente es imposible olvidarme de ella. Ojos grandes color morado, su piel cubierta de escamas brillaba y tornaba de colores con los rayos del sol, su cabello platinado caía sobre sus hombros y la expresión de su rostro era casi tan misteriosa como toda ella.

-No te dejes vencer, aun te queda mucho por conocer- su voz era como una canción, podía escuchar melodía tras cada palabra que pronunciaba.

-Ya me he enamorado- respondí con dificultad permitiendo a mi cuerpo, ahora, permanecer sentado –mira a donde me ha traído el amor.

-Eso no es amor, el amor cuida, el amor sana, acompaña y apoya pero no abandona.

-Mi amor me enfermo y me abandonó, no sé de qué hablas.

-No conoces el amor pero lo conocerás, estoy segura.

Me sentí atraído por su mirada y me regaló una sonrisa, entonces arrastre mi cuerpo para acercarme a ella.

Pocos centímetros separaban nuestros rostros -¿Cómo puedes estar segura de eso?- pregunté susurrando.

-No hay misterio más profundo que el mar y ese misterio yo ya lo he resuelto- contestó entre melodía –no hay cosa en el mundo que yo no conozca.

-No creo que exista amor capaz de sanarme.

Entonces beso mis labios. Un beso húmedo, frío que invadió mi cuerpo y curo mis quemaduras, tibio que abrazo mi corazón roto. Profundo que toco mi alma y le otorgó vida, superficial que le dio a fuerza a cada débil parte de mí. Salado que despertó mis deseos dormidos de continuar y dulce que revivió mis ganas de amar.

-Hay impostores que les gusta jugar a ser el amor, no caigas en eso- se alejó del bote y mirándome a los ojos me dejo ver su cola de colores –el amor sana, y si no es así, ¿por qué mi beso logró sanar hasta tu alma?- se sumergió en el mar, la perdí de mis vista tan rápido que diría que fue fugaz. 

Amor FugazWhere stories live. Discover now