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Capítulo Uno:

Él asesinó de gitanos

...

Las calles de París se encontraban hechas un desastre, los gitanos  no dejaban de multiplicarse cual ratas asquerosas, el pueblo sólo permanecía inmóvil a la espera de alguna orden del juez Frollo ó mejor dicho su excelencia.

Algunos guardias vigilaban las calles en busca de gitanos que encerrar. Pasando a tomar de cada puesto lo que quisieran de lo contrario destruirían los puestos a su paso, excusandose con mantener la paz.

Él juez Frollo, cabalgaba por la ciudad en su imponente caballo Snowball, claro que la mirada autoritaria y ese  peculiar carácter lo hacían ver  más  como un jinete del apocalipsis.

-Quiero que reunas a las mujeres que estén a mi altura- miro a su mano derecha con irritación.

-Asi será mi señor- el otro jinete partió en compañía de 4 soldados más, dejándolo con  2 escoltas.

...

Al otro lado de la plaza se encontraba corriendo un hombre con desesperación, era un simple gitano con una bolsa entre sus brazos, miraba a todos lados con temor, no faltaba mucho para que se acercará a la guardia de Frollo, a unos cuantos pasos se detuvo con temor al ver a  la muerte en persona.

-Arrestenle- Ordenó a sus guardias lo apresaran a lo que estos bajaron de sus caballos.

Justo cuando lo tenían cerca este dio un par de puñetazos logrando derribarlos en el lodo, subió al caballo y corrió en dirección a los campos.

Él juez fue en su persecución, ya castigará a esos inútiles llegando, por ahora sólo quería la cabeza de ese mugroso gitano.

Cuando los guardias se pusieron de pie miraron al único caballo que quedaba, comenzando a pelear entre ellos por subir a él.

-Con su permiso- una patada a la cara los volvió a dejar en el suelo, la mujer limpio sus botas en el traje de ese par para luego subir y salir  en busca de ese ladrón.

Tiempo atrás

La mujer estaba investigando el paradero de un tal coplin, Clopin!, lo había recordado,así que mentiría un poco para llegar hasta él. Lo que no esperaba es que él bastardo que insinuó ayudarla logrará engañarla y robar su dinero y un par de cosas más.  Y ahora lo perseguía por Paris al muy maldito.

-Cuando lo atrape le cortaré los dedos y luego le haré tragarlos.-

Pensaba con molestia mientras seguía en su búsqueda, al llegar noto que alguien más lo perseguía, estupendo, ahora le cortaría no sólo los dedos,también sería la lengua, las  orejas y de paso le agradaría la boca al muy mentiroso.

-A ver si sigues hablando después de esto-

....

El juez había logrado acorralarlo en un callejón, saco su espada haciendo que el caballo se asustada y saliera corriendo.

- No sabes cuanto voy a disfrutar esto-

Blandio su espada en el aire listo para dar una estocada pero alguien la habia tomado y enterrado en el abdomen del tipo.
Comenzó a moverla de arriba a abajo

-Disfrute mucho perseguirte por la plaza, pero, será mejor que me des lo que es mío, ¿no crees?-

El muchacho asintió múltiples veces mientras que miraba con terror a la mujer, abrió la bolsa y de ella saco una especie de protectores.

-Sabes, me preocupaba que pudieras perderlos idiota. ¿Quieres saber para que son?

-Nnnn.....No.....alejate....dej.....

-Shhh, No queremos que alguien más venga, ¿o si?, hoy me siento compasiva, dime, que prefieres que te corté, ¿la lengua o los dedos?

-Eres una p....

No pudo terminar puesto que tomo su lengua y luego acercó su otra mano.
-Pero que vulgar.-

Cortando un trozo de tela lo amordazo ahogandolo con su propia sangre.

-Si no te tragas la sangre morirás, déjame ayudarte quieres.

Con su mano empezó a dar un masaje muy agresivo a su cuello haciendo que tragara de poco a poco su sangre.

-Que tonta!, olvide la nota.

Saco la espada de su abdomen, dejándola a un lado, el chico estaba tan moribundo que apenas y podía abrir los ojos.

Con su sangre escribió en su frente con letra cursiva Clopin.

-Listo!, dile a tu amiguito, si es que lo ves por ahí, que me gustaría hacerle una visita.

Palmeo el rostro del muchacho, para girar al hombre, este se mordia el labio inferior disimuladamente, aunque claro que no pudo pasar eso por alto.

-Aqui tiene su espada-

Al notar la mirada en ella se dio cuenta de que estaba sucia, así que la paso por la ropa del bastardo ese que le robó para limpiarla un poco.

-Si me disculpa tengo a un bufón que buscar.

Claude la miro irse, no aguantando bajo del caballo y la tomo de la cintura, la acorralo en la pared mientras  llevaba su nariz al cuello de la joven.

- Señor, le pedire se quite de mi, ó....

- ¿ó que?

Con fuerza y usando su mano izquieda sostuvo de las muñecas en lo alto a la joven, mientras que con la otra  apegaba su cuerpo a él.

-¿Qué es lo que quiere?, acaso piensa sufrir lo mismo que él.

Señaló con la mirada el cuerpo ensangrentado en el suelo. Él hombre ignoró por completo las palabras de la muchacha.

-Se mía....se mía...ven conmigo y nada te faltará.......ven conmigo.....

La joven simplemente le dio un beso en el cuello, dejando una marca, como suponía, al corresponder el beso aflojo su agarré, lo cual aprovecho y dando un empujón subió al caballo.

Él juez permanecía de pie tocando su cuello, para sentir un líquido carmesí salir de él. Le había perdido la pista, acomodo su traje y guardo su espada, antes de subir a su caballo, miro en el suelo aquella bolsa a un lado del cuerpo, se acercó para revisar su contenido.

Dentro había un dije de plata, tan fino que incluso podía reflejarlo, al abrirlo sonrió macabramente.

-Geraldine Legrand, con que ese es vuestro nombre.... amada mía.











LA CODICIA DEL MINISTRO Where stories live. Discover now