567 57 0
                                    

Capítulo Siete

Verdades ocultas
...

El trayecto a París debía ser cómodo para la futura esposa del ministro, César se empeñaba en cuidarla al igual que los guardias.

Las órdenes eran sencillas, escoltarla en 3 días hasta París, el suficiente tiempo para que su llegada fuera preparada. Mirarla entre sus brazos, descansando como un ángel, lo hacia olvidar su agustia, por desgracia, ese ángel sería llevado al infierno, puesta al lado del mismísimo Lucifer.

-Camile - César susurro con delicadeza a Camile.

Aprovechando el sueño de la joven, César unió sus frentes, esperando nunca olvidar aquel encuentro tan cálido, tentativamente pensó en darle un beso, sería el único delito de su amor. Un amor incompleto.

-Cesár- Camile  hablo a su amigo César, pudo notar como el general que la sostenía en brazos le evitaba.

-Descansaremos en un par de horas mi señora- César respondió sin apartar la vista del frente.

-Quiero subir a mi caballo- Camile sentenció haciendo que todos se detuvieran.

-Mi señora, no es muy seguro, su caballo podría perder la calma.- César intentaba persuadir a Camile.

Finalmente Camile obtuvo lo que quería, estaba sobre su caballo Prometeo, pero eso no evitaba la mirada del General César. Con pesadez miro el atardecer de este día, sólo quedaban dos noches y un día para su encuentro.

...

En París, todo mundo corría de un lado a otro, la noticia sobre la llegada de la futura esposa del ministro los tenía inquietos y atareados. Los panaderos preparaban pastelillos de todo tipo para presentarlos esa noche a su señor y pudiera elegir los indicados , los floristas hacían los arreglos florales que se habían impuesto, los sastres se encontraban preparando el traje de su señor y algunos adornos para la ciudad.

En el palacio de justicia, las sirvientas limpiaban y ordenaba con una completa maestría, mientras que el ministro preparaba las invitaciones tan repentinas a los nobles, entre los arreglos de su compromiso y su trabajo como juez apenas y podía mantenerse de humor, si se podría llamar humor a su carácter.

-Necesito otra jarra con té - Alonzo le pedía a la ama de llaves.

-A este ritmo se terminara la colección de porcelana.-  Respondió la ama de llaves.- Pediré que alguien ordene su estudio-

-Qierida, no creo que eso sea muy razonable en este momento- Alonzo dijo a la Ama de llaves.

Comenzarían una conversación pero los gritos iracundos del Ministro los enviaron de vuelta a sus tareas.

Tropezando, Alonzo llego a la puerta de su amo, tocó un par de veces  antes de recibir un gruñido como respuesta.

Apenas entrar fue recibido por una taza que se estrelló a un lado, la habitación estaba en completo desorden, cuadros tirados, sillas a un lado, tres antiguos juegos de té hechos pedazos, papeles regados y un ministro muy estresado que apenas y podía mantener firme su pulso.

-Mi señor,Le traigo un poco de té - Alonzo colocó una taza frente a su amo, esperaba alguna orden o mínimamente un ataque de furia hacía él.

- Alonzo, ¿Porque demonios no  pediste más tiempo?-  Claude pregunto con irritación a su sirviente.

-Señor, Le recuerdo que el señor Giovanni estipulo esto-  Alonzo respondió con sencillez.

- Lo recuerdo claramente Alonzo, no pudiste hacer uso de tu amistad para abogar.-  Claude replicó luego de dar un sorbo de té.

- Lo hice mi señor, Giovanni estaba dispuesto a realizar el anuncio el día siguiente.-

Alonzo no mentía, su amigo podría ser muy orgulloso, incluso estaba dispuesto a realizar en Florencia el anuncio de compromiso. Pero eso no le convenía al ministro, que pensarían los demás nobles al saber que la familia de la prometida habría pagado todo. Sería un gran golpe al orgullo del ministro, incluido el orgullo de París ante Florencia.

....

En Florencia, Giovanni celebraba junto a Leonardo el compromiso de Camile, Maurizio se había negado a celebrar semejante aberración. Prefería vigilar a Flavio en su celda, para que no intentará hacer alguna estupidez.

-¡Leonardo!, ven acá muchacho- Giovanni abrazo por el cuello a Leonardo, Giovanni bebió tanto vino como pudo, u ahora el alcohol hablaba por él.

-Geovanni, aflojar el agarre por favor-  Leonardo hablo con dificultad respiratoria a Giovanni.

-Jeje, Leonardo, ¿Cuánto tiempo te tomará realizar un cunero?- Ignorando la petición de Leonardo, Giovanni pregunto con mucha ilusión al joven pintor.

Como pudo, Leonardo se libro del agarré y respiro profundamente.

-Giovanni, ese sería trabajo de un carpintero, yo soy un pintor.- Leonardo respondía con molestia a Giovanni.

-¿Pintor?-Giovanni se quedo quieto por un tiempo- En ese caso, ¡Un cuadro!,¡Un cuadro de los futuros  Medicci!.

Leonardo se golpeó el rostro con exasperación, entendía la felicidad de Giovanni, pero estaba sobrepasando el límite. Camile estaba comprometida, por beneficio pero lo estaba, no era justo que su padre tomará detalles que no debía, si Camile decidía tener un hijo o no, sería su problema. Giovanni ya había intervenido lo suficiente en la vida de Camile y era hora de poner un alto.

- No Giovanni, ya basta de tomar atribuciones que no te corresponden. Camile ya no es una niña, es una mujer,¡una mujer!

Leonardo hablo con firmeza, sin esperar respuesta alguna salió del estudio de Giovanni.


LA CODICIA DEL MINISTRO Where stories live. Discover now