Un lugar de milagros.

24 4 1
                                    

—¿Todo bien? —preguntó Helena por los auriculares.

—Me siento pésimo, estoy débil. Creo que debieron haber enviado a gente más fuerte que yo. Yo solo sé usar mi cerebro, no mi fuerza —contesté

—Entonces utiliza el cerebro. Cada segundo qué pasa nos aleja más del objetivo, podría estar ya muerto. Trata de evitar encuentros hostiles.

—Lo haré. Corto.

—Espera, te tengo que contar algo y es que hace 5 minutos aproximadamente el radio de Melissa a dado señales desde el Pueblo por el que andas tú. Patrick sigue sin dar señales pero estaré atenta —contó Helena.

—Útil saberlo. Gracias.

Corté y comencé a pensar que hacer.

Me devolví por donde vine, fui por el salón de los cuadros y luego por el pasillo donde estaba la escalera sellada a tablones con clavos.

Podría utilizar el hacha para romper los tablones y subir, ¿no?

Si está bloqueada es porque hay algo que no quieren que vean, o algo que no quieren que los vea a ellos...

Comencé a talar la madera, que por suerte estaba podrida y no me costó mucho romper. Me bastó con derribar el suficiente espacio por que pudiera pasar... y pasé.

Miré hacia arriba de las escaleras y estaba aún más oscuro que acá abajo, así que encendí la linterna.

Subí la escalera lentamente que crujía con cada paso que daba y cuando estuve arriba me encontraba en un pasillo, frente a mí había una puerta, a la derecha un ventanal grande que me dejaba ver como las nubes negras tapaban el sol, y a mi izquierda un salón parecido al de los cuadros.

Abrí la puerta que vi y... solamente eran unos baños. Muy mal limpiados por lo demás.

Avancé por el pasillo hacia el otro salón lentamente mientras oía cantar a los cuervos. Y sabía que eran cuervos porque ya los había visto en el muelle cuando llegué.

Ya en el salón comencé a inspeccionar por ahí con mi linterna y encontré un par de hojas sucias.

"Diario de Marcos Dirtwood.
28 de Septiembre de 1994

¡El tiempo de la cosecha ha llegado! Se espera que sea una gran cosecha sobrante este año, la cual podemos vender a un buen precio a las grandes ciudades de Nueva Zelanda. Con ese dinero podríamos conseguir cosas que no están disponibles en Pahía, tales como gasolina. A propósito, hoy he ido a almorzar con el vecino que ha tenido buena pesca últimamente. Su hijo me ha contado que hoy en las minas han descubierto aguas subterráneas que nos servirán para abastecernos. Pahia se transforma cada vez en un lugar de milagros. ¡Que alegría! "

Estoy cada vez más convencido de que ese tal Marcos Dirtwood es el leñador que me atacó en la cabaña frente al muelle... es una lástima.

Todos en el pueblo parecen haber sido buenas personas, personas normales como todos.

¿Qué les ha pasado? Es otra pregunta que se añade a una gran lista.

Mire hacia atrás y habían dos pequeños balcones que me dejaban observar hacia el primer piso, donde estaban los asientos y el altar.

En el centro de estos balcones había una cruz de madera apoyada en una mesita.

La toqué para examinarla, me traía recuerdos de Jack, porque él tenía una cruz tatuada en el brazo.

En cuanto toque la cruz, esta se hundió en la mesa y comenzaron a sonar unos ruidos, como si se hubiese activado un mecanismo.

Los ruidos provenían del primer piso, así que me asomé por uno de los balcones y pude ver detalladamente como el altar comenzó a dividirse en dos, dando paso a una escalera subterránea de metal.

Si esa lista de las preguntas ya está llena, con esto ya he colapsado.

Si Melissa hubiera estado acá primero que yo ya habría descubierto aquella escalera, así que supongo que aún andará por allá afuera.

Bajé apresurado con ganas de poder saciar mis dudas.

Cuando estaba en el pasillo a punto de llegar al salón principal del altar, alguien se paró frente a mi.

—Veo que me has ganado. Gracias por hacerme el trabajo.

Iluminé su cara con mi linterna... era Melissa.

—Veo que ya estás acostumbrada a esperar a que hagan tu trabajo y luego llevarte el crédito —le dije.

La cara de Melissa siempre está igual, puede estar asustada, a punto de morir, feliz, estar dando a luz, y siempre mantiene la compostura.

Se dio media vuelta, ignorándome completamente y a caminar en dirección a la escalera del altar.

—¡Quieta! —le dije apuntándole con la pistola.

—Disparar a bocajarro a los aldeanos no fue muy buena idea, sólo lograste atraer más la atención... y quedarte sin balas —dijo sin siquiera darse la vuelta.

Nuevamente empezó a caminar.

—¡Quieta! —volví a exclamar.

Bajó las escaleras y rápidamente la seguí.

Solo logré oír las pisadas de sus botines en el metal de la escalera, pero cuando la iba a detener ya no estaba.

Es una mantis religiosa.

Empecé a bajar lentamente las escaleras e iluminé hacia el final, que solo me sirvió para notar lo profundas que eran. Siento como si estuviese yendo al infierno.

ZELANDAWhere stories live. Discover now