cincuenta y uno

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No podía ser, tenía otra vez la maldita sensación de estar en lo más profundo de mi mente. Me empecé a agobiar. ¡No podía quedarme atrapada otra vez!

-¡Ana! ¡Amor!- oía a Miriam gritar-¡Reacciona! Por favor...

Pero no podía hacer nada, solamente podría escuchar su desesperación. Dios, era tan frustrante...

-¡Apártese!-oí que decían, suponía que era el médico.

-Miriam, tranquila, está en buenas manos-dijo Alexia.

-¡¿Cómo me puedes pedir que esté tranquila cuando mi prometida está incosciente?!

-Leona, no sirve de nada que te pongas así, intenta calmarte y dejar que los médicos hagan su trabajo. Sé que es difícil, pero inténtalo, hazlo por ella- dijo Alexandra.

-¡Vamos! ¡Al hospital!

Después de eso, volví a caer en el abismo de mi mente, no escuchaba nada. Sabía que Miriam no estaba conmigo, ella era la única persona que lograba tirar de mí y sacarme de ahí.

Cuando llegamos al hospital, pude darme cuenta por el sonido que hacía la máquina encargada de señalar mi ritmo cardíaco. Había conseguido calmarme durante el camino ya que me había dado cuenta de que cuando me calmaba estaba más cerca de salir de mi abismo personal.

-Amor, nos encontramos otra vez en la misma situación que hace dos años y, tal y como hice la primera vez, te pido que luches para recuperarte, que nos quedan un montón de aventuras por vivir. Canaria, te amo- dijo para después darme un pico.

En el momento en que sus labios tocaron los míos pude sentir como me acercaba a la salida, sin embargo, no pude cruzar al otro lado. Esa vez tenía que salir por mi cuenta.

Me preparé para hacerlo. Me tumbé en el abismo y me obligué a tranquilizarme. Primero calmé mi respiración hasta que a mis pulmones solamente entraba un pequeño flujo de aire. Después fui relajando las facciones de la cara, el cuello, el pecho, la espalda... Poco a poco logré ir "durmiéndome" dentro de mi propia consciencia, hasta que finalmente...

Un haz de luz entró a través de mis párpados. Había logrado despertarme.

-Leona, estoy de vuelta- dije con dificultad.

-Dios cuanto te amo- contestó para después abrazarme con delicadeza- Voy a llamar al médico.

Tras esperar un rato, llegaron ambos charlando tranquilamente.

-Ana, me alegro de que hayas vuelto- dijo el médico- Verás, al principio pensábamos que simplemente te habías desmayado, pero cuando te hicimos las pruebas, tu estado se asemejaba al que se tiene cuando se entra en coma. Generalmente, los pacientes tardan mucho más en salir de dicho estado, por lo que hemos tenido suerte- sonrió- te hemos hecho varias pruebas para ver los motivos y todo está normal, parece ser que te quedaste inconsciente de la emoción. ¿Te has mareado últimamente?

-Sí, el día de antes de la final- contesté.

-Canaria, eso no me lo dijiste-me reprochó Miriam.

-Lo siento Leona, no pensé que fuese importante- dije haciéndole una caricia.

-¿Habías tenido una emoción fuerte en ese momento?- preguntó el médico.

-Sí, pasaron muchas cosas raras en poco tiempo y me dio bastante impresión- admití.

-Está bien. Como por ahora todo está bien, te quedarás esta noche ingresada por si las cosas se complican y si todo sigue como ahora mañana te podrás ir. Si te vuelve a pasar, vuelve sin dudarlo. Y ahora os dejo tranquilas- dijo el médico para acto seguido salir de la habitación.

-Leona, ¿está mi madre?

-Sí, está fuera, le voy a decir que entré.

-Vale.

Al cabo de un rato entró mi madre con una sonrisa en el rostro.

-¿Dónde está la campeona del mundo?- preguntó al entrar-¿Qué tal estás mi niña?- preguntó acariciándome el rostro.

‑Bien, ya estoy mejor. Siento haberos dado ese susto-dije con cara triste.

‑ No pasa nada. Así que, dime, ¿te has emocionado tanto que te ha dado un telele?- preguntó intentando bromear.

‑Sí, es que tenía envidia del KO de Miriam‑ seguí la broma.

‑Cierto, Leona, lo siento mucho, pero sigue dedicándote al fútbol, porque como te dediques a la lucha libre vas a salir escaldada‑ dijo mi madre.

‑Tienes toda la razón‑ coincidió ella‑seguramente me salga un cardenal tan grande que se vea desde la otra punta del mundo‑ dijo sobándose la frente.

Durante el resto de la tarde me llamaron mis amigos para ver cómo estaba y las chicas de la selección vinieron un rato para intentar que se me hiciese más ameno todo. Finalmente, las chicas y mi madre se fueron para hacer las maletas, ya que regresaríamos mañana a España.

Después de cenar, estuvimos viendo un rato la tele. Me quedé pensando en lo que había pasado. Tenía miedo de que me volviese a pasar, ¿y si la próxima vez no podía salir? ¿Y si me quedaba atrapada para siempre?

-Amor, ¿qué pasa en esa cabeza tan loca?- preguntó Miriam.

-Nada, tranquila. ¿Por qué no nos acostamos ya?- pregunté. No deseaba preocupar más a Miriam por unos tontos pensamientos. Suficiente tenía ya con el susto que le había dado hoy.

-Canaria, ¿recuérdas lo que te dije cuando te pedí matrimonio, lo que prometimos de pequeñas? Si no, te lo repito ahora, voy a hacer todo lo posible por que seas feliz. Amor, dime lo que te preocupa y así podremos afrontarlo las dos, juntas.

-Miriam... Tengo miedo. ¿Y si me vuelve a pasar y esa vez no logro volver?

-Fácil, estaré contigo hasta que despiertes- conestó.

-No, Leona, no es tán fácil- repuse-. No quiero que te quedes anclada, que paralices tu vida, esperándo algo que ni siquiera sabes si va a ocurrir. No deseo que desperdicies tu vida por esperar que yo vuelva a la mía- dije mientras le acariciaba el rostro.

-¿Qué me quieres decir con esto?- preguntó asustada.

-Que si vuelve a pasar y no logro despertar, quiero que sigas con tu vida. Que al menos tú seas feliz- contesté.

-Lo que me pides es imposible. Ana mi felicidad está contigo, esa es una lección que aprendí cuando te vi por primera vez y es algo que no voy a olvidar nunca-dijo Miriam con los ojos cristalizados.

-Cariño, intenta ponerte en mi lugar. Si ves que la persona a la que amas con todas tus fuerzas tira su vida por la borda por esperarte, sin siquiera saber si algún día podrá volver a ver tus ojos o tu sonrisa, ¿no querrías que siguiese con su vida, que fuese feliz, aunque fuese con alguien más? No te pido que la busques, simplemente que intentes seguir adelante, que busques tu felicidad y que no te cierres al amor. Que si llega alguien que logre hacer que cada vez que la veas tu corazón se salte un latido, que no te alejes de ella por mí. ¿No querrías que yo hiciese lo mismo si la situación fuese al revés?-dije entre lágrimas.

-Claro que querría que fueses feliz, pero también sabría que es imposible. Ana, si me quiero casar contigo no es porque sea algo que "toque". No quiero casarme contigo porque te conozco desde que tenía seis años o porque hayamos estado juntas como pareja desde los once. No. Quiero casarme contigo porque te amo. Con todo lo que eso implica. Así que no, no puedes pedirme que busque a alguien más, porque cada vez que besase a esa persona me acordaría de cómo te beso a ti. Cada vez que la mirase, desearía que fueras tú. Simplemente desearía tenerte a ti en vez de a cualquier otra persona. Y sabes que eso no sería justo, ni para ti, ni para mí, ni para esa persona-declaró llorando.

Nos quedamos en silencio. Sabía que era imposible convencerla de ello, pero quería que si por azares del destino yo volvía al coma y ella encontraba la felicidad en otro sitio, que no la dejase escapar, que no se sintiese culpable por mí.

Finalmente me quedé dormida en sus brazos, pensando en la conversación que habíamos tenido.

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