EL PACK COMPLETO

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"El tiempo se para cuándo un cirujano está en el quirófano. Se acercan a la mesa, evalúan al paciente, toman el bisturí y luego se introducen en una burbuja. Solo está ellos y su operación y no importa nada más. Ni el tiempo, ni el dolor, ni el cansancio, absolutamente nada. También ocurre en la vida real, cuando atravesamos por un suceso importante y sucede algo trágico, nos paralizamos. Nos retiramos a nuestra burbuja feliz durante lo que parece un segundo, hasta que levantamos la vista y de repente nos damos cuenta de que es año nuevo. ¿Cómo podemos regresar al mundo? Solo pensarlo, da miedo. El tiempo parecía haberse detenido y ahora se acelera y buscamos desesperadamente un salvavidas, algo que nos de esperanzas. Sin embargo, ¿estamos realmente preparados para dejar nuestra pequeña burbuja de felicidad y regresar hacia el gran, deslumbrante, sangriento y terrible mundo? ¿Estamos preparados para lograr lo imposible?".

"Sálvate, la vida te espera"- Boris Cyrulnik.

Todo irá bien. Los médicos suelen repetir ese mantra a cada paciente y familiar antes de una operación acompañado de una sonrisa y un leve apretón de manos y los pacientes les creen, aunque sepan que no hay nada que hacer, porque la esperanza es lo último que se pierde, por que a veces necesitamos que el eco de ese aliento nos envuelva, como un manto de protección, como cuando éramos pequeños y teníamos miedo. Si analizamos bien el origen del miedo a lo largo de la historia nos daremos cuenta de que el calor siempre ha sido la mejor arma para combatirlo. El ser humano descubrió el fuego y a partir de ahí, supo que el calor y la claridad no podían ser malos porque sus peores temores desaparecían. Lo mismo ocurre cuando tenemos miedo. Nos escondíamos bajo las sábanas, encendíamos una luz o si la situación era desesperada, corríamos a toda velocidad por el pasillo hasta la habitación de nuestros padres cargando por supuesto con el dragoncito de peluche y terminábamos durmiendo abrazados a ellos, calentitos y seguros, sabiendo que nada malo podía pasarnos. Natalia recordaba perfectamente una de esas noches en las que tronaba, las ventanas crujían y se fue la luz, todo estaba oscuro. Incluso con la cabeza metida bajo las sábanas le temía a ese monstruo invisible, así que se armó de valor, tomó su nenuco y salió corriendo sin las zapatillas hasta la habitación de sus padres. Entró a toda mecha y se metió en la cama. Uno de los huecos estaba vacío porque su padre aun seguía en el hospital. Se acomodó la almohada y cuando se giró vio a su madre mirándola fijamente con una pequeña sonrisa. No le dijo nada, simplemente le dio la mano y se quedó dormida en aquella postura. Recordaba perfectamente el sonido de su voz, esa nana ronca y vibrante en mitad de la noche. Su mano, su voz y su calor protegiéndola de todos sus miedos.

-Todo irá bien mi vida- le dio un beso en la frente-.

Natalia sacudió la cabeza y frunció el ceño, no entendía porque aquel recuerdo la asediaba justo en esos momentos. Pensaba en la decisión de Irina, en el miedo de sus ojos cuando les había confesado que no quería tener al bebé que esperaba, que no sería capaz de cuidarlo. Ese miedo, lo había visto antes, en una mirada que no olvidaría nunca. En su madre, en una mujer que parecía incapaz de querer a nadie mas que a si misma, que la lanzaba en la parte mas profunda de la piscina para que aprendiera a nadar, quien la dejaba sola en mitad del parque sin ni siquiera despedirse, quien la culpaba de que todo el amor de su padre, no fuera para ella. Ese miedo enfermizo a quedarnos solos, a sentirnos abandonados y perdidos, ese miedo a no ser suficiente. Irina tenía el mismo miedo. Alba tampoco dejaba de darle vueltas a la conversación con su tía, trataba de tomar perspectiva, pero no podía concentrarse en nada más. Le había dado su palabra de que no le diría nada a nadie y no rompería su promesa, pero le costaba asumir que su tía considerase la idea de tener un hijo como una amenaza, como si lo que crecía en su vientre no fuera mas que un monstruo que arrasaría con todo. Se revolvió el pelo con nerviosismo y echó la espalda hacia atrás en la tumbona, dejando todo el troncho colgando en un suave balanceo. Después de tantas emociones, necesitaba una tregua.

Pulsaciones. Where stories live. Discover now