El relámpago

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No me podía creer que había llegado el momento de hacer ese viaje. Por fin, después de mucho tiempo dándole largas y después de meses explorando dentro de mí, viajaba a Chile y a Argentina para grabar mi primer disco.

Mi primer disco. Con la cabeza apoyada en la ventanilla del avión y los auriculares puestos pensaba en lo mucho que había cambiado mi vida en esos últimos meses. Tanto en lo personal como en lo profesional, mi vida había sido una auténtica locura, pero en ese momento me notaba más estable que nunca. Tenía las cosas claras y estaba decidida con todo lo que quería hacer. O, al menos, eso quería creer.

Los primeros días de grabación en Chile fueron largos. Muy largos. Apenas tenía tiempo para nada. Llegaba al hotel tan cansada que nada más caer en la cama me quedaba dormida.

Sin embargo, cuando viajamos a Argentina para ultimar detalles y para hacer arreglos, trabajamos solo por la mañana. Allí, entonces, aprovechaba todas las tardes para pasear, a veces con mi hermano, con Santiago y con gente del equipo, y otras veces sola. Me enamoraba de las calles de Buenos Aires a cada paso que daba.

Ese día en concreto terminamos las grabaciones sobre la hora de comer y Santiago nos llevó a una de sus pizzerías favoritas. Estaban bastante buenas, aunque nunca como las de mi lugar favorito. Bueno, nuestro lugar favorito.

Desde que había llegado a esa ciudad, una persona rondaba por mi mente. Alfred hacía presencia en ella cada vez que podía, y yo suspiraba frustrada. A pesar de llevar semanas sin vernos y a pesar de haber decidido que lo mejor era poner punto y final entre nosotros. No podía dejar de pensar en él en esos momentos de mi vida. Estaba grabando mi primer disco y siempre pensé que podría compartirlo con él. Pensé que, a cada paso que fuera dando, le llamaría corriendo para contárselo y él me contestaría igual de emocionado que yo. Pero la realidad es que no podía hacerlo.

De vuelta al hotel, me dejé caer sobre aquella gran cama de sábanas blancas y cerré los ojos. ¿Qué estaría haciendo él ahora? ¿Cómo le estarían yendo esos días sin vernos? ¿Pensaría en mí?

Cogí mi móvil de la mesilla y busqué su nombre en Instagram. Sabía que al día siguiente tenía un concierto. Me mosqueaba pensar en que yo había visto crecer su proyecto y en que aún no había podido ir a ninguno de sus conciertos, cuando verle cantar era de mis cosas favoritas en este mundo. Pero no, nos debíamos mantener alejados el uno del otro. Eso era lo mejor, ¿no? A veces dudaba de ello.

Mis dedos jugueteaban sobre la pantalla del móvil. Antes de darme cuenta, estaba bajando por sus publicaciones, viendo cada una de ellas al detalle. Estaba tan guapo. A pesar de estar trabajando tanto, su sonrisa de paletas separadas estaba presente siempre en su cara. Mi dedo se mantuvo, entonces, sobre aquel corazón. Joder...

Lo retiré antes de pulsar sobre él. No podía hacerlo. No podía, aunque me muriera de ganas. Ni tampoco podía llamarlo, aunque quisiera hacerlo con todas mis fuerzas. No podía hacerlo porque no quería volver a lo de antes. Así habíamos quedado, o solo volviéramos a hacernos daño y sería tan grande que seguramente ya no podría ser reparado.

¿Qué haces en tu día a día?

Te miro las fotos, pero no le doy al corazón

No quiero hablarte para no volver a lo de antes

No quiero hablarte, pero me muero de ganas de verte

Continué mi recorrido por su Instagram, sin reparos. La foto en el Prat apareció en mi pantalla y me paré, invadiéndome de una nostalgia muy propia de mí. Los ojos se me llenaron de lágrimas al recordar lo feliz que estaba aquel día. Era un niño de dos años en el día de Reyes. Y yo estuve ahí con él, convirtiendo ese día en uno de los más especiales de mi vida.

Pero no pasa nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora