Capitulo 24

829 73 33
                                    

Fronteras de la Teocracia Slane

El diablo vio el paisaje sonriente. Respiró el aire puro. Agradeció el cielo en un hermoso atardecer. Aún el cielo no era atarantado, pero la luz era cálida y suave. El viento soplaba con delicadeza.
   En una ciudadela en la frontera norte del país que daba con el imperio la gente vivía tranquilo. Los niños reían en las calles. Los mercaderes hacían negocios. Las mujeres y hombres cuidaban del campo. Le adoraban a sus dioses. Los esclavos le servían a los ricos. Todo era normal.
   —Ahhh...—dio un respiro de tranquilidad. Mostraba una sonrisa llena de paz. Cuando era humano, habría dado todo para sentir algo como esto. Incluso en Yggdrasil, vivía en un mundo caótico. Pero este mundo era joven. Este mundo estaba lleno de vida y con un futuro brillante.
El hombre-cabra abrió los ojos llenos de felicidad.

Que hermoso día para matar escorias.

Miró a ver a los humanos que estaban totalmente desprevenidos de los que les avecinaba. La sonrisa de Ulbert Alain Odle pasó de ser una sonrisa tranquila a una perversa. Demiurge se le acercó con una sonrisa, contento por la felicidad de su maestro.

—¿Está todo listo y preparado, hijo mío?—el demonio no cambió su pose. Solo movió la dirección de su ojo para voltear a ver a su creación, quien había hecho una profunda reverencia.

—Por supuesto, mi Lord. Esperamos sus órdenes—. El jugador de la catástrofe enseñó sus dientes manteniendo esa sonrisa.

—Bien, bien—. Le dio una mirada de satisfacción. —Que empiece el espectáculo.

Con eso, sus manos de rojo se abrieron hacia arriba. Se hicieron más grandes y soltaron una aura de un rojo oscuro, como la sangre. Esto le dio al ejército de demonios la autoridad para empezar el ataque.
Aquella pacifica villa se había transformado en una masacre en cuestión de segundos. Las casas ahora no eran más que ruinas. Las risas se habían transformado en llantos y gritos. El ambiente en desesperación y sangre. La Paz en caos.
Mujeres trataban de correr a sus niños. Muchas morían aplastadas por los enormes pies de los demonios mientras intentaban llegar a ellos. Las mientes que lo lograban, serían lanzadas con ellos por el impacto de las armas que convertían los cuerpos en piezas. Los ancianos eran partidos en mitades. Los adultos que intentaron pelear veían como poco a poco les arrancaban las extremidades. Los elfos intentaban correr, pero las cadenas de sus cuello, manos y pies lo impedían. Corrían desesperados sin llegar a ninguna parte y eran rápidamente masacrados por los demonios.
La torre de iglesia fue golpeada por el arma pro el general demonio de la ira. Esta torre terminó aplastando una casa que cayó junto a ella donde estaba oculta una familia.
Sin misericordia. Una completa masacre.

Ulbert se reía de los humanos que caían en rodillas para pedir clemencia y auxilio. No de los demonios, si no por sus muertos dioses. Ulbert no pudo evítate búrlese de ellos con risas. Ni siquiera en los últimos momentos, estos humanos dejaban de creer que eran superiores. Ni siquiera pensaron en rogar misericordia de un demonio.

—¡Pues mueran junto a sus dioses!—les gritó a los sobrevivientes. Era una reclamo de felicidad. Era de poca empatía. Era demoniaca.

Si el hubiera sido humano, seguramente había sentido puro odio ante esta situación. Siempre odio a los fuertes que usaban su poder y corrupción para oprimir el mundo. Los odiaba con todo su ser.
Sus padres murieron en un accidente. Nadie lo ayudo. Era tan solo un niño cuando pasó. Fue cuando creció, que se enteró que no era un accidente. Fue el resultado de un mundo gobernado por humanos corruptos.
Los odiaba. Los despreciaba. Mataría a todos si pudiera.
Su ira lo llevó a Yggdrasil, donde se transformó en una representación de su ser. El odio, deseo de venganza, destrucción. Aquel que desafiaba el orden. Aquel que amenazaba "la paz". La maldad misma. Un demonio. Una catástrofe mundial. Ulbert Alain Odle.
El amaba su personaje, amaba a sus amigos, a su gremio. Pero al final, ese amor no se comparaba con el odio que le tenía al mundo real.
Solo había una cosa que amaba más que eso.
Pero ahora no recordaba lo que era.

Memorias del rey hechiceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora