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Londres

Falta de aliento, Lauren cruzó la puerta de su apartamento, después de su acostumbrado recorrido por la urbanización. Corría cada día antes de ir al trabajo, extendiendo sus ejercicios en los días libres.

Luego de una reconfortante ducha, se vistió casualmente y bajó a la cocina. Tomando asiento frente a la mesa, extendió la servilletas encima de su piernas.

—Buenos días, Rose Mary.—saludó, provando su café.

—Buenos días, señora.—devolvió la mujer.

—La chica...

Rose se adelantó, prediciendo la pregunta.

—Sí, se marchó después de usted.—informó.

Siempre era lo mismo. Misma discreción, misma limpieza y mismas preguntas.

—Todo está organizado y aseado, señorita.

—Muy bien.—antes de masticar, Lauren preguntó.—¿Trajeron la motocicleta?

—Si, está en el garaje. Los del taller dejaron el recibo de la reparación ¿quiere lo busque?

—No, luego lo veo y haré el depósito, hoy saldré.—limpiando su boca, se recostó en el respaldo de la silla e informó.—, pero antes, me gustaría hablar un par de cosas con usted.

Rose usó la tela de su delantal para limpiar sus manos. Sos ojos azules miraron a su jefa.

—Por supuesto, señora. Usted dirá.

—La he notado distraída últimamente, Rose Mary—comentó seria, pero sin reprimenda.

—Yo, lo siento. Le pido disculpas si la he  molestado.—dijo Rose avergonzada.

Lauren negó, con un gesto de manos, señaló la silla a su lado.

—No es necesario pida disculpa. Puede hablar conmigo con toda confianza. Tal vez pueda ayudarla.

—No es nada, de verdad.—excusó Rose, ocultando sus temblorosas manos bajo la mesa.

Lauren le dió una mirada, cruzando los brazos a la altura del pecho.

—Rose Mary, confíe en mi. ¿Se trata de Santiago? ¿a vuelto a recaer?

—No, él está perfecto.—se apresuró a decir, más sin embargo y tomándole la palabra, confesó cabizbaja.—, esto...tres años hace que vengo ayudando a los hijos de calle. Los llevo a casa y les ofrezco comida, ropa y un techo donde dormir.

La mujer mayor estudió a su jefa, buscando aprobación para seguir adelante. En silencio, Lauren asintió. Observaba atentamente a Rose con el ceño ligeramente fruncido.

—Uno de ellos necesita una operación muy costosa y no podemos costiarla. Santiago y yo ganamos lo necesario para pagar los gastos de la casa y...

—Los lleva a su casa ¿dice?—interrumpió su jefa, bajando los brazos.

—Así es.—confirmó, suspirando.—, nunca pude tener hijos propios y no soporto la ideas de que otros abandonen a los suyos. No es justo, se me hace inhumano, cualquier cosa podría pasarles. Así que mi casa es la suya, ahí tienen refugio y cariño, pero...

—Se están quedando cortos.—completó Lauren, tras la afirmación, ella comentó.—Es algo predecible cuando haces de tu casa un albergue.—suspiró.—¿le molestaría si quisiera ir a su casa?

Rose elevó ambas cejas, sorprendida por la propuesta.

—Eh, claro que no. Pero ¿por qué querría ir?

Desnuda Tú Alma (Camren G!P)©Onde histórias criam vida. Descubra agora