Dia 17

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—¿Cómo estás? —preguntó mi hermana.

—Bien, hermana. ¿Por qué? —respondí, tratando de ocultar las lágrimas en mi voz. No quería preocuparla en vísperas de su gran día.

—No suenas bien. ¿Paso algo? —

—Estoy bien, solo un poco cansada —mentí, aunque había llorado toda la noche, ignorado sus llamadas y mensajes, y a él.

—¿Y... te espero en tres días, ¿verdad? —sonaba entusiasmada.

—Sí, estaré allí —afirmé. No debería afligirme el hecho de no ir acompañada, ¿verdad?

—Eso quiere decir que al fin conoceré a tu ¿novio? —

—Sobre eso... —Quería explicar que hoy rompía la promesa que le hice hace años. Como ella decía, era solo una promesa, pero no sabía lo difícil que sería cumplirla.

—Sabes que también estoy entusiasmada por saber si es guapo, si es digno para ti —se oyó feliz.

Mi hermana estaba contenta, y yo no podía permitir que se sintiera decepcionada.

—Cuando lo veas, me envidiarás —dije, intentando bromear.

—Oh, eso espero. Bueno, Juliet, cuídate mucho y te veo en tres días. Recuerda tomar el viaje más seguro.

Colgué apenas me despedí.

Viajaría mañana... ¿Con quién? Ese era el día más feliz para mi hermana, quien había sido todo para mí desde que mi madre falleció. Pero cumplí dieciocho y quise ser independiente. Vaya independencia la que tengo.

Miré alrededor de mi departamento, un total desastre, hasta Mimi estaba de acuerdo. Me dispuse a limpiar y empacar maletas. Iba a ir al matrimonio y quedarme durante la Luna de miel de mi hermana. Necesitaba alejarme de todo, de él y de su recuerdo.

Llorar no solucionaría mi dolor; lo empeoraría. Al finalizar todo, miré mi casa, ya había hecho un gran trabajo. Quise preparar la cena; no había almorzado y mi estómago me lo recordaba.

Me dispuse a hacer pollo con ensalada. «¿Estamos a dieta?», pensé. ¿Por qué cada cosa que hacía me lo recordaba? Se suponía que estaba ignorándolo; era un tipo de primer paso para superar.

Pero, ¿qué iba a superar? ¿Quince días? Pero esos malditos quince días dolían más. Ver a Mimi me lo recordaba, el libro me lo recordaba, hasta mi cena me lo recordaba.

— ¿Por qué mi verdadero cupido era feo? —me pregunté en voz alta, recibiendo un suave maullido de Mimi como respuesta.

—Hola, Juliet —escuché su voz proveniente del contestador. —He intentado llamarte. Necesitamos hablar.

—No hay nada que hablar —murmuré, negándome a ceder a la tentación de contestar.

—Juliet, por favor...

Corté la llamada y continué con la cena. Al final, Mimi y yo compartimos la cena en silencio, y aunque su presencia reconfortante alivió mi soledad, no pudo apaciguar la tormenta emocional que rugía dentro de mí.

Hoy es el día diecisiete. No lo olvido, pero tampoco rogaré que regrese.

Veinte días con cupido©Место, где живут истории. Откройте их для себя