Una cucharada de su propio chocolate

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Gon y Killua habían creído que sería fácil convivir con aquel "detalle", siempre y cuando evitaran lastimarse para no perjudicar al otro.

Oh, cuan equivocados estaban.

La paciencia de Killua cada vez escaseaba más con cada herida nueva que aparecía de la nada en su pálida piel.

—¡¿No puedes quedarte quieto por un maldito día?!

A Killua solo le quedaba contener su ira para no golpearlo, ya que las consecuencias también se verían reflejadas en él.

—Lo siento, lo siento. Trataré de tener cuidado. —Gon siempre respondía de la misma forma, con la misma maldita sonrisa nerviosa con cierto toque de sorna en ella. Pero nunca lo cumplía.

Así que Killua tuvo que volver a su anterior táctica: darle una cucharada de su propio chocolate.

Bueno en realidad no estuvo del todo planeado. Inició una pelea "sin querer".

Durante el recreo se había separado un momento de Gon para ir a comprar dulces, pero al ir de regreso con su preciado chocolate en las manos, mirándolo con absoluta adoración, un chico corpulento pasó a su lado chocando su hombro con tal brusquedad que el dulce cayó al piso. Killua se quedó en trance durante breves segundos para luego, voltearse y correr hacia el culpable de tal tragedia.

—¡TÚ! —gritó lleno de enojo.

Se inició una pelea que fue detenida por Gon después de unos minutos, ya que éste había notado las marcas formándose en sus brazos y algunas en el rostro.

—¡Killua, ya! —Apresó la cintura del albino con sus brazos, pero él ni siquiera reparó en la vergonzosa posición en que estaban ahora, sino que seguía concentrado en la paliza que quería darle al muchacho, quien aprovechó la oportunidad para irse.

Después de tanto forcejeo, Killua dejó de intentar soltarse para seguir al chico. Gon suspiro de alivio y lo soltó.

—Killua, no está bien iniciar peleas... —intentó darle una valiosa lección de vida como su tía Mito lo haría, pero un puñetazo en su cara lo interrumpió violentamente.

—¡Tú cállate! —El propio Killua fue quien lo había golpeando, ya importandole poco si el golpe también se veía reflejado en él. Luego se marchó, aún con colera desbordando, seguramente por otro dulce.

—Y luego te estás quejando... —susurró ofendido, agarrándose la mejilla adolorida.

Esas no fueron las únicas veces y a pesar de su acuerdo, seguían haciéndose heridas mutuas para luego quejarse con el otro de ellas.

Moretones | GonKilluGonWhere stories live. Discover now