Christoph

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—En el nombre del padre, del hijo, y del espíritu santo. Amén.

—Amén —contestó sin apartar sus ojos de aquel joven rostro dentro de ese hábito negro y blanco.

—Señor padre omnipotente, reclama a tu hijo Christoph Schneider, dale la fuerza y la luz de tu sabiduría para guiarlo por el buen camino...

La encargada de las mojas estaba hablando sin cesar mientras mantenía una cruz pequeña pegada a la frente de Christoph, sus aprendices rodeaban la escena en medio del parque, los amigos del chico se burlaban del pequeño exorcismo que hacía aquella anciana mujer. Las jóvenes señoritas del convento Santa Teresa, estaban muy entretenidas, menos Samantha quien se encontraba un poco incómoda. Tenía sus mejillas de un tono muy carmesí, no podía sostenerle la mirada a aquel chico rebelde. Schneider lo encontraba adorable y tierno.

—A ver si de esa forma entiendes que no debes de faltarle el respeto a una chica que dedicará su vida a Jesucristo y a Dios, insolente.

Y la señora comenzó a caminar, dirigiéndose a la Iglesia, satisfecha por la llamada de atención a ese chico que le dijo a Samantha que era muy hermosa, y después la invitó a almorzar. La chica no pudo decir palabra alguna cuando la madre superiora estaba regañando a Christoph. ¿Cómo ese chico que vivía en el ocio, tocando música para Satanás, se atrevía a hablarle a una de sus estudiantes, la mejor de todas?

Samantha conocía a Christoph por los chismes que corrían por los pasillos del convento, gracias a las chicas que ingresaban desde un par de años atrás, chico rudo y apuesto que va siempre contra el sistema y lo establecido. Debía existir algo de bondad en él después de toda la mierda que escuchaba de su persona.

—Vamos linda —susurraba Christoph, detrás de la chica quién se había detenido un poco, en el fondo ese chico le intrigaba— podremos divertirnos, aprovechar nuestra juventud. Te espero esta noche, afuera del convento, a las 12. No tardes.

Schneider se detuvo mientras Samantha debió alcanzar a todas las aprendices.

No pudo concentrarse en misa. Christoph era muy atractivo de cerca, el sólo recuerdo de su persona encendía un fuego intenso en su vientre que se veía iluminado en esas mejillas de aquella blanca piel. Estaría demente para hacer lo que él le había pedido. Así que la simple idea de hacerlo le provocaba náuseas de nervios. Se metería en serios problemas.

Schneider esperaba fuera del convento, 12:05. Richard tenía razón, ella era una chica correcta, no desobedecería las leyes por algo que iba en contra de cualquiera de sus convicciones. Era un tonto al pensar que por él las cosas cambiarían, que podría transformar a una chica dulce, tierna e inocente. Durante semanas la había visto atravesar el parque para llegar a la iglesia, sus miradas se tocaban, por esa razón Christoph estaba intrigado por esos ojos marrones que desprendían algo incomprensible. ¿Cómo pudo llegar a sentir tanta atracción por una chica como ella? No conocía su nombre, el color de su cabello era desconocido, igual que la figura de su cuerpo.

—Lamento el retraso, he tenido algunas dificultades para salir sin ser descubierta.

La chica sentía adrenalina en su estómago, su corazón parecía salir de su pecho con pensar que estaba desafiando a la ley. Esa sensación no la encontraba arrodillada frente a una imagen por tres horas al día, leyendo la biblia o en las pláticas sobre los jóvenes y Dios, que sus superiores le daban.

Christoph sonrió, era la primera vez que escuchaba esa dulce voz. Había escapado por él, ella estaba ahí, pero le sorprendió verla con ese delgado camisón. A pesar de que este le llegaba un par de centímetros por arriba de las rodillas, remarcaba su delicada cintura, sus caderas un poco anchas y esos senos pequeños, la iluminación de las farolas al rededor de las calles de la ciudad iluminaban su imágen de una forma mágica.
Schneider trataba de no perderse por ese cuerpo que temblaba ante el frío clima.

One Shots Ramm (Rammstein)Where stories live. Discover now