Capítulo 7

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Camila había visto muchas veces desde la distancia la casa de piedra con tejado de pizarra;pero, intimidada por su tamaño, nunca se había atrevido a acercarse. Con su perfil recortado contra el verde bosque, la casa tenía cuatro pisos, incluyendo el ático, y se encontraba situada en lo alto de una loma cubierta de hierba y cruzada por cercas blancas. El exterior se había librado de tener un aspecto severo gracias a sus abundantes adornos de madera blanca: un porche de columnas con una terraza saliente, postigos en todas las ventanas y volutas a lo largo de los aleros, decoración que Camila nunca en su vida había visto en otro lugar.

Muros de piedra con albardillas blancas bordeaban el jardín frontal, y el camino de entrada a la casa estaba marcado con pilares pintados de blanco en la parte superior, que tenían faroles colgando de ellos. ¡Faroles, nada menos! Esto le parecía a Camila una completa locura.¿Luces fuera de la casa? Cuando su padre tenía que salir en medio de la noche, simplemente llevaba consigo una lámpara.

Mientras el carruaje se bamboleaba y se sacudía a lo largo del camino de entrada, ella miraba fijamente la casa a través de una cortina de lágrimas, y su pánico era cada vez más grande.Sus padres la habían regalado... Tan implacable como un puñal, este pensamiento atravesaba insistentemente su cabeza. Sin duda habían dejado de quererla. Porque estaba engordando,supuso. De modo que la habían regalado.

Y a aquella persona, nada menos.

¡Dios santo! Camila tragó saliva y contuvo la respiración, temiendo hacer algún ruido sin querer. La desconocida tenía el látigo de papá. Estaba allí, a su alcance, en el asiento junto a ella. Un movimiento incorrecto, y con toda seguridad le pegaría con aquella tira de piel.

Ella ya sabía que no era el mismo hombre que le había hecho daño en la cascada. Cuando apareció debajo de ella en el recibidor, pudo mirar detenidamente su rostro. Líneas tenues se abrían en abanico desde los rabillos de los ojos de color verde y de pestañas espesas, indicio de que era unos cuantos años mayor que el otro sujeto.

Y le pareció también que sus rasgos blancos estaban un poco dorados por el sol eran un poco más angulosos. Noto también que era una mujer, enorme pero mujer. Pero, por lo demás, las diferencias entre ellos eran tan leves que apenas se notaban.

El mismo pelo color negro,atravesado de mechones castaños. La misma nariz recta que nacía entre sus cejas leonadas,un contrapunto perfecto para sus pómulos salientes y su mandíbula cuadrada.El parecido era demasiado marcado para ser una mera coincidencia, esto era indudable. Si no fuese por la diferencia de edades y de sexo, aquellas dos personas eran tan parecidas que podrían ser hermanos gemelos. Esto seguramente quería decir que eran parientes cercanos, a lo mejor hermanos. La idea le revolvió el estómago.

Hermanos... Camila supuso que los hermanos debían de ser tal y como las hermanas: vivían en la misma casa y tenían muchas similitudes, no sólo en todo lo relacionado con la apariencia física, sino también en muchas otras cosas.

Si un hermano era bueno, el otro probablemente también lo fuese.Si un hermano era malo, era muy posible que el otro también lo fuese.

Camila, en fin, sabía a ciencia cierta que aquel hombre tenía un pariente cercano, quizá una hermana, que era muy mala. Esto la asustaba muchísimo. Para tratar de sentirse mejor, se repetía insistentemente que ella ya le habría hecho daño si así lo hubiese querido. Y, hasta entonces, no había intentado nada. Pero esto no quería decir que no lo hiciese si llegara a apetecerle.

El carruaje se detuvo con una sacudida. Aterrorizada, ella se quedó mirando fijamente la casa,y le vino a la mente otro pensamiento. Era posible que el otro hombre, el de las cataratas,estuviese allí dentro. Esperándola, tal vez.

Camila's Song loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora