Dos: Cuando el «¡Fuera de la casa!» se hizo realidad

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Todos tenemos una fecha en el calendario que nos recuerda un hecho impresionante que marcó un antes y un después en nuestras vidas, como un salto de página mientras escribes en un documento Word, algo que da inicio a un capítulo diferente a la historia no narrada de nuestra existencia. Y puede que sea «impresionante» 一valga el sarcasmo一, pero al igual que todos yo tengo una de esas fechas destacables.

Aquel día inició tal cual como todos los demás días de mi existencia.

El sol intentando colarse en mi habitación, pero siendo burlado por aquellas gruesas cortinas oscuras de color azul, casi negras, que mi madre insistía debía quitar para poder recibir la energía solar adecuadamente como si fuera una de sus plantas de la oficina donde trabajaba. El fresco olor a pino que se esparcía por mi habitación gracias a uno de mis perfumes que había decidido comenzar a evaporarse por los pasados días con casi cuarenta infernales grados de temperatura que lograban alterarme, una suave brisa mañanera que tampoco lograba entrar a mi habitación y todo eso acompañado por los desesperantes gritos de mi madre contra mi hermana y viceversa, creando así un ambiente tan pesado que 一aunque ya estaba despierto desde hace un rato一 al igual que otros días estaba preparado para fingir estar dormido.

Ya no sabía si la pesadez en la casa era por ellas o por aquellas nubes grices que no alcanzaban a cubrir al astro rey en su totalidad.

Puede que lloviera luego.

¿Debería salir?

No es como si tuviera mucho dinero para ir a algún lugar de todas formas.

Ah, a veces pienso demasiado.

Decidí 一o más bien, fui obligado a一 levantarme cuando mi persona salió a relucir con nombre y apellido en la conversación 一que no importaba cuántas veces mi padre me obligara a decir «conversación», simplemente continúo pensando que son gritos y nada más一 que tenía mi progenitora y mi hermana menor.

一¡Choi Beomgyu, vienes ahora o te saco yo misma! 一Mi madre gritó, probablemente raspando sus cuerdas vocales por la agresividad.

Cualquiera diría que en un punto como ese puede que estuviera asustado o que mínimo se me habrían colocado los pelos de punta por aquel escandaloso grito que desde mi punto de vista se asemejaba más a los chillidos que pegaban los gatos cuando le pisabas la cola, pero no fue así.

Estoy acostumbrado de alguna manera a la misma situación constante e invariable.

Entonces...

Me resigné a alejarme de la cálida comodidad de mi cama y sin siquiera molestarme en disimular que llevaba algún tiempo despierto salí de mi habitación para bajar las escaleras con gran pereza y encarar al demonio de largo cabello rubio y suaves facciones que era mi madre.

一¡¡Imbécil!!

Y gracias a alguna clase de fuerza superior logré evitar aquel vaso de plástico que fue arrojado hacia mi costilla cuando ni siquiera había acabado de bajar todos los escalones hasta la sala.

¿Y ahora qué había hecho?

Antes de poder preguntar al respecto un bolso fue arrojado en mi dirección, por suerte para mí, mis reflejos decentes hicieron su aparición anual y logré atrapar la mochila vacía antes de que cayera en mi rostro, aún así eso no me salvó de palabrería posterior.

一¡Quiero que te vayas muy lejos! ¿¡Oíste!? ¡Ya tienes veinticuatro años, largo! 一Vociferó la rubia con su voz haciéndose aguda e irritante en varias vocales.

Mi hermana permanecía en silencio, Choi Yuuri prefería mantener la distancia a por lo menos tener la decencia de hacer una expresión de lamento fingido o al menos de silencio involuntario, su cabeza estando gacha ya que se negaba a mirarme. Me preguntaba qué clase de cosas le habría dicho a mi madre en ese rato, puede ser que pareciera una chica suave, de mofletes adorables, de esas que no rompían ni un mísero plato, pero era un maldita arpía.

Entonces viene la primera interrogante de esta historia:

¿Dónde está mi padre? Excelente pregunta. La respuesta: en algún lado, quizás cogiendo con su secretaria o recibiendo una mamada de la tipa de la limpieza de cuerpo bonito en su empresa, no me importa, desde hace bastante tiempo ya no me importa lo que hiciera o no con su vida. Pudiera decir que ganó la lotería o que tiene planes de suicidio y sería igual de irrelevante para mí.

Los ojos de mi madre estaban rojizos, lamentablemente ya se me hacía normal verla entrar en aquellos estados depresivos luego de encontrar alguna nueva pista de las claras infidelidades de mi padre que ella se negaba a ver porque «lo ama mucho», prefiriendo así continuar en la ignorancia para no notar cómo su matrimonio se había venido abajo desde hace casi ya un año, luego de ese día.

No me sentía culpable por ello.

Dicen que el amor es ciego, pero yo digo que las personas se niegan a ver.

¿Y quién pagaba los platos rotos por la ignorancia de los demás? Pues yo, parece que es algo bastante claro.

Porque todo lo malo de la familia siempre sería mi culpa.

Obviamente yo no era alguien que pudiera causarle felicidad a otros, mucho menos pudiera ser merecedor del crédito de un logro ajeno o mínimamente propio, no, no, no, solo soy Choi Beomgyu, una clase de estrella apagada que orbita de forma vaga y estorbosa alrededor del perfecto sistema solar que es el mundo.

Por supuesto.

一¡Que te largues! 一Gritó de nuevo la de largos cabellos rubios, sacándome de mi pequeño momento reflexivo para continuar con sus chillidos y agresiones一 ¡Por tu culpa tu padre me quiere dejar! ¡Vete y no vuelvas jamás!

Suspiré para mis adentros, observando a la mujer que con su cabellera alborotada y lágrimas interminables chillaba para que me largara finalmente.

Mi madre no me causaba ninguna otra clase de emoción más que la decepción y la vergüenza en ese momento, cuando todo su maquillaje del día anterior se había regado por su rostro, sus rodillas rojas por razones desconocidas para mí, brazos raspados, ropa desaliñada y principalmente cuando de todas sus decisiones la de echarme de casa era la más favorable.

En un momento como ese ya sabía cómo reaccionar, asentí en silencio, colgando el bolso en mi hombro para caminar hasta mi habitación mientras la afonía era llenada por los chillidos inentendibles de la que me dio la vida un día tormentoso de marzo. Al entrar tomé mi cartera, mi teléfono y su cargador, me coloqué mis confiables zapatos negros de imitación, agarré ropa al azar en mi clóset, tirando todo con brusquedad y sin fijarme siquiera en cómo estaba distribuyendo el desastre de tela, también fui hasta el baño y agarré mi cepillo de dientes, la pasta dental que yo había comprado 一aunque mi padre se llevara el crédito de ello一 y aquel tónico de olor a canela que no recordaba quién me había regalado, pero que apreciaba en demasía. Tiré todo en la mochila, salí rápido y fui hasta la puerta, saliendo sin siquiera dedicarme un momento para ver a las dos mujeres que estuvieron siempre en mi vida desde que tengo memoria, pero que en ese momento parecían los demonios que me molestaban aún entre sueños.

De golpe fui recibido por el resplandor molesto de un cielo entre azul y grisáceo que me hizo bufar a la vez que la madera resonaba detrás de mí en un fuerte portazo.

Continuaba en pijamas y solo llevaba lo importante, ni siquiera creía tener suficiente dinero para buscar un almuerzo decente o algo, pero no importaba, una vez más había una gran probabilidad de que me llamaran antes del atardecer para que regresara a cenar, disculpándose múltiples veces por el trato que no debí recibir, pero que igual forma me dieron.

Miré el cielo con mis ojos entrecerrados para soportar el brillo del sol que se colaba entre las nubes.

Definitivamente iba a llover.

Quizás no justo en ese preciso segundo, pero para la tarde podría estar empapado.

Suspiré con resignación.

En ese momento, con solo lo escencial dentro de mi bolso y con un par de zapatos con ya algunos años cubriendo mis pies, comencé a caminar en busca de algún lugar en donde pudiera al menos cambiarme de ropa.

Sería un largo día.


⌠ Passage to happiness ⌡ » YeongyuWhere stories live. Discover now