Cuatro: Un extraño primer encuentro

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Para mi buena o mala suerte, los dioses se apiadaron de mi alma y no tardé mucho en encontrar un lugar donde refugiarme, al menos por el momento.

Luego de una caminata reflexiva bajo la lluvia en la cual solo me tiraba comentarios irónicos y despectivos había llegado a un refugio, una parada techada de autobús, mi salvación a la cual corrí de inmediato en cuanto visualicé en la distancia, casi cayéndome de cara contra el pavimento empapado. Ahora inconscientemente contaba los minutos que llevaba sentado en la larga banca de madera junto a un par o dos de personas a las que no les afectaba mi existencia.

Al sentarme lo primero que hice fue revisar mi teléfono con desespero, rezando 一aún siendo agnóstico一 para que no le hubiese pasado nada, puede que no fuera un modelo muy nuevo que digamos, pero aún así me preocupaba que algo le ocurriera. Suspiré aliviado cuando la pantalla del aparato se iluminó como de costumbre, poco después acomodé el conector del audífono con cuidado y volví a poner algo de música. Diez minutos de lluvia torrencial pasaron y mi ropa ya se había secado sobre mi cuerpo mientras que yo había estado repitiendo la misma reproducción unas ocho veces, mi dedo haciendo que la canción quedara en el mismo momento una y otra vez.

«Can't we just leave the monster alive» de uno de esos tantos grupos de chicos que me gustaba seguir era la canción que se reproducía, su ritmo particular y coreografía con la que me pude haber ido de trasero al intentarla en la comodidad de mi cuarto me había atrapado una vez más en medio de mi estado «Estoy y no estoy», tanto que sin darme cuenta ya había repetido el mismo momento suficientes veces como para intentar mentalizarme al respecto.

«Todo estará bien.»

¿Lo estará?

Esa duda me perseguía en un insistente maratón sin línea de llegada al igual que yo perseguía el rastro de las gotas que caían del cielo y reventaban en el gran charco que ya se había formado en la calle, siguiéndolas con mi vista para apreciar como se deslizaban con gracia por el techo y se deshacían sin temor para volverse algo más grande, un gran charco en el asfalto. Respiré hondo y de manera silenciosa, buscando una solución en mi cabeza para todo lo que me abrumaba, porque puede que a simple vista aparentara ser alguien seguro de sí mismo o un adulto capaz de resolver sus problemas, pero no era así.

Nunca fue así y parecía que nunca lo sería.

Al igual que la primera vez, cuando al cumplir veinticuatro mi madre lanzó una maleta con mis cosas a la calle mientras me gritaba que debía irme, que ya era un adulto y que tenía que alejarme, tenía miedo.

Y no importaba cuántas veces ocurriera siempre tenía miedo.

Cualquiera pensaría que debería haber estado confiado, total, siempre me llamaban al final del día para que volviera a casa, pero no era así, yo estaba asustado. La idea de que esa ocasión podría ser diferente, de que esa vez podrían tomárselo en serio y no llamarme para cenar mientras me pedían disculpas y fingíamos ser una familia feliz que regresaba a la "normalidad" me tenía loco, el pensar que sería echado para siempre del lugar que debería considerar hogar no era agradable.

Pero bueno.

Era un adulto responsable, ya debería saber cómo funciona el mundo e independizarme ¿No es verdad? Alquilar una casa hasta endeudarme con matones por ser irresponsable con el pago, terminar una carrera que me genere ingresos suficientes para por lo menos interesarle a alguien, buscar un trabajo estable incluso si debía ser humillado por un vago error o algo, ya saben, esas cosas que hacen los adultos promedio en Corea del Sur.

Pero estaba tan acostumbrado al desastre de familia que tenía que 一quizás一 por eso no quería irme de aquel ambiente.

Por más tóxico, vicioso y repetitivo que fuera.

Esa clase de pensamientos cruzaban mi mente cuando otro chico llegó apresurado a refugiarse en aquella parada de bus en la que luego de un rato solo quedaba yo en las mismas condiciones.

No le tomé importancia ¿Por qué de entre siete billones de personas debería prestarle atención a él? Eso era lo que pensaba de las personas en aquel entonces, sus vidas me resultaban tan ajenas que ya no podía ni reconocerlos desde lo más lejano de mi mente. Ningún desconocido era particularmente relevante para ganarse mi completa atención.

一Dios, por suerte traje paraguas 一comentó el muchacho más para sí mismo que para cualquier otro.

Yo continúe divagando entre mis pensamientos, ignorando su existencia de forma exitosa, cambiando la canción que sonaba en mis auriculares sin siquiera prestarle suficiente atención para saber cuál era... ¿Pop? ¿Rock? ¿Jazz? Todo sonaba igual cuando el paisaje que tenía frente a mí era la fuerte lluvia que arropaba en un frío ambiente de invierno. Él se sentó a no mucha distancia de mí, pude sentir el vago movimiento del banco que poco antes había quedado vacío, estuvo en silencio, lo único que hacía la estadía agradable era el sonido de las gotas resbalándose, cayendo y reventando... En ese orden.

一Uhm, disculpe...

Miré a un costado cuando mi hombro fue tocado con suavidad, mi campo de visión se encontró con un rostro vagamente familiar que en aquel entonces pensé como un parecido a alguien 一sin saber realmente a quién一. Se trataba de un chico tal vez mayor que yo y que se había movido desde donde estaba antes hasta estar más cerca de mí, deslizándose por la banca. Era de facciones no tan definidas, ojos relativamente pequeños, perforaciones y cabello amarillo neón.

Mi primera impresión fue la incógnita sobre si su cabello brillaría bajo luz negra como las calcomanías de estrella que de pequeño pegaba en mis cuadernos.

一¿Necesitas algo? 一Consulté de inmediato en voz neutra, sacando uno de los audífonos de mi oreja para poder escucharle correctamente.

一¿Sabes cuándo pasó el último bús? 一Me preguntó, su voz suave y sonrisa me hicieron sentir extraño, solo que no de forma negativa.

Estaba dispuesto a responder, pasando por alto mi instinto, pero realmente no tenía idea.

Llevaba tiempo allí sentado, casi veinte minutos para cuando la canción terminó de sonar en mis audífonos y le dio inicio a una siguiente pista, sin embargo mi mente estaba en otro lado ¿Cómo se suponía que recordara?

一No lo sé 一contesté con sencillez, sin ninguna expresión en específico decorando mi rostro, a lo que él simplemente asintió con un poco de pena y regresó su vista a la calle, pero sin moverse de su nuevo lugar en la banca.

Estaba a punto de colocar mi audífono en su lugar cuando él volvió a hablar.

一¿Eres nuevo por aquí? No te había visto antes.

Oh, vaya, un muchacho hablador...

一Algo así 一respondí preciso, evitando dar información de más que pudiera ser peligrosa en algún punto para mí.

一Bueno, en ese caso, un gusto, me llamo Choi Yeonjun.

Otra vez tuve que enfocarme en él. El rubio sonreía amigable mientras extendía su mano hacia mí, esperando hacer una presentación amistosa. No parecía un tipo malo, en su lugar aparentaba ser alguien exageradamente conversador, un extrovertido con muchos amigos quizás, por eso fue que le dediqué una pequeña sonrisa cordial mientras estrechaba su mano sin mucho ánimo y me permitía presentarme.

一Choi Beomgyu, un gusto.

Aquel día lo conocí.

Al menos así lo creí.

Creí que aquel día lo había conocido...

En medio de la lluvia de un día lamentable y deprimente para mí, resguardados juntos bajo una parada de bus que quedó desolada luego de unos minutos sin que me diera cuenta y con «Song Cry» sonando en mis auriculares como si fuera un mal presagio que debí haber escuchado en su momento.

⌠ Passage to happiness ⌡ » YeongyuWhere stories live. Discover now