Campamento de entrenamiento (3)

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Daichi explicó la situación a Takeda-sensei. Kageyama y Hinata, aún algo nerviosos, estaban sentados uno al lado del otro, incapaces de mirarse a los ojos.

–Kageyama, Hinata–Les llamó el profesor. Ambos levantaron la mirada, en silencio–No voy a preguntaros por qué estabais realizando un intercambio en ese momento. Es algo que pertenece a la intimidad de cada uno. Pero sí os recomendaría que en el futuro tuvierais en cuenta el lugar. Los espacios comunes no son lugares adecuados ¿Lo entendéis?

Los dos asintieron con firmeza, entendiendo perfectamente esa parte. Entonces el profesor relajó su semblante y les dedicó una pequeña sonrisa.

–¿Tenéis idea de por qué no fuisteis capaces de detener la situación que se estaba generando? –Ambos negaron con la cabeza, y Daichi interrumpió.

–Creo saber por qué, profesor.

–Oh, ¿qué crees que pudo ser?

–La palabra de seguridad.

Hubo unos instantes de silencio, en que tanto Kageyama como Hinata no parecían entender a qué se refería.

–Hinata, Kageyama...–les llamó el profesor, y ellos se tensaron–decidme que teníais pactada una palabra de seguridad.

–N-no... Nunca llegamos a pactar ninguna–dijo Hinata, avergonzado y rojo como un tomate–Pensé que solo hacía falta cuando los intercambios son... Para... Para adultos.

Kageyama miraba a Hinata hablar, dándose cuenta de lo ridículo que sonaba lo que él mismo pensaba.

–Tenéis que tener claro que la palabra de seguridad es para cualquier – Takeda-sensei remarcó esa última palabra – intercambio con órdenes. Debe pactarse siempre. Tan solo los intercambios de emergencia o protección no la necesitan, y aún así no sobra. ¿Ahora lo tenéis claro?

Los chicos asintieron, avergonzados.

–Bien, podéis ir a descansar. Es mejor que durmais pronto hoy.

Todos salieron y Daichi les acompañó a la habitación común.

–Aprovechad a ducharos antes de que vengan los demás, y dormid pronto.

Cuando se quedaron solos, fueron al baño en silencio, y no intercambiaron palabras hasta que los dos estuvieron dentro del agua.

–Lo siento. –Se disculpó Kageyama–Por eso–dijo, señalando las marcas rojas en el cuello y hombro de Hinata.

–No vuelvas a hacer eso, tonto-Yama– respondió Hinata, tapándose con las manos las marcas –Duele. Mucho. No me gusta.

–Perdona–repitió Kageyama, sintiéndose culpable.

–Pero bueno, yo tampoco pensé en la palabra de seguridad. También es culpa mía ¿No?

Kageyama había apartado la mirada, y no fue hasta que Hinata le salpicó con agua que le miró.

–¡Hey! ¿A qué viene eso?

Hinata entonces apoyó la cabeza en su hombro.

–Volleyball–Murmuró. Kageyama le miró sin entender –Creo que esa palabra de seguridad sería la mejor contigo.

–¿Crees que nos hace falta ahora?

–¿¡Has escuchado a Takeda-sensei o no!? Dijo que era necesaria siempre, y ya has visto lo que nos ha pasado...

–Hinata, tonto, ya sé que es necesaria. Me refiero... ¿Crees que volveremos a hacerlo? Después de lo de hoy... ¿No me tienes miedo?

Hinata iba a responder al "tonto" de Kageyama, pero al escuchar aquellas palabras, se quedó en silencio.

Proteged al solWhere stories live. Discover now