Lágrimas

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—Yachi, ¿qué pasa?

Yamaguchi abrazó a su amiga cuando ésta empezó a llorar. Acababa de timbrar a su puerta, y había una tormenta de verano.

—Yamaguchi —Yachi le abrazó con fuerza, llorando.

—Hey, Yachi. Tranquila. Pasa, estás empapada.

—Lo siento, sé que tendría que haberte avisado, y que tendría que haber cogido un paraguas, pero no sabía qué hacer y no quería estar sola y... —Yamaguchi sostuvo su cara entre sus manos y se inclinó para que le mirase.

—Yachi, tranquila. No pasa nada ¿De acuerdo? Ahora vas a subir a mi cuarto, te voy a dar una toalla y te vas a duchar antes de cazar un resfriado. Te dejaré un par de cosas de recambio, y después me cuentas, ¿Vale? —Yachi asintió, hipando por el llanto —. Muy bien, ven conmigo.

Yamaguchi le dio una toalla y una muda de ropa, preparó una tila mientras Yachi se duchaba, y la subió a su cuarto con un puñado de galletas. Una vez allí, se sentó a esperar.

—Yamaguchi... ¿Dónde pongo la ropa mojada? —preguntó Yachi, asomándose tímidamente por la puerta. Llevaba la ropa que le había dejado: unos pantalones de chándal y una camiseta, ambas le quedaban enormes. Pero era mejor eso que nada.

—¡Yo me encargo! —exclamó, levantándose y sosteniendo la ropa de Yachi —La tenderé abajo. Tú siéntate y relájate ¿Vale?

Yachi asintió y se sentó sobre un cojín frente a la mesa donde estaba la infusión. Cuando Yamaguchi volvió, estaba con las manos alrededor de la taza, cabizbaja.

—Muchas gracias... —dijo la chica —. No tenías por qué prepararme nada, ni...

—No las des, para eso están los amigos ¿Verdad? Ahora intenta relajarte y cuéntame lo que necesites —dijo Yamaguchi, acercándose —Tienes el pelo empapado...

—Oh, no me di cuenta...

Yamaguchi, antes de que ella terminase la frase, ya estaba sentado en el suelo detrás de ella y frotando suavemente una toalla con su pelo.

—¡No es necesario!

—Déjame mimarte, Yachi.

Yachi se sonrojó, agradecida, y miró la taza que rodeaba con sus manos.

Las manos de Yamaguchi secando su pelo suavemente le fueron relajando poco a poco, hasta que las lágrimas volvieron a agolparse en sus ojos.

—Kiyoko ha roto conmigo —dijo, tras unos minutos de silencio.

Yamaguchi detuvo por un momento sus manos, con la mirada fija en el pelo de Yachi. ¿Habían roto?

Respiró hondo y siguió secándole el pelo, hasta que éste ya no goteaba.

—Lo siento.

—No... Es... algo que veía venir. Desde que se fue a estudiar fuera, poco a poco la distancia fue haciendo mella, y ya no era lo mismo. Pero... Aún así...

Yamaguchi abrazó a la chica, que volvía a llorar.

—Tranquila, son... Cosas que pasan. Estoy seguro de que aún así Kiyoko y tú seguiréis llevándoos bien.

Yachi asintió, y una vez se hubo tranquilizado, deshizo el abrazo.

—No sabía qué hacer. Gracias, Yamaguchi.

El chico sonrió y se levantó.

—Creo que necesitas palomitas y una película.

Yachi le miró y por primera vez, sonrió.

Proteged al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora