Amor adolescente

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Yachi admiraba a Kiyoko.

Desde el día que había hablado con ella para reclutarla como manager del equipo, Yachi se había descubierto casi cada día observando en silencio a su senpai.

Recordaba todavía que al principio no sabía de qué le estaba hablando. Simplemente estaba viendo a la chica más guapa que conocía hablar con ella con una elegancia que le parecía inalcanzable. Sabía que todos la miraban, y ella misma no podía apartar la mirada.

A veces se sentía avergonzada al recordar cómo no había escuchado ni una palabra de lo que le había dicho. Sin embargo, la sonrisa al responderle positivamente se le había grabado a fuego en la memoria.

Y así era cómo ella, una chica tan tímida, había empezado a formar parte del maravilloso equipo de volleyball del Karasuno. Y había hecho amigos que le habían hecho darse cuenta de que no era menos que nadie. Si bien a veces aún se sentía torpe al hablar con la gente desconocida, Hinata y los demás le habían demostrado que ella también tenía algo que aportar.

Acostumbrada ya a ver a Hinata haciendo un intercambio con algún compañero o incluso a ayudarle ella misma, Yachi se había sentido extraña al ver a Kiyoko en un intercambio con el rematador durante el campamento. Ya habían pasado un par de semanas y aún pensaba en ello de vez en cuando.

Y es que se había sentido culpable de verlo, aunque fuera algo normal. De ver a Kiyoko abrazar a Hinata de forma tan gentil. Se había sentido culpable por presenciarlo, y algo celosa de Hinata. Tenía mucha suerte de poder interactuar de aquella forma con todos, pero en especial, con Kiyoko.

Ella también quería que la chica le abrazase.

–¡Cuidado!

Yachi se sobresaltó al escuchar la exclamación y el golpe de balón delante de ella, que había parado Hinata.

–¡Yachi! ¿Estás bien?

–Eso es por no recibir bien el balón, idiota–Le recriminó Kageyama.

Hinata volvió con el balón, sacándole la lengua a Kageyama.

–¿Estás bien, Yachi?

La chica se sobresaltó de nuevo al escuchar a Kiyoko y se sonrojó, avergonzada por sus pensamientos de hacía un momento.

–S-sí, ¡no ha pasado nada! Tendría que... ¡que estar más atenta!

Kiyoko sonrió suavemente.

Y Yachi se sonrojó más.

Y estaba siendo algo cada vez más habitual.

–Hey Yachi, deja que te ayude con eso.

–O-oh, gracias, Yamaguchi.

–¿Estás bien? He visto que últimamente estás algo distraída.

–¡Lo siento! Estaré más atenta, perdón si...

–Jajaja, ¡no me refiero a eso! –exclamó Yamaguchi, riendo por la reacción de la chica. –Quiero saber si estás bien, si hay algo que te preocupe o si te encuentras cómoda.

–Oh... perdona... Sí, estoy bien, no te preocupes.

Dejaron las cosas que llevaban en el almacén en silencio.

–No tienes que pedir perdón por todo, Yachi. Todos nos equivocamos ¡Yo mismo me equivoco todo el tiempo! Es normal.

–Lo siento, es que...

–Ahí estás de nuevo.– Yachi pareció entrar en pánico sin saber qué decir y Yamaguchi sonrió–No te preocupes, sé que es difícil. Yo pedía perdón todo el tiempo, pero aprendí a hacerlo solo cuando es necesario.

Proteged al solWo Geschichten leben. Entdecke jetzt