La historia de un capitán

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La historia de un capitán.

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/616

Pareja: SamxBucky (Winterfalcon)

Derechos: a vivir.

Advertencias: estamos hablando de un período entre el siglo XVII y XVIII, maomenos. Sirenas y romance del bonito. Mpreg, también porque sí.

Gracias por leerme.



***


"Lo inevitable rara vez sucede, es lo inesperado lo que suele ocurrir."
John Maynard Keynes.



Mi nombre es Samuel. Samuel Wilson.

Soy capitán del Red Wing.

Esos detalles quizá no importan, después de todo, lo que deseo contar es lo que vale la pena y poco o nada tiene que ver con mi título. Al final, solo soy un marinero que pasó muchos años viviendo en las aguas y poco en la tierra. Mis maneras no son las de los hombres ordinarios, ni tampoco lo es mi vida, si acaso también entra aquí en discusión.

Todo comenzó cuando mi madre dijo que era hora de que fuera un hombre, lo que quiso decir que ya no podía vivir en su casa. Una pobre casucha en Nueva Orleáns de dónde hui para terminar de ayudante de cocina en una fragata llamada Liberty que el capitán Steven Rogers comandaba. Aventuras más, aventuras menos, yo acabé en la cocina fregando los platos y vasos por accidente más que decisión propia. Estaba huyendo de los cazadores de esclavos, de los circos, de aquel mundo donde mi piel no me hiciera un objeto de decoración, de juego o de servicio eterno como lo era mi madre.

Corriendo con unas cuantas monedas en mi bolsillo, me escondí dentro del Liberty cuyo puente estaba tendido en aquel puerto. El capitán era alguien de respeto, su misión era combatir los piratas y recuperar tesoros, y ya tenía experiencia en ello como parte de la Compañía Británica de las Indias Orientales. Así que los guardias no entraron a inspeccionar al no encontrarme, maldiciendo mi persona al marcharse. Cuando me descubrieron siendo polizón de la tripulación, el capitán me dio una oportunidad. En la cocina. Bueno, siempre se comienza por ahí, es lo que forja el carácter. Eso y pelar 100 papas diario.

En el Liberty fue donde conocí buenos amigos, endurecidos por la vida en el mar combatiendo piratas y corsarios, escuchando en las mesas de la cocina cuando el ron se le subía a la cabeza, esas historias que en tierra firme jamás puedes conocer. Como el caso de las sirenas. Mentiría si digo que nunca me pasó nada extraordinario en esa fragata, porque sí que me pasó. Vi criaturas que ojos ordinarios no podrían imaginar, tormentas que parecían formar rostros de dioses antiguos iracundos por los mortales que osaban explorar sus aguas. Las sirenas me atraían desde un principio, aunque lo que se contaba de ellas no era precisamente alentador.

—... ten cuidado porque si comienzan a cantar, estás muerto.

—O si te besan, te convertirán en una estatua de sal.

—Si no es que sus garras te sacarán las tripas todavía vivo.

Luego de lavar trastes, fregar pisos, pelar papas, pasé a ser astillero. Al menos así podía disfrutar del mar y sus peligros. Cuando alcancé el rango de guardiamarina junto con Rick Jones, un amigo con el que siempre estaré agradecido porque me enseñó a pescar como deben hacerlo los verdaderos hombres, fue que el capitán Rogers me preguntó si no quería hacerme cargo de una corbeta que se había quedado sin tripulación, aparentemente atacados por un monstruo marino. Yo me sorprendí, pero acepté porque si Steven Rogers te pedía algo, era porque sabía que podías hacerlo.

De dragones y otros cuentosWhere stories live. Discover now