Promesa

344 36 8
                                    

Promesa

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU/AU

Pareja: Thunderiron (ThorxFemTony)

Derechos: los de la imaginación.

Advertencias: una historia sin final feliz, algo escabrosa. Día 5 del evento "Fantasy and Princess Stories" del #MarvelMultishipperWeek. Para esta ocasión, me inspiré en un capítulo de una serie de televisión cuyo nombre no recuerdo, creo que era la Dimensión Desconocida.

Gracias por leerme.



***


"Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir."

Francisco de Quevedo.



Donald todavía era un niño pequeño de pantaloncillos cortos cuando encontró esa hada durmiendo dentro del capullo de una rosa roja. No se parecía en nada a las hadas que había visto en los cuentos que su aya le contara por las noches antes de recibir un beso de sus padres. Si bien era diminuta como era de suponerse que lo fuera, no poseía ese resplandor dorado ni alas translúcidas como velo. Era más bien como un insecto pálido largucho con un rostro semi humano. Pero no era un insecto palo, no era un insecto, no señor. Donald no quiso despertarla porque le dio miedo de que desapareciera y, además, se veía muy bonita ahí descansando. Cubriéndola bien con un pétalo de rosa, la dejó antes de ir dentro de la mansión porque mamá le llamaba.

Al otro día que fue a verla, le encontró de nuevo durmiendo. El pequeño de cabellos rubios e inquietos ojos azules se preguntó si no estaba enferma. Pensando que así era, corrió a donde el estanque para traer gotitas de agua y de la cocina se robó una cucharada de miel. No estaba seguro de qué comían las hadas, pero eso al menos debía ser comestible para ellas, ¿cierto? Lo puso dentro del capullo, esperando a que el hada reaccionara, pero no sucedió nada, de hecho, iba a llover y Donald hizo un puchero porque de verdad creyó que esa hadita iba a morir. Cabizbajo, se dio media vuelta para entrar antes de que las primeras gotas cayeran en el jardín.

Llovió toda la tarde, la noche y parte de la mañana, cuando se detuvo, Donald salió corriendo con sus botas para la lluvia buscando en ese capullo de rosa a la hadita que no encontró. Temió que se hubiera ahogado o que la corriente se la había llevado. Buscó en el suelo lodoso, por los charcos del pasto, entre las enredaderas de aquel rosal de su madre, pero no encontró nada. Se sintió bastante triste por ello, recriminándose porque no había tenido la gran idea de llevársela dentro, a su recámara calientita donde nada malo le hubiera pasado. Había sido demasiado tonto y un par de lágrimas asomaron a sus ojos con otro puchero más por su falta de pericia.

—¡Donald, mi amor, es hora de irnos! —llamó su madre desde la cocina.

Irían a la feria, un lugar fabuloso que perdió su encanto para el niño debido a su fallido intento de salvar una hada. Aunque se entretuvo bastante en los juegos mecánicos, lanzando dardos a globos o tratando de pescar esos pececitos bailarines del agua, no dejó de pensar en aquella hadita durmiendo en la rosa. Cuando volvieron en la noche, Donald fue a buscarla por última vez sin encontrarla, regresando a su cama con una gran decepción en el pecho que le dolió. Se quedó dormido hasta la madrugada cuando algo tocó a su ventana. Eran toques pequeños, como si fuesen piedrecitas estrellándose contra el vidrio. Antes de que su aya se alertara, bajó de la cama muy valiente a revisar.

De dragones y otros cuentosWhere stories live. Discover now