Cuando abro los ojos me doy cuenta de que ha amanecido, y que he pasado la noche en el sofá. Emilio no está y cuando la duda comienza a asaltarme de si lo que ocurrió fue real noto que estoy envuelta en un abrigo, que no es precisamente mío, el aroma del perfume impregnado en este me es reconocible: Emilio.
Definitivamente real. Me he de haber quedado dormido, Dios sabrá a qué hora se habrá marchado él. Aún es muy temprano, el sol apenas llega a pintar el amanecer, pero a pesar de la poca luz yo veo todo iluminado, distinto. En tal atmósfera optimista me pongo de pie y me dispongo a prepararme para el colegio.
Antes de salir de casa me veo al espejo y hay algo diferente, soy yo en el mismo soso uniforme del colegio, mi cabello está suelto con los chinos alborotados tal como suele estar siempre, tengo las mismas facciones y la misma estatura, soy yo, pero sé que es diferente: esta mañana me siento feliz.
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- ¡Buenos días Doña Yiyi! - saludo a la cocinera del colegio mientras entramos al mismo tiempo al patio principal del colegio.
- Buenos días hijo - me dice - Llegando temprano como siempre.
- No me gusta romper con los horarios...
Doña Regis, o como es mejor conocida: Yiyi, es una señora ya algo mayor, de estatura media y un muy bonito cabello rubio y rizado, pero que está condenado a esconderse tras la malla que usa en la cabeza. Yo he podido apreciar su cabello porque en las mañanas como hoy, cuando me el encuentro temprano a la hora de entrar lo trae suelto.
Algunas personas, especialmente de los más apretados, ven a los empleados del cole a las cocineras, al conserje o los de mantenimiento por encima del hombro, me hice amistad con doña Regis en una ocasión en que Renata le acuso de mal servicio. Lo que realmente ocurrió es que en el paquete del almuerzo a Renata le había tocado arroz blanco, pero ella lo que quería era pasta, Doña Regis no accedió ante sus caprichos de cambiarle el plato, la bruja ardilla en un ataque de ardilla rabiosa lo soltó y todo se regó por el suelo y exigió después un platillo nuevo a repuesto. Doña Regis se negó y terminaron trayendo a la ahora ex prefecta Montoya. Renata lloriqueó y dio una versión muy distinta a lo ocurrido. Me cabreó. Mi abuela paterna fue cocinera en un cole, así es, mi padre al igual que yo no nació en una cuna de oro. Al ver a Renata montándole tal problema a Doña Regis me hizo sentir como si ella fuese mi abuela, y me puso a pensar cuantas veces la pobre debió bancarse a crías mimadas como Renata intentando hacer su voluntad. Así que me puse de pie y metí las manos al fuego por Doña Regis. Desafortunadamente la cosa no salió a nuestro favor, Doña Regis fue obligada a servirle a Renata y a mí por "meterme donde no me llaman" palabras de la prefecta Montoya, me puso a limpiar el desastre que Renata dejó con la comida anterior. Pero al final eso no me importó pues desde entonces Doña Regis y yo nos creamos una amistad.
La prefecta Montoya fue movida del colegio al finalizar ese semestre y en su lugar llego el prefecto Guillermo, el prefecto actual. Y Renata y yo... bien, ahora que lo pienso, sin intención alguna mía quizá, soy de esas pocas personas que no marcha al paso de Renata, es más, siquiera parece importarme su opinión. Pero no es con intención especial, suelo ser así con la mayoría de las personas. Más ahora estoy de nuevo en contra de ella, hoy son las elecciones de mi clase para presidente. Bien, quizá ese sea mi extraño destino.
- Que tenga un lindo día Doña Yiyi - le digo despidiéndome de ella.
- Gracias hijo, ten un lindo día también y ve a contagiar esa sonrisa que traes en cara, luego me cuentas a que se debe ese buen humor - bromea y me guiña un ojo. Yo solo río y giro los ojos en blanco. No me había dado cuenta de que no había dejado de sonreír, parece que mi subconsciente se niega a guardar secretos.