Al llegar a mi casa me puse un poco nervioso y Emilio lo notó. Eran casi las 10 de la noche y mi padre seguía sin saber de mí, odiaba darle problemas, pero no paraba de hacerlo. Cuando Emilio aparcó al frente vi como la puerta se abrió y la cara de mi padre brillo ante ver que se trataba de él.
- Emilio - le dijo - ¿lo has encontrado? quise conducir tras de ti, pero desapareciste muy rápido y no cogías el teléfono.
- Disculpe, Uberto - le dice el mientras baja de su lado del coche y da la vuelta por el frente. - Pero es que si mi idea no era cierta no quería que dejará la casa sola, por si Joaquín volvía.
- Entonces... - mi papá se ve interrumpido cuando Emilio abre la puerta del copiloto y me ayuda a bajar.
Creí que me gritaría, lo merecía por ser tan cabezota, me hubiese sido mejor que lo que hizo pues no ayudo con la culpa.
Mi papá se dirigió a mí y yo me lancé contra él. Me abrazo fuertemente. Entonces lo escuché llorar, por primera vez en años lo hacía frente a mí. No sabía cómo reaccionar en un inicio pues siempre que le escuchaba llorar fingía que no lo había hecho. Pero ahora él estaba allí conmigo, llorando, un hombre maduro como él, fuerte, doblegado ante mi pequeña apariencia... ante mi gran culpa.
- Oh, gracias al cielo, mi niño - murmuro - ¿Estás bien? ¿Dónde te habías metido?
- Estoy bien - respondí - Quería estar a solas.
- No tienes idea cuanto miedo sentí cuando me dijeron que no te encontraban - dice él, su voz suena aterrada por el recuerdo - Todo esto ha sido culpa mía.
¿Qué? mi padre se siente culpable de que su inmaduro hijo sea una cobarde. De ninguna manera.
- No, nada de eso - le digo - Tú no has hecho nada, he sido yo el que ha salido de una manera muy estúpida y egoísta a andar por ahí, sin preocuparme de como eso te haría sentir, papá, yo no quiero causarte más problemas...
- Tú no eres ningún problema para mí, Joaquín. Entiéndelo, tú eres todo lo que tengo, eres mi hijo, mi más grande orgullo - algunas lágrimas siguen escurriendo por las mejillas de mi padre y yo también he comenzado a llorar - Perdóname si no he sabido ser un buen padre para ti, por dejarte tanto tiempo solo... por no decirte lo mucho que te amo, y lo feliz que me haces mi precioso cachorrito.
- Yo también te amo mucho papá, perdón por excluirte tanto de mi vida, tú no eres un mal papá, no tienes idea de lo feliz que soy contigo, en nuestra pequeña familia.
Mi papá me mira, y aunque sus ojos están húmedos puedo verlo sonreír.
- A veces me duele tanto mirarte, cada día que pasa luces más como ella - el recuerdo parece haber golpeado a mi padre - Pero otras tantas me hacen feliz y mucho, pues eres la prueba más verídica que tengo de que ella no se ha ido del todo.
- ¿La extrañas?
- Ella era el amor de mi vida, Joaquín. Cuando amas a alguien de tal manera no importa que pase, ese sentimiento nunca se va. Incluso cuando la otra persona ya no esté presente.
Esas palabras de mi padre parecían estar grabándose en mi mente... ese sentimiento nunca se va.
- Aún eres muy joven - continúa él - Así que es probable que no comprendas muy bien esa basura que digo.
- No es basura, papá, tienes mucha razón. Yo también la extraño, yo todavía la amo y estoy seguro de que jamás dejaré de hacerlo...
- Ni yo - dice él - Pero estuve pensando, y hablando con una de tus profesoras y creo que ella tiene razón, es momento de que dejemos de hacernos los fuertes y buscar ayuda.