Interrupción

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— ¿Soy yo o el verano se está haciendo demasiado largo?

Llevábamos varias horas en el patio. El sol ya había alcanzado su punto más alto y el calor empezaba a ser bastante molesto. Ginny y yo nos encontrábamos sentadas a la sombra, hablando y viendo como Draco y Theo luchaban contra los Gnomos que invadían el jardín.

— Tengo ganas de volver ya a Hogwarts. Echo de menos el castillo —Le contesté.

— ¿Has sabido algo de...?

La pregunta de Ginny quedó a medias cuando escuchamos un quejido proveniente de los chicos. Al dirigir nuestras miradas hacia ellos, los vimos juntos, mirando algo en la mano de Theo.

Preocupadas, corrimos hasta ellos. Al llegar, pudimos ver uno de los guantes de Theo roto y en su piel la marca de un mordisco del que salían hilos de sangre.

— Creo que se ha pasado la mañana afilándose los dientes para cuando le llegase su turno —Dijo Theo con una mueca de dolor en el rostro.

— Será mejor que vayamos a curarte o podría infectarse.

Ginny acompañó a Theo para curarle. Mi mirada no se separó de ellos hasta que se adentraron en la casa.

— ¿Y esa cara? Pareciera que el mordisco te lo has llevado tú.

— Quizás nos pasamos un poco al haceros limpiar el jardín sin magia —Contesté a Draco, arrepintiéndome de la decisión tomada días antes.

— Alguien tenía que hacerlo —Se encogió de hombros, restándole importancia—. Y Theo no va a morirse por un simple mordisco. Por cosas peores hemos pasado.

Mi vista, de forma automática, se dirigió a su brazo. Al verlo me dí cuenta de que se había pasado todo el verano vistiendo ropa de manga larga. Incluso en ese momento, cuando más calor hacía y el sudor empapaba gran parte de su ropa, llevaba una camiseta que tapaba sus brazos por completo.

— ¿Por qué no te has puesto algo más corto? Hace demasiado calor para ir en manga larga, no creo que sea demasiado bueno.

— Me ayuda a evitar los mordiscos de los Gnomos.

Le miré sin decir nada, sabiendo que era un excusa. Si Theo, con guantes de piel de dragón, no había podido evitar una mordida, una camiseta de tela fina era imposible que detuviera los dientes de un Gnomo. Draco, al ver mi mirada soltó un suspiro.

— No quiero verla —Dijo, sujetando su brazo con la mano contraria —. Sé que está ahí y que no me desharé de ella jamás pero, no estoy preparado. No puedo.

— Quizás podrías usar el mismo que utilizaste en hogwarts. Con el que tapabas tus heridas. Sigo sin saber cuál es pero parecía efectivo y te ayudaría para usar ropa más veraniega. He visto cuánto te incomoda usar manga larga.

— Lo... lo probaré.

Mi vista se dirigió a la puerta de entrada a la casa, creyendo haber visto a alguien. Al no ver movimiento y con el pensamiento de que Ginny y Theo tardarían en volver a salir me decidí a confesarme a Draco. Lo ocurrido los días anteriores me había imposibilitado hablar con él y debía aprovechar que por una vez teníamos un momento a solas.

— Draco —Le llamé. Su mirada, que había estado recorriendo el movimiento de los Gnomos que todavía quedaban en el jardín, se centró en mí haciendo que me pusiera nerviosa—. Hay algo de lo que quería hablar contigo. Verás yo... ya sabes que estoy recuperando la memoria y... recordé... lo que George y yo habíamos tenido y... bueno, el caso es que George y yo somos amigos. A pesar de lo que hubo no soy capaz de verle de esa forma porque... porque hay otra persona a la que veo así y...

Mis palabras fueron cortadas por un golpe seco en el interior de la casa. Sobresaltados por el ruido miramos hacia su origen, viendo como la puerta era cerrada de golpe y unas voces parecían estar discutiendo al otro lado.

— Les voy a matar —Murmuró Draco con la vista todavía fija en la puerta.

— Creo... creo que lo mejor será que entremos. No debe faltar mucho para la comida y querrás ducharte antes —Dije nerviosa, sintiendo cómo se esfumaba la poca valentía que había conseguido reunir.

— Stella, ¿qué ibas a decirme?

— No era nada importante. Voy a ver si necesitan mi ayuda en la cocina o... donde sea.

— Definitivamente les mato —Escuché murmurar a Draco tras mi absurda excusa para huir de allí.

Draco pasó la comida mandando miradas asesinas a lo más jóvenes de la casa, quienes las evitaban con rostro avergonzado, acción que no pasó inadvertida por los adultos que miraban la escena sin entender.

— ¿Qué tal la limpieza del jardín? ¿Habéis tenido una mañana productiva? —Preguntó Sirius que no se molestaba en esconder lo divertida que le parecía aquella situación.

— Los Gnomos ya no serán problema pero creo que he encontrado a otros seres de los que nos tenemos que deshacer aunque no creo que sea difícil, no parecen muy listos.

El rostro amenazante de Draco hizo que algunos se encogieran en sus asientos, ocasionando la risa de varios.

— ¿Alguien puede explicar porque parece que Draco va a hacer que nos quedemos sin los nuevos miembros de la Orden? —Preguntó Bill con una sonrisa adornando su rostro.

— Verás, querido hermano, nuestro pequeño Ronnie y sus amigos han interrumpido lo que podría haber sido el momento más romántico del año.

— ¿De qué hablas Fred? Nada podrá igualar la confesión de amor de nuestro hermano.

Bill les miró fijamente, con los puños apretados a ambos lados de su plato. Su madre, que se había levantado para empezar a recoger, se quedó quieta alternando su vista entre sus hijos.

— Bill, hijo, ¿de qué están hablando tus hermanos?

— Mamá, yo... estoy saliendo con Fleur, Fleur Delacour. Quería esperar a que todo estuviese en calma para decíroslo pero creo que se me han adelantado.

— Fleur Delacour, ¿no es la chica que participó en el Torneo de los Tres Magos? —Le preguntó el señor Weasley a su hijo.

La señora Weasley se sentó junto a su marido, centrando su completa atención en su hijo. Varios en la mesa se centraron en las palabras de Bill, quien respondía a todas las preguntas que sus padres le hacían sobre su relación con la chica francesa.

— Parece que el amor surge hasta en tiempo difíciles. Me pregunto qué pareja será la siguiente en formarse.

Aunque las palabras de Sirius iban dirigidas a todos a su alrededor, sus ojos se centraron en Draco, quien desvió la mirada con la misma mueca de disgusto que le había acompañado durante toda la comida, y Remus, que le dirigió una ligera sonrisa a la vez que negaba con la cabeza.

Viviendo en el mundo de Harry PotterWhere stories live. Discover now